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Reivindicar a los caídos en la ‘guerra sucia’, mi meta: Micaela Cabañas

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Micaela y su madre, Isabel Ayala, quien estuvo detenida durante dos años en el Campo Militar número 1, donde fue torturada y abusada cuando tenía 14 años. Foto ‘La Jornada’
18 de septiembre de 2022 09:28

Ciudad de México.Micaela Cabañas Ayala, hija de Lucio Cabañas y de Isabel Ayala, ingresará mañana al Campo Militar Número Uno, el espacio castrense donde entre 1965 y 1980 fueron trasladadas en secreto, detenidas ilegalmente, torturadas y en no pocos casos desaparecidas más de 500 personas.

Este recorrido por las instalaciones del Ejército, en el que participan cerca de 50 personas, será la primera de tres incursiones durante 13 días consecutivos organizados por la Comisión para el Acceso a la Verdad, el Esclarecimiento Histórico y el Impulso a la Justicia de las violaciones graves a los derechos humanos durante la llamada guerra sucia.

Su madre Isabel, entonces una chica de 14 años, recién casada y con una niña en brazos, fue detenida arbitrariamente en 1974 por militares en las batidas que realizó el Ejército en la sierra de Guerrero para arrasar con la familia del hombre que se levantó en armas en contra del cacique y gobernador conocido como El Tigre de Huitzuco. Todos fueron trasladados al campo militar, encerrados en sus cárceles secretas y tenidos, para el resto del mundo, como desaparecidos.

A la pequeña niña la torturó personalmente el entonces coronel Arturo Acosta Chaparro, tomándola de los pies y poniéndole una pistola en la cabeza frente a su madre.

Después de prolongadas negociaciones con elementos del Ejército, se acordaron los términos para el ingreso al campo de unos 30 sobrevivientes, familiares de víctimas y colectivos de defensores de derechos humanos a ese sitio que ocultó historias dramáticas de la guerra contrainsurgente mexicana.

Isabel Anaya, que fue secuestrada en la sierra de Guerrero en 1974 y liberada dos años después, a los 17 años, fue asesinada en Atoyac en 2011, apenas ocho días después de asistir por primera vez en su vida adulta a un homenaje al jefe guerrillero, su primer compañero. Cabañas había caído en combate en diciembre de 1974.

Micaela, que también fue trasladada como presa política al campo militar junto con su madre y varios integrantes de la familia Cabañas y Ayala cuando apenas era bebé, donde aprendió a caminar y de donde salió a los dos años, entiende este primer recorrido al sitio que fue vetado para los civiles durante medio siglo como un momento sentimental y simbólico, pero sobre todo como una acción para reivindicar mi historia y la de esos hombres y mujeres que participaron en la lucha armada, que eran idealistas, que lucharon para que en México haya justicia y libertad, pero que murieron en el camino.

A sus 48 años, con una hija, a Micaela le gustaría poder tener un sencillo gesto, quizás esparcir algunas flores, en el lugar en que estuvieron las celdas clandestinas donde encerraron a su madre junto con sus tíos Bartola y Conrado, hermanos de Lucio, hoy septuagenarios, que también participarán en este primer ingreso de exploración.

Desde su primera infancia, Micaela Cabañas, que asumió ya como adulta su verdadero nombre, ha sufrido los golpes de la política contrainsurgente del Estado mexicano, desde el encierro en las mazmorras clandestinas del campo militar; la repetida violación sexual de su madre por parte del ex gobernador y cacique guerrerense Rubén Figueroa, quien entraba cada semana al campo para abusar de la prisionera adolescente, hasta el asesinato de Isabel y su hermana Reyna hace 11 años y las amenazas de muerte en su contra, que la obligaron a desplazarse de Xaltianguis junto con 18 familiares, sin que el gobierno del entonces Ejecutivo de la entidad Ángel Aguirre hiciera algo para su protección.

Sin embargo, ella rechaza considerarse víctima. Soy sobreviviente. Y luchadora. Soy como mi padre, Lucio, sentimental y con un gran amor por mi pueblo. Me he puesto como misión luchar por que en Mexico se reconozca la lucha y el valor de todos los que pelearon por esos ideales.

Las violaciones del gobernador Figueroa

Como es natural, poco recuerda Micaela de sus días en el Campo Militar. Sabe que existe una fotografía de ella, muy pequeña, con su mamá en ese lugar. Y recuerda también el nacimiento de su medio hermanito, un niño que salió con graves deformaciones genéticas, producto de las violaciones sistemáticas de Figueroa. Salimos del Campo con él. Murió a los tres meses. Está enterrado con el nombre que lo registraron, Rubén Figueroa Ayala, en el panteón de Xaltianguis, municipio de Acapulco.

Al ser liberados de la cárcel clandestina, los familiares de Cabañas fueron amenazados de muerte si volvían a hablar del maestro y combatiente o si denunciaban lo que habían vivido en manos de los militares. Isabel, que entonces tenía 17 años, después de enterrar al hijo que concibió y dio a luz durante su secuestro, cambió su nombre y el de su hija. Cuando Micaela creció, la madre le prohibió tener cualquier contacto con la familia Cabañas, condenada al ostracismo en su comunidad, Santa Rosa de Lima, en Coyuca de Benítez.

Luego emigró como indocumentada a Estados Unidos para ganar el sustento de su hija. Fue entonces cuando Micaela contactó a su familia paterna, a su abuela doña Rafaela Gervasio Barrientos y a los colectivos que continuaban la lucha por la vía civil, entre ellos la Organización Campesina de la Sierra Sur.

Cuando Isabel regresó a su pueblo, décadas después, Micaela la convenció de que asistiera a un homenaje al comandante del Partido de los Pobres en Atoyac, donde están los restos del guerrillero, al pie de un obelisco.

Mis papás se casaron en una ceremonia civil en un barranco en medio del monte. Mi mamá era una muchacha enamorada, muy bonita. Imposible que Lucio no se hubiera fijado en ella.

Relata Micaela que en esa visita al sitio que fue cuna de la insurgencia guerrerense de los años 70, Isabel vio algunas fotografías de luchadores desaparecidos y aseguró: A ellos yo los he visto en el campo militar.

Y sólo ocho días después, desconocidos cumplieron la amenaza de los militares de la cárcel clandestina. Me la asesinaron, junto con su hermana, cuando salía de su templo religioso en Xaltianguis, municipio de Acapulco. En ese tiempo (2011) ya había empezado el trabajo de la Comisión de la Verdad de Guerrero (Comverdad), que concluyó en 2014 con un esclarecedor informe sobre las atrocidades y masacres cometidas por el Ejército durante la guerra contrainsurgente de los 60 y 70 en ese estado del sur.

Los crímenes cometidos a lo largo de su vida contra Isabel, la jovencita que se casó enamorada del maestro Lucio Cabañas, siguen impunes.

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