Guanajuato, Gto. Enrique Arturo Diemecke regresó como un titán de la música a la ciudad donde creció y fue violinista a los 11 años. El gran director de orquesta conjuró el poder del arte este lunes mientras dirigió un ensayo de la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Guanajuato (OSUG), en vistas al concierto y la recepción de la Presea Cervantina el próximo viernes en el Teatro Juárez.
El martes pasado se presentó el libro Enrique Arturo Diemecke: biografía con música de Mahler, escrita por el poeta y editor José Ángel Leyva. En el recinto guanajuatense, él reconocido concertador internacional recibió la admiración de amigos y amantes de la música.
Diemecke comenzó su jornada de la edición 50 del Festival Internacional Cervantino (FIC) en la mañana. Mientras era conducido a la sala Espacios Magnos de la casa de estudios guanajuatense, el artista, quien cumplió 70 años el 9 de julio pasado, revivió y contó las anécdotas que atesora de esta ciudad, en la que dirigirá la interpretación de la Quinta Sinfonía, de Gustav Mahler, su compositor súper favorito
.
En el camino se refirió al maravilloso regalo que significó ver a la selección de futbol de Brasil en 1970 que participó en el Mundial de ese año y entrenaba en una cancha escondida. También recordó a la escuadra de Alemania. Ambas estuvieron un mes aclimatándose en México.
Ante el paisaje de los cerros que rodean la capital cervantina, refirió que uno de ellos es conocido como La Bufa por el sonido que se escucha a sus alrededores, mientras otros producen diferentes impresiones según el lugar desde donde son observados. Algunos, contó, creen ver a Cristo en alguna de las laderas.
El sol de Guanajuato es engañoso. Parece que no calienta
, dijo. Luego evocó la celebración de la Virgen de la Cueva, cercana a la fecha de su cumpleaños y de gran raigambre en esta ciudad. Pleno y expansivo, el sonriente Diemecke trajo sucesos que de joven le parecieron increíbles en este día de remembranzas.
Al humor inteligente que lo caracteriza, aunó su sonrisa permanente a una charla sobre una gran cantidad de temas. Desde literatura, música, Pelé, la selección inglesa, tango, idiomas, escritores y la visita de la reina británica en 1975, reforzados con un cosmopolitismo desenfadado y amigable. Diemecke es un maestro de la conversación ágil.
Una vez en la sala de conciertos, transformó su jovialidad en una fuerza distinta: la del sabio maestro que abre la cauda de sus conocimientos. Le tomó unos minutos. Bajó por las escaleras hacia el escenario blandiendo con solemnidad la partitura de la Quinta Sinfonía, de Mahler, edición Peters. Estaba feliz.
El director fue recibido con un aplauso por el casi centenar de atrilistas en este primer ensayo.
Tenemos una obra maravillosa, ustedes la conocen. Todo Mahler requiere de mucha pasión, mucho amor. La técnica ya está resuelta, lo que hay que resolver ahora es dónde vas a poner la enjundia, donde va a ir la pasión
, les dijo como introducción.
Les confesó que hace décadas estuvo en esa agrupación y señaló el lugar que ocupó y del que pudo retirarse para llegar al estrado frente a ellos. A veces no había luz, a veces ni sillas teníamos, Ensayábamos así. No ha cambiado
, bromeó y fue aceptado con risas naturales.
Ya enfocado en la interpretación, armonizó los tiempos, les pidió a algunos tocar como si estuvieran buscando la nota
para corregir errores. Para la segunda parte del ensayo, les advirtió: Ahora vamos a enfrentar a la muerte. Ya lo hicimos una vez
.
Logró exaltar a los intérpretes con la arenga: “Una vez que la tengan en la frente, la mandan al corazón. Luego la sangre baja por todo el cuerpo, en los pies rebota y sube a la cabeza, los brazos, las manos, y necesita un instrumento. Como los espíritus, se apodera de todos nosotros, ahí es donde está la música, la magia, y es el momento de compartirla con el público.
