Madrid. La influencia de una antigua luna masiva hoy ausente puede explicar la inclinación extrema sobre su eje del planeta Urano, que registra una oblicuidad de 98 grados, frente a los 23 de la Tierra.
La oblicuidad extrema de Urano se atribuye comúnmente a impactos gigantes que ocurrieron al final de la formación planetaria. Pero en una escala de tiempo de mil millones de años, se ha demostrado que la migración de las mareas de los satélites de Júpiter y Saturno afecta fuertemente la dinámica de su eje de giro.
Un equipo de investigadores de La Sorbona, la Universidad de Maryland College Park, la Universidad de Pisa y la Universidad de la Costa Azul revisaron el escenario de la inclinación de Urano a la luz de este mecanismo, y publicaron resultados en arXiv.
El equipo analizó el espectro de precesión de Urano e identificó las resonancias orbitales seculares candidatas que podrían ser responsables de la inclinación. Determinó las propiedades del antiguo satélite hipotético requerido para una captura y exploró la dinámica numéricamente.
Los investigadores descubrieron que Urano probablemente comenzó con una inclinación aleatoria pero pequeña. Con el tiempo, ese declive tendrá una precesión, como la llaman los astrónomos, y la dirección de rotación del planeta se tambaleará como un trompo gigantesco, informa Space.com. Por lo general, a una luna no le importa la precesión de la inclinación de su planeta. Pero es posible que un satélite natural quede atrapado en un patrón de resonancia, en el que el tiempo necesario para la precesión coincide con un número entero de órbitas del cuerpo celeste.
Esta resonancia permite que la fuerza gravitatoria de la luna tire suavemente del planeta, reforzando la precesión. Es como una cuerda invisible unida a la parte superior del planeta: en el transcurso de millones de años, esa inclinación empeora cada vez más. A medida que esto suceda, la órbita del satélite se acercará cada vez más al planeta.
Los investigadores descubrieron que si Urano alguna vez tuvo una luna lo suficientemente grande, en el espacio de unos pocos cientos de millones de años sería capaz de llevar la inclinación del planeta a más de 80 grados. Para terminar el trabajo, el satélite se estrellaría contra Urano, bloqueando la inclinación del planeta en su valor actual.