Mondrian Evolution es el doble festejo que la Fundación Beyeler en Basilea (Riehen) le dedica hasta el 9 de octubre al artista neerlandés Piet Mondrian, uno de los grandes pioneros del arte abstracto, en ocasión del 150 aniversario de su natalicio y los veinticinco años de la creación del recinto en 1997, proyectado por Renzo Piano, considerado uno de los museos más bellos del mundo.
La muestra, curada por Ulf Küster, abarca la carrera completa del artista con una selección de ochenta y nueve obras, centradas en las tres décadas previas a la fase neoplástica que muestra el laborioso proceso de depuración estilística que lo llevó a la abstracción y a su fama mundial.
Mondrian nació en 1872 en Amersfoort, cerca de Utrecht, en los Países Bajos. Provenía de una estricta familia calvinista que lo enseñó a dibujar. Se formó en la Academia Estatal de Bellas Artes en Ámsterdam (1892–1895) y en 1911 viajó a París, donde permaneció hasta el estallido de la primera guerra mundial. Exceptuando esos años, desde entonces vivió en París, Londres y en Nueva York, donde murió.
El neoplasticismo mondrianiano
El desarrollo de Mondrian no fue sólo estético sino espiritual, influenciado por el esoterismo. Fue este componente místico y apolítico lo que distinguió al neoplasticismo de movimientos igualmente multidisciplinarios e idealistas como el Bauhaus alemán y el constructivismo ruso, surgidos en esos años.
La nueva plástica en pintura, como Mondrian llamó a su estilo abstracto en un ensayo de 1917, en el primer número de la revista De Stijl (Neoplasticismo fue el título de su libro, publicado en 1920), debía “liberar al hombre del caos de la vida” para conducirlo a una dimensión espiritual, por encima de la visión real y subjetiva de la realidad, buscando en su lugar “la belleza universal”, intangible e imperceptible, que exclusivamente el arte abstracto podía transmitir. Eliminó los colores realistas y trabajó con los recursos mismos del arte: línea, color y forma.
A Mondrian se le recuerda por su estilo neoplástico, al que llegó en los años veinte siendo un hombre maduro, inconfundiblemente caracterizado por líneas horizontales y verticales negras, que enmarcan planos cuadrados y rectangulares en blanco, azul, rojo y amarillo (fig. 14). Esta es la obra que influenció al arte (como el minimalismo), la arquitectura, el diseño, la moda y la cultura pop hasta nuestros días.
Mondrian Evolution
Evolución es entendida por sus organizadores como una acumulación de experiencias sobre las cuales Mondrian construyó una nueva fase de progreso artístico. La muestra contrapone en la primera sala dos obras: una de las más tempranas de su carrera, Mujer con huso (ca.1893-1896) (fig. 1), en cuyo segundo plano se entrevé una pared con azulejos blancos, delineados con una cuadrícula negra. Composición en blanco y negro (1936) es un cuadro abstracto y radical donde muestra el desarrollo que esa pequeña casilla terminó por tener, convirtiéndose en el sujeto mismo del cuadro, como es también notorio en Pintura No. III (1938), (fig. 15).
Mondrian paisajista: 1890-1908
Mondrian trabajó por series temáticas, explorando un peculiar aspecto de la composición y del color. Una característica permanente de su obra fue la inspiración en la naturaleza. Empezó como paisajista, pintó frecuentemente árboles y en la etapa abstracta afirmaba que la contemplación de la naturaleza le producía la emoción necesaria para crear y que “el arte reflejaba la espiritualidad subyacente de la naturaleza”.
Los paisajistas de la Escuela de La Haya que trabajaron en plain air entre 1860 y 1890, inspirados en la Escuela Barbizon francesa, realizaron paisajes realistas de tonos lúgubres, característicos del clima neerlandés, aunque aportándole una cualidad poética y atemporal, desafiando la pintura académica, rompiendo con siglos de rezago desde el barroco, inspirando no sólo a Mondrian sino previamente también al joven Van Gogh, que en ocasiones trabajó con alguno de ellos.
Mondrian se concentró en la paleta oscura y sobre todo en la composición. En el catálogo de la exposición, Benno Tempel identifica con certeza la influencia de Paul Gabriël (1828-1903), quien elegía del paisaje un objeto específico que posicionaba en el centro del cuadro. El especialista lo bautiza como “efecto zoom”, que en Mondrian fue característico de su período luminoso, donde la observación de la estructura del objeto le permitió ir eliminando la narración.
