Guanajuato, Gto. Ópera, danzón, rumba y K-pop, en la segunda noche multifacética cervantina encantaron y desvelaron a miles de personas, para quienes la gran fiesta es poder abrazar al de junto, compartir las duras historias de los meses pasados, como una manera de conjurar tristezas y ausencias, porque todos aquí somos sobrevivientes de la pandemia y hay que celebrar porque la vida es corta.
Ese fue el ánimo en los tres puntos principales donde transcurrió este jueves el Festival Internacional Cervantino (FIC), edición de oro.
En la pista uno: niños y adolescentes brinque y brinque con el grupo coreano Kard, en la Alhóndiga de Granaditas, ante los sorprendidos espíritus novatos que no saben ni recuerdan aquellos legendarios desmayos y tumultos protagonizados por las llamadas boybands latinas de los años 80, desmanes que por supuesto ahora no se vieron.
Concierto cumplidor, con todo y el play back de los cuatro jóvenes que cantan en su lengua natal, en inglés y un poquito de español aquello que dice: make it burn, make it burn, make it burn
, y luego en coreano: oneul bam nail bam maeil bambam (esta noche, mañana por la noche, todas las noches). Ese es el hoy popular género del K-pPop asiático que hace decolorar los cabellos de los chavos que se quieren parecer a sus ídolos.
Con todo y los gritos de los afortunados fans que acudieron al concierto, el público en general estuvo muy bien portado en los espacios en los que se distribuyó: al frente, en el corralito VIP, se vio a varios funcionarios culturales y estatales acompañar a sus retoños; por ahí andaban también la directora del FIC, Mariana Aymerich, y la secretaria de Cultura federal, Alejandra Frausto, grabando con su celular al respetable.
Luego, en el área para la prensa, todos muy atentos con sus cámaras por si había algún desmayo, pero fuera de los contoneos de las chicas de Kard, Somin y Jiwoo, la imagen que acaparó los flashes fue la llegada al escenario de un peluche del Doctor Simi, que de inmediato una de las cantantes tomó con la mano durante toda una canción.
En las gradas, solamente al final se levantó el público para brincar y aplaudir el gesto del joven llamado BM, quien saludó a sus seguidores con un: ¡Viva México, cabrones!
No faltaron espectadores en las afueras de la Alhóndiga, apretujados en la empinada calle aledaña; otros más en los balcones y azoteas de la casa azul cielo de al lado que siempre transforma sus puertas y ventanas en parte del foro.
Como ya no hubo repertorio para ofrecer un encore, el show de Kard terminó pronto con cientos de celulares rellenos de videos y fotos; en estos tiempos de redes sociales, en los conciertos se ven sólo brazos levantados, sosteniendo teléfonos, mientras las personas, muy quietecitas, evitan el contagio de la música para no moverse demasiado y arruinar sus grabaciones.
En la pista dos, una ópera de tres horas de duración en el Teatro Juárez: La carrera de un libertino, de Stravinsky, cuya concepción escénica realizada por Mauricio García Lozano sorprendió al público, tal como había prometido el director por la mañana en su encuentro con la prensa. Los actores son atletas en escena, haciendo cosas que ni se imaginan
, pues la ópera, gracias a García Lozano e Iván López Reynoso, director concertador, no fue más ese lugar tieso donde el cantante se para, desterrado
, sino una invitación a espiar un Londres contemporáneo y provocador, guiados por las peripecias del joven Tom Rakewel y su demoniaco amigo Nick Shadow. La producción es de la Ópera de Bellas Artes.
En la pista tres: danzón dedicado a los trasnochadores cervantinos, en la plaza San Fernando, tomada por el contingente del Salón Los Ángeles, comandado por Miguel Nieto. Alrededor de mil 200 personas, contadas a ojo de buen cubero, sacaron lustre a las baldosas del lugar al ritmo del grupo Son Rompe Pera, de los hermanos José Ángel y Alan Gama.
Celulares en los bolsillos, ahora sí, para poder estrechar bien a la pareja de baile y lucir los mejores pasos, junto a los infaltables pachucos que desde la colonia Guerrero de la Ciudad de México llegaron para celebrar los 50 años del FIC, ahora con esas rumbas que rompen la barrera de los géneros al integrar punk, garaje y sicodelia
.
No importó que los asistentes no supieran los nombres de los temas interpretados con candela y potencia. Desde la primera canción, Cumbia buena, hasta No bailes de caballito, pasando por Cumbia punk, la pachanga se prologó hasta la madrugada. Sudor y regocijo cervantino, sólo para trasnochadores.