Ciudad Juárez, Chih. En la novena edición del programa llamado “Abrazos, no Muros”, realizado esta mañana a la orilla del Río Bravo, se reunieron alrededor de 300 familias después de años de no verse; este proyecto estuvo suspendido por la pandemia de Covid-19.
“Abrazos no muros” tiene como fin reunir a las familias que, por su condición migratoria, no pueden viajar entre Estados Unidos y México, es por ello que logran tener este encuentro una vez al año.
El evento fue controlado y vigilado por personal de la Patrulla Fronteriza y de la Guardia Nacional, quienes pidieron que las familias del lado mexicano que estarían abrazando a sus familiares por tres minutos fueran vestidos de azul, del lado norteamericano de amarillo y a los organizadores de rojo.
Cada vez que se abría una puerta del muro metálico para dejar pasar a los que venían del lado norteamericano se escuchaban gritos de emoción y las lágrimas afloraron; algunos tenían hasta 20 años de no verse con sus familiares.
En medio del río Bravo se tendió un puente provisional de madera, por el cual solamente podía pasar una persona y aunque la actividad era a las ocho de la mañana, familiares llegaron desde las seis.
El proyecto es organizado por la Red Fronteriza por los Derechos Humanos, organización no gubernamental (ONG) que ha impulsado estos reencuentros y ahora tuvieron participación de la Alianza Reforma Migratoria para Texas y el Centro de Trabajadores Agrícolas Fronterizos.
Fernando García, dirigente de la Red Fronteriza, fue el encargado de pedir a las familias listados de cada una de ellas quienes eran llamados a cruzar el puente provisional del lado mexicano, permitiendo los tres minutos de abrazos entre los familiares que fueron separados, algunos por ser deportados y otros porque no tener documentos para cruzar de manera legal.
Una escena conmovedora fue la de Guadalupe Hidrogo, una mujer que llevaba 20 años sin ver a su hijo; en sus manos llevaba la urna con las cenizas de su esposo fallecido hace un mes. Aseguró que esos fueron los minutos más largos de su vida. Su hijo lloró al abrazarla.
Desde hace un par de meses, la familia se registró en la lista del programa; ellos son originarios de Torreón, Coahuila.
Otro caso es el de Minerva, quien vive en en Ciudad Juárez, ella abrazó a su hermano Miguel al que no veía desde hace ocho años; él salió de su casa en el estado de Zacatecas cuando tenía 20 años y cruzó a Estados Unidos sin documentos.
Buenos deseos, palabras de amor, abrazos y besos imperaron desde las nueve de la mañana sobre las aguas del Río Bravo, una corriente que “arrastra sangre, pero también esperanza”, concluyó Fernando García.