Moscú. Más rápido que la Duma y por unanimidad, el Consejo de la Federación o Cámara alta del Parlamento ruso ratificó este martes la anexión de Donietsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia, aunque desde que se firmaron el viernes anterior los tratados de adhesión el ejército ucranio siguió recuperando lo que considera parte de su territorio ocupado.
Sólo la senadora Liudmila Narusova –con la confianza que le da ser la viuda de Anatoli Sobchak, quien como rector de la Universidad y después alcalde de San Petersburgo ofreció trabajo a Vladimir Putin tras su regreso de su única misión como agente del KGB en el extranjero–, se permitió formular el único comentario que rompió la monotonía de la sala:
“Desde que se firmaron los tratados de adhesión, la línea del frente ha cambiado y ahora nos proponen incorporar a la Federación Rusa regiones que tienen parte de sus territorios ocupados por tropas de otro país (Ucrania). Esperaba que la Corte Constitucional pudiera aclarar esto, pero lamentablemente no lo hizo. Me gustaría que el representante de la cancillería (el viceministro Grigori Karasin) nos hiciera el favor de explicarnos cómo proceder”, señaló Narusova.
La presidenta del Senado, Valentina Matviyenko, no cedió la palabra a Karasin, sino a Andrei Klishas, que representa al Consejo de la Federación ante la Corte, quien dijo que los jueces no dictaminan sobre “cuestiones de hecho” y, a la vez, pueden tomar en cuenta “circunstancias políticas”, por lo cual su colega Narusova “esperó en vano explicaciones que no le corresponden dar” a la Corte Constitucional.
Antes de la votación, Karasin presentó un informe, en el cual calificó al gobierno de Ucrania de “desquiciado régimen neonazi” hostil a las autoridades rusas, expuso una vez más los motivos de la “operación militar especial” y concluyó afirmando, lo mismo que dijo Matviyenko al inaugurar la sesión, que la adhesión de las cuatro regiones parciales es “un deber moral de nuestra potencia”.
El último trámite
Ya sólo falta que el presidente Putin promulgue las leyes que, para el Kremlin, convierten en parte de Rusia una extensión que, junto con Crimea anexionada en 2014, equivale a 20 por ciento del territorio de Ucrania. A partir de ese momento, la contraofensiva del ejército ucrania podría ser tildada de “agresión” contra Rusia.
Al mismo tiempo, y a pesar de las voces irreflexivas que piden el uso inmediato de las armas nucleares tácticas para recomponer la situación en los campos de batalla, Yuri Fiodorov y otros analistas militares creen que no es inminente que Rusia tenga que recurrir a este tipo de armamento devastador por varias razones:
La principal es que hasta China e India, países con que Rusia defiende un mundo multipolar y aspira a compensar el aislamiento que le imponen Estados Unidos y sus aliados, no sólo no reconocen la anexión, sino están decididamente en contra de que el Kremlin emplee su arsenal nuclear contra Ucrania.
Pekín es consecuente con los documentos que firmó con Kiev hace 9 años (el Tratado de amistad y cooperación y la Declaración conjunta sobre el fortalecimiento de la relación estratégica), en los cuales “China se compromete a ofrecer garantías de seguridad a Ucrania, en caso de que ésta sea víctima de una agresión con uso de armas nucleares o de amenazas de llevar a cabo esa agresión”.
Con este recordatorio contestó, el lunes anterior, la cancillería china a la agencia noticiosa RIA Nóvosti, interesada en saber su opinión respecto al intercambio de advertencias entre Moscú y Washington que podría derivar en hecatombe atómica.
“China ha escuchado con atención las declaraciones de las partes sobre el uso de armas nucleares. No se puede ganar una guerra nuclear. Exacerbar en las condiciones actuales la amenaza de una guerra nuclear no puede mejorar la situación, sólo puede echar más gasolina al fuego”, respondió por escrito la cancillería china.
Ante la preocupación que generó la reiterada advertencia de Putin y otros altos funcionarios de que Moscú “defenderá sus tierras con todos los recursos a su alcance”, en alusión a su arsenal nuclear, el representante adjunto ante la ONU, Konstantin Vorontsov, leyó ese martes en Nueva York una declaración del director general para el control de armamento y la no proliferación nuclear de la cancillería rusa, Vladimir Yermakov, en el sentido de que “Rusia está comprometida con la declaración (de las cinco potencias atómicas reconocidas) de que es inadmisible comenzar una guerra nuclear”, pero el Kremlin siempre ha dicho que no tiene la intención de hacerlo y que su Doctrina Nuclear justifica cuándo y en qué circunstancias puede usar su armamento nuclear.
Riesgos de escalada
Otra razón para reservar el arsenal nuclear como última carta es que no son pocos los observadores que creen que Ucrania, de ser agredida con bombas atómicas tácticas (las que por su potencia destruyen todos los edificios y matan a todo el que se encuentre en un radio de cinco kilómetros) puede recibir sistemas de lanzamiento de misiles que tripliquen su alcance hasta los 300 kilómetros y, por tanto, capaces de causar severo daño a Sebastopol, en Crimea, y ciudades en Rusia, si es que Ucrania no recibe por debajo de la mesa –como advierte hasta Igor Guirkin, acérrimo partidario de la anexión– “ojivas nucleares tácticas, que pueden ser lanzadas desde los misiles que ya tiene”.
Bombas nucleares de mayor capacidad acabarían generando una nube radiactiva que el viento puede llevar en cualquier dirección, cual efecto búmeran hacia Rusia o cual declaración de guerra hacia un miembro de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), multiplicando el riesgo de desatar una catástrofe nuclear.
El ministro de Defensa ruso, Serguei Shoigu, parece dar la razón a quienes sostienen que, por más amenazas y ensayos de armas que haga, Rusia intentará otras soluciones antes de invocar su Doctrina Militar para usar sus artefactos nucleares al decir este martes que el ejército ruso tendrá pronto, cuando terminen su periodo de preparación, “200 mil refuerzos”, aunque no precisó sin son sólo reservistas de la “movilización parcial” o también conscriptos de la campaña de primavera.
El experto Fiodorov piensa que esos improvisados soldados no podrán avanzar hacia las fronteras administrativas de las cuatro regiones anexionadas y tampoco retener las posiciones que ocupa actualmente el ejército ruso en las zonas que el Kremlin considera parte de Rusia y prevé numerosas bajas.
Y mientras el ejército ucranio –de acuerdo con un enorme mapa que mostró en su rueda de prensa diaria el vocero castrense, Igor Konashenkov, para ilustrar los “objetivos del enemigo destruidos”– en un solo día, del 3 al 4 de octubre, avanzó 30 kilómetros en Jersón, el presidente Volodymir Zelensky firmó un decreto que declara “nulas y sin efecto” las anexiones rusas de territorios ucranios y que establece, con el respaldo del Consejo de Defensa y Seguridad Nacional de Ucrania, que es imposible iniciar negociaciones de paz con (el presidente de Rusia) Vladimir Putin, al que el gobernante ucranio calificó de persona que “no sabe qué es la dignidad y la honestidad”.
Las fuerzas ucranias avanzan a través de las líneas de frente en Jersón, una de las cuatro regiones que el presidente Vladimir Putin de Rusia anexionó la semana pasada, en lo que constituye el golpe más reciente contra la campaña militar de Moscú. Vía Graphic News