Saúl Canelo Álvarez es el indiscutible amo de la división de los supermedios en los cuatro organismos del boxeo. Derrotó por decisión unánime a Gennady Golovkin en la tercera pelea de su rivalidad. Además, recibió el cinturón Guerrero Jaguar Zapoteca del CMB que consagra el arte del estado de Oaxaca. El combate fue menos explosivo de lo que se esperaba y más táctico de lo que quisieran los aficionados.
Si esta pelea hubiera empezado por el final, habría tenido más sentido. Durante siete episodios, el kazajo parecía en estado catatónico con un boxeo especulativo y sin demasiada fuerza. El Canelo funcionó como un pedazo de músculo voluntarioso que siempre avanzó para lastimar. Todo cobró un giro en los últimos asaltos, cuando Triple G pareció despertar de su letargo y volvió a ser esa versión rápida y clásica del boxeo de Europa oriental.
Álvarez no ocultó en el trayecto a este combate que el odio contra Golovkin es genuino. Que lo detesta porque para el tapatío la cortesía y buenas maneras del nacido en Kazakistán son falsas y le ofenden. Por eso, no tuvo mesura en anunciar que quería noquear a un peleador que jamás fue puesto en la lona.
La primera pelea de los pugilistas se llevó a cabo en 2017 y fue un empate que provocó protestas de los detractores del mexicano. La segunda fue en 2018 con la victoria para el pelirrojo, con aún más protestas de sus malquerientes. Esta vez, estaba ante la oportunidad de sepultar cualquier duda.
Durante el encuentro, el Canelo, de 32 años, se mostró en combustión permanente, mientras el kazajo, de 40 años, fue mesurado, más especulativo de lo que acostumbra. Cada resorte de las piernas del oriundo de Guadalajara parecía provocado por una explosión que culminaba en un golpe. Recto y gancho de derecha, combinación repetitiva que parecía ir haciendo un trabajo de zapa que minaba gradualmente a Golovkin, más vulnerable que en cualquiera de sus 44 peleas anteriores.
Hasta la mitad de la contienda, el ex medallista se atrevió a soltar las manos con mayor confianza. Antes de este punto, parecía como si hubiera perdido la memoria y no recordara la clase de guerrero que había sido en el pasado, de pronto sufrió una súbita transformación.
A partir de entonces empezó el verdadero combate, con un Golov-kin apurado por revertir lo que no hizo en los episodios anteriores, mientras Saúl Canelo Álvarez empezó a dar signos de esfuerzo, pues la pelea dejó de ser plácida.
Gennady Golovkin reaccionó demasiado tarde para convertirse en el peleador que solía ser. Sin embargo, logró subirle la emoción al pleito que se agotaba en promesa incumplida. En esos últimos capítulos se notó el kazajo, pero no fue suficiente para arrebatarle la victoria al hoy campeón de los supermedios de los cuatro organismos del boxeo.