Ciudad de México. Concebidas para formar profesionales en las comunidades más apartadas y marginadas del país, las Universidades para el Bienestar Benito Juárez (UBBJ) impulsan un programa educativo que no está presionado políticamente ni por un grupo ni por un partido ni por otros intereses, incluyendo los religiosos
, asegura Raquel Sosa Elízaga, coordinadora de este organismo social.
En entrevista con La Jornada, la doctora en sociología e historia, responsable de 145 sedes de las UBBJ en todo el país, resalta la autonomía de estas escuelas respecto a los gobiernos estatales y municipales. Se pronuncia por que haya una inversión permanente y creciente para garantizar su labor
de parte del gobierno federal, que tiene a cargo su financiamiento, a partir de su creación.
Desde 2019, estas universidades han tenido un presupuesto anual de mil millones de pesos y será hasta 2023 cuando reciban un incremento cercano a 50 por ciento, de acuerdo con el proyecto del Presupuesto de Egresos de la Federación, próximo a aprobarse.
Hasta ahora, 107 sedes de las UBBJ cuentan con instalaciones propias y 30 más se encuentran en fase de construcción, lo que da una tranquilidad enorme a las comunidades de que seguimos avanzando, de que no nos vamos a ir
, afirma Sosa Elízaga.
Destaca que con el apoyo colectivo de padres de familia y estudiantes han logrado superar múltiples obstáculos para instalar las sedes, desde las carencias que enfrentan las localidades por la marginación y pobreza en que se encuentran, hasta las campañas de difamación contra las escuelas.
No hacemos competencia con nadie ni queremos molestar a nadie. Tenemos nuestro propio espacio y estamos respondiendo a un anhelo histórico de las comunidades, gozar plenamente del derecho a la educación
, subraya.
A más de tres años de la creación del programa de las UBBJ, actualmente con una capacidad de atención de 130 mil alumnos, Sosa Elízaga, profesora universitaria con 50 años de experiencia docente, destaca que, sin ningún tipo de promoción, este año 280 comunidades más demandaron una sede de la universidad. De ellas, 38 fueron seleccionadas, por lo que han iniciado los estudios de factibilidad para su creación.
–¿Cómo avanza la creación de las sedes y qué respuesta tienen en las comunidades?
–Nos va muy bien. No significa que seamos perfectos ni mucho menos que tengamos todos los problemas resueltos, pero no nos equivocamos cuando pensamos que esto debía ser un trabajo comunitario con padres de familia, comisariados de bienes comunales y presidencias municipales. Esa es la base de la comunidad y de un trabajo armónico.
Los padres de familia han sido extraordinariamente responsables y son a veces más puntillosos de lo que hubiéramos imaginado. Cuidan hasta el último los recursos de la escuela y son capaces de enfrentarse a un residente de obra si consideran que está comprando a precios más altos o haciendo alguna cosa que no está autorizada. Entonces, nos llaman para aclarar cualquier duda o problema.
–Una de las características de las UBBJ es su modelo pedagógico enfocado a los problemas de las comunidades, ¿cómo marcha su aplicación?
–Estamos en una etapa muy interesante, porque a partir de nuestras experiencias con el modelo Kaleidoscopio (concibe el aprendizaje como una relación de intercambio entre sujetos libres) iniciaremos una revisión de nuestros planes de estudio.
“Necesitamos valorar bien si los temas en los planes de estudio son los adecuados, si no se repiten y si tenemos posibilidades de tener el equilibrio que requerimos para que el trabajo de aula, siendo muy importante, no desplace el trabajo de práctica, que es la base de todo lo que tenemos.
Queremos referencias experienciales que nos indiquen qué es lo que estamos aprendiendo y para qué. Todos los ciclos escolares tienen un propósito, por lo que la organización de los temas y la secuencia de aprendizaje entre distintos profesores no permite que ninguno se apropie del ciclo escolar.
–¿Qué tanto afectó la pandemia de covid-19 la deserción escolar?
–Sufrimos una pérdida de 13 por ciento de estudiantes en el último ciclo escolar. En estas universidades tratamos de no perder comunicación con nuestros estudiantes y los docentes. Buscamos conocer las necesidades de las familias y, en la medida de nuestras posibilidades, ofrecer algún apoyo.
Estamos en lugares complicados y difíciles donde ha habido mucha violencia, y no hacemos distingo entre estudiantes. Somos muy respetuosos de todo y sabemos que hay comunidades muy heridas por la violencia.
–¿Considera que han fomentado una restauración del tejido social?
–Sí, en la medida de nuestras posibilidades, pero sobre nuevas bases. Cuando el desastre te barrió un pueblo entero, ya no hay posibilidad de recuperar la normalidad de antes, sino que hay que buscar cómo se reconstituye una normalidad en otros términos, y eso es lo que tiene pasar, sobre todo en los lugares de mucha violencia.
–Con la pandemia de covid-19, la formación de futuros médicos y enfermeras retomó un papel central, ¿cómo participan las UBBJ?
–Hay un gran interés en las escuelas de salud. Nuestras escuelas de medicina integral y enfermería están en este momento a tope, aunque las de veterinaria también son escuelas muy grandes. Prevemos un crecimiento, y si tenemos las condiciones de hacerlo, que tengan un componente siempre grande de alumnos.
La visión que tenemos es que tanto los egresados de enfermería como de la medicina integral den atención de primer contacto, y no es que el paciente acuda a la clínica, sino que nosotros vayamos a la comunidad y que podamos colaborar en el diagnóstico para, si es necesario, referir a los pacientes a alguna clínica.