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“Saqué el piano a la calle e introduje la cacerola a la sala de concierto”

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Quiero hacer algo que invite a reflexionar sobre aquellos que llevan una cacerola en la mano y la represión que reciben, explica en entrevista. Foto cortesía de la artista y del Cenart
24 de septiembre de 2022 10:56

Las cacerolas que en las calles manifiestan el descontento por las injusticias sociales son un instrumento vociferante en los conciertos de la pianista chilena María Paz Santibáñez, quien hoy presentará parte de su proyecto Resistencia femenina, en su participación en el Festival Internacional de Piano En Blanco y Negro, en el Centro Nacional de las Artes (Cenart).

Siempre mantuve por muchos años una militancia por los derechos humanos y sociales, frente a mi parte de la música dedicada a defender la composición contemporánea, dice en entrevista. Hasta que se unieron, saqué el piano a la calle e introduje la cacerola a la sala de concierto.

La reconocida intérprete afirma: Aprecio menos el arte que denuncia que el arte que sugiere. No me gustan las cosas ilustrativas ni donde exista violencia explícita. Quiero hacer algo que invite a reflexionar sobre aquellos que llevan una cacerola en la mano y la represión que reciben.

Lo hace con poesía, bailando o con las frases: Y la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía, como interpretará con la pieza Vendajes, de Valeria Valle, basada en el famoso performance El violador eres tú, del grupo de mujeres La Tesis, para denunciar el patriarcado institucional y la violencia de género.

“Estaba en un proyecto muy bonito, que fue el encargo de la Suite impacto para piano y cacerola, el cual tuvo su origen en la revuelta que hubo en Chile en 2019, donde hubo muchas víctimas de violencia policial que perdieron la vista; una cosa muy brutal.

La impresión que me causó esto me hizo llamar a compositores de distintos países, como Argentina, España, Alemania y Australia, incluida la mexicana Gabriela Ortiz, para convocarlos a crear una obra para piano y cacerola, que en un principio iba a tocar con un ojo parchado. La libertad era absoluta para la cacerola, ya fuera como percusión o contrapunto con poesía mapuche, como ocurrió, por ejemplo.

El propósito era crear una pieza con un sentido acerca de la realidad contemporánea que vivimos. “Llegó la pandemia, La Tesis se hizo viral y me interpeló tanto que encargué a Valeria Valle esta pieza, que se titula Vendajes: el violador es… eres.. eras..., basada en esos textos.

“En este concierto para En Blanco y Negro no voy a hacer el proyecto Resistencia femenina entero”, anuncia, aunque además de Vendajes incluyó algunas piezas de la Suite impacto en el programa de esta noche en el Cenart, como parte del festival que coordina Juan Arturo Brennan, y se suma a su repertorio predilecto, que tiene bastante simbolismo para mí.

Se trata de Béla Bartók, Alberto Ginasterra, Maurice Ohana (de quien hizo un disco de composiciones en 2010 y fue aclamado por la crítica) y Claude Debussy, que se oirán esta noche a partir de las 19 horas, en el auditorio Blas Galindo. El concierto también se transmitirá por las redes sociales del Cenart.

Una enamorada de Debussy que charla con Helffer

Se declara enamorada de Debussy. También se liga emocionalmente al pianista francés Claude Helffer (1922-2004), maestro fundamental durante sus estudios en París, pues marcó su carrera musical. Desde que el músico falleció, María Paz se ha dedicado a salvaguardar su legado inscrito en sus Cuadernos de análisis, junto con el diario de vida de este pianista, pedagogo y parte de la resistencia francesa.

Era defensor de la música contemporánea; trabajó de la mano con Pierre Boulez. En archivos inéditos de la música que dejó, cuatro de los 25 cuadernos son dedicados a Debussy. A pesar de que Claude ya falleció, converso con él, porque voy leyendo sus análisis llenos de vida, que tuve la fortuna transcribir, explica.

Es la vida que tiene la música, porque una partitura en sí misma no es música; es un papel lleno de signos. ¿De qué se trata? De hacer vivir aquello. De establecer un diálogo, el único elemento formal que tenemos con un compositor para discutir es su partitura.

Su costumbre por muchos años han sido programas con una conjunción particular, por ejemplo, al poner a Chopin con Stockhausen y sus distintas maneras de fantasear.

Crecí en dictadura. Cuando sucedió el golpe de Estado contra Salvador Allende tenía cinco años y me formé en esa situación, relata la pianista, nacida en Viña del Mar, en 1968. Desde los 14 años ya era absolutamente militante para que esa cultura de muerte terminase en mi país, para mi familia, mis amigos.

Sus estudios profesionales en el Conservatorio los vivió a la par con su militancia en favor de la democracia. En 1987, mientras participaba en una protesta, fue baleada en la cabeza por un policía. Víctima de la dictadura de Pinochet, continuó su formación y carrera profesional en República Checa y Francia.

Durante muchos años prefirió no mencionar su historia personal, esperando tener su lugar como profesional: “Me pareció peligroso que la calidad de la víctima se mezclara con la calidad de la artista. Entonces lo guardaba muy separado. El tiempo pasó, las cosas también se reordenan, saqué mis primeros discos, tuve críticas. En un minuto ya era hora de reunir los dos ejes de mi vida: la defensa de los derechos humanos y la defensa de la creación contemporánea. Ahí se cristalizó el proyecto Resistencia femenina, que lo amo.

Tenía dos maneras de estar en la música: una era tocando Beethoven, Bach y Chopin; siempre he sido una enamorada de la música clásica. Después me tocó vivir la represión en carne propia; fue bastante brutal aquello.

Continuó sus estudios junto al repertorio tradicional, pero empecé a escarbar muy rápido en la música contemporánea también; me interpela lo que cuestiona en el fondo al mundo; me gusta el diálogo al pasado, porque sin memoria no hay futuro.

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