Ellos también van a salir con toda esa pasión. Tendremos un mundo mejor. Nosotros lo podemos hacer, tenemos las herramientas, nos las proporcionan estos genios, musas, titanes que siglos después continúan. La música trae la felicidad, la alegría de vivir.
Enrique Diemecke compartió con los intérpretes la forma en que entiende la escala musical: “Do se refiere a Dios; re es la fuerza; mi es la propia persona; sol, la luz, la energía; la, la Luna que enamora; si, la afirmación. En todas ellas está la magia de la vida
.
Los integrantes de la orquesta le respondieron con aplausos y luego corearon convencidos: ¡Titular!, ¡titular!, ¡titular!
La pasión mahleriana
Diemecke ha dirigido a importantes orquestas en Estados Unidos, Francia, Israel, Nueva Zelanda, entre otras, así como las más importantes de casi toda América Latina, incluidas las de México.
Vital, enseguida se dirige a la presentación del texto Enrique Arturo Diemecke: Biografía con música de Mahler, del escritor y editor José Ángel Leyva. Acompañado ya por su madre y tres hermanas, con quienes integró un cuarteto de cuerdas.
La charla reunió las reflexiones del autor, Diemecke, la compositora Ana Lara, el periodista de La Jornada Pablo Espinosa y Tomás Granados Salinas, director editorial de Siglo XXI Editores, sello que publicó el título.
Fue una celebración del también compositor a través de la conversación sobre sueños, música, la pasión mahleriana del mejor director de orquesta de México
, el origen de su entusiasmo y su faceta de estudioso, que se plasmaron en el enriquecedor volumen recientemente editado.
Diemecke se dijo ahí bilingüe temprano: Empecé a hablar español al tiempo que hablaba la lengua de la música
. Por esa razón, el poeta Leyva lo abordó: Me interesó escribir tu biografía porque me interesa escribir la biografía del lenguaje musical
.
Exultante, el director describió el fondo de su pasión por el arte, sus reminiscencias y otros sucedidos en un día tan lleno de historias y música. Se reconoció peligrosamente emocional
y refirió que durante la pandemia se dedicó a estudiar y ver lo que es importante: La música”.
Agradeció que la presentación ocurriera en Guanajuato, “donde yo crecí…”, mientras la voz se le agrietó emotivamente y fue abrazado con un aplauso por los asistentes. Continuó, “…donde fueron mis sueños con Mahler.
Caminaba esas calles y creía que eran inmensas. Cruzaba una que medía como 4 metros de ancho y yo sentía que no tenía fin, a los dos o tres años. Soñaba viendo las nubes y pensando qué presagiaban.
Contó que visitó la casa que habitó de niño, de la que después se enteraría que era donde había nacido Diego Rivera.
Su visión de la dirección de orquesta, dijo, es que uno tiene que ser poseído. Es como ser poseído tan fuerte que para hacer la siguiente obra tengo que hacerme como un exorcismo para sacar a un personaje e introducir a otro
.
Destacó que su admiración por Mahler se basa en el reconocimiento de la fuerza que tuvo para encontrar un mundo que fuera perfecto
.
Más tarde, el reconocido concertador rememoró que de joven integró estudiantinas e interpretaba música popular. Una de ellas llegó a la final del certamen nacional Estudiantina de Oro y cuya derrota fue el Robo del siglo
, pues todos sabían que por su calidad y propuesta innovadora debieron obtener la victoria.
A pesar de no ganar el concurso, la estudiantina se convirtió en embajadora cultural y todos los integrantes recibieron un anillo con el glifo maya que significa arte, que él aún hoy porta con orgullo.
Relató que por esa época actuó disfrazado de conejo y caminó por la calle para ser retratado por un fotógrafo. También habló de cuando aprendió polaco para jugar bridge con personas de esa nacionalidad. Las anécdotas fueron innumerables y mostraron su paso desbordante por la vida.