Desde que era opositor, el presidente Andrés Manuel López Obrador nunca ha usado demasiado efectivo, menos aún tarjetas bancarias o cheques. En varias ocasiones se quedó varado en el aeropuerto o inclusive tuvo que rascar en lo más profundo de la cartera para pagar una cuenta de un café con pan.
Así lo narró esta mañana en su conferencia de prensa en Palacio Nacional, al advertir que no le interesa el dinero y que sólo usa la cartera para llevar sus identificaciones. Quienes han manejado sus ingresos han sido sus esposas: en el pasado Rocío Beltrán (fallecida) y hoy en día Beatriz Gutiérrez.
Expuso todo ello a propósito de la “guerra sucia” en contra de él y de su administración a partir de críticas e información publicada en diversos espacios.
“Va a seguir la guerra sucia, pero no da resultados, tiene un efecto de búmeran, tiran y se les regresa, no les ayuda. Yo lo veo en la actitud de la gente, por ejemplo, a ¿quién se le ocurre dar a conocer como una gran nota el que estoy enfermo? Cuando el pueblo de México es respetuoso de los enfermos, de la gente mayor, porque el pueblo de México no es de malas entrañas”.
Planteó que profesa “una especie de religión” que tiene que ver con que el amor y el poder “deben ser puros y ponerse al servicio de los demás, no me ha interesado nunca el dinero, nunca, llevo décadas sin tener una cuenta de cheques. No cinco, diez, treinta o cuarenta años; no sé llenar un cheque o una tarjeta de crédito, no sé; no traigo cartera, quien administra mis ingresos es Beatriz, y antes Rocío y me daban para mis gastos, para lo elemental”.
Remarcó que por más que lo intenten, sus opositores no podrán encontrarle algún manejo sucio. “No me importa, nunca me ha interesado el dinero, lo material. Porque también siempre digo que no todo el que tiene es malvado y respeto a todos, nada más que yo tengo una manera de pensar y de ser, entonces, ¿cuándo van a encontrar ilícito? No soy corrupto”.
Esa falta de dinero en el día a día ha dejado varias anécdotas que compartió esta mañana: “Una vez fui con mi gran amigo (José María) Chema Pérez Gay al aeropuerto y pues Chema igual, que yo, y le dije, vamos a tomarnos un café y un pan, nos fuimos, y nos damos cuenta que había que pagar y, ¿cómo le hacemos?, Entonces traía en la cartera donde traigo mi identificación, ahí doblado un billetito, y ahí pagamos”.
Otra de esas historias incluye a este diario y se dio después que fuera jefe de gobierno de la Ciudad de México. Fue también en el aeropuerto, viajaba a Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, y por enfocar toda su atención en la lectura, no se percató que el vuelo había cerrado.
La persona que lo había llevado a la terminal aérea ya no estaba ahí y además también se había llevado las llaves del departamento de López Obrador.
“¿Ahora qué hago?”, se preguntó. “Voy con los taxis y le digo: ¿cuánto me cobra?”. “¿A qué lugar?”, le respondió el taxista. “A La Jornada –replicó el hoy mandatario— porque ahí está una persona que quiero mucho, Chabelita, que es la que atiende ahí, secretaria, asesora, como Laura (su asistente), de toda la vida, ya llegué”.
El taxista lo reconoció: “Ay licenciado, es usted, ¿y qué pasó?”. Despreocupado López Obrador le contó la situación y le dijo que al llegar a las instalaciones de este periódico podría pagarle. “Subí, me prestaron dinero y también me dejaron llamar para pedir la llave y me fui al departamento”.
Una ocasión más se dio también en el aeropuerto: “Llego y no había nada, me saluda cariñosamente una familia, les digo, ¿a dónde van? No pues... ¿no pueden llevarme? 'Sí, como no'. Ya me había subido y en eso llega el que me iba a llevar”.