El color en el período luminoso: 1908-1910
Después de un largo período paisajista donde con frecuencua pintó paisajes nocturnos, Mondrian descubrió el color y los efectos de la luz, influenciado por el tardoimpresionismo (Vincent van Gogh), el simbolismo (Jan Toorop) y el cubismo. La doctrina mística, las lecturas de Rudolf Steiner y su adhesión desde 1909 a la Sociedad Teosófica, modificaron su concepto de arte, que de ser realista se fue tornando metafísico e idealista. Las pinceladas cambiaron, se volvieron libres y bosquejadas.
Determinante para Mondrian fue asimismo la Teoría de los colores (1810) de Goethe. Contra Newton, afirmó que los colores no se generaban en la luz blanca sino en la interacción entre luz y oscuridad. Se interesó asimismo por la sección de los colores fisiológicos, donde el ojo tenía un rol activo en la producción de los mismos. Por ejemplo, si se mira intensamente un círculo amarillo sobre una superficie blanca, la retina lo proyecta en morado.
Mondrian exploró el fenómeno en su serie de molinos, que capturan la percepción de los objetos en determinado tipo de luz y no su aspecto real, mostrando a su vez un progresivo intento de abstracción: desde el Molino Oostzijdse en la noche (ca.1907-1908), (fig. 04), aún realista, hasta el famoso Molino a la luz del sol (1908), (fig. 05), cuya explosión de colores transmite el fenómeno del deslumbramiento en un día de intenso calor. En 1917, después de su etapa cubista, Mondrian retomará el tema. En Molino en la noche (fig. 06), lo reduce a una simple silueta, a un plano: está a un paso del gran cambio.
El formato vertical de la serie dedicada a los faros y a las fachadas de las iglesias de Domburg (fig. 03), en la costa del Mar del Norte (1909 y 1911) le permitió escrutar la relación entre las horizontales y verticales de la arquitectura, que en 1936 estudia en su versión abstracta.
París y el cubismo orgánico: 1911-1914
Si bien formó parte del movimiento cubista con quienes expuso en 1911 en la muestra consagratoria del grupo en París, Mondrian tuvo una versión independiente y personal, de una abstracción orgánica y plana que le causó críticas. Como en los paisajes, redujo su paleta al ocre y al gris y la línea adquirió un rol preponderante. Un triplete de obras maestras realizadas entre 1908 y 1912, que representan cada una a un árbol (figs. 9, 10, 11), lo ejemplifican didácticamente, un proceso que se muestra en cualquier manuel de historia del arte.
Mondrian continuó con la serie de fachadas, inspiradas en los edificios demolidos que observaba con curiosidad desde su estudio en rue du Départ, dejando desnuda la estructura y los remanentes de papel tapiz y de pintura, que simplificó en planos rectangulares de colores.
Tras el estallido de la primera guerra mundial, Mondrian regresó a Holanda y a la figuración, retomando el paisaje (1914-1917), donde aplicó algunas de sus conquistas cubistas (fig. 12), como la serie de las Granjas cerca de Duivendrecht (1916), (fig. 8) en las cercanías de Ámsterdam, donde el árbol esta reducido a una estructura de líneas.
La última sala está dedicada a la abstracción radical que, a partir de 1917, lo conducirá al neoplasticismo en los años veinte. Mondrian libera los planos que sitúa en forma de rectángulos sobre una superficie blanca, agregándole unas líneas. Sobre Composición A (1920), (fig. 13), Mondrian afirmó que ninguna obra suya antes le había resultado tan satisfactoria. Después de tanto vagar, finalmente terminó por encontrar su lugar.
El ritmo de Nueva York: 1941-1942
La búsqueda del ritmo fue tan importante para Mondrian como la del equilibrio entre los distintos elementos de la composición. El ritmo es patente desde la serie de Árboles en el Gein (1906–07), donde muestra los troncos reflejados en el canal, en sus distintas versiones. En la pintura abstracta representó el ritmo con trucos técnicos como el adelgazamiento o la fragmentación de la línea, o el descentramiento de las figuras. La serie de Tableros (1919), por ejemplo, fue pensada como un cielo parpadeante de estrellas, para lo cual utilizó mínimas variaciones en le tamaño de los rectángulos.
Su fascinación por el jazz y el impacto de la vida frenética de Nueva York –donde se exilió al estallar la segunda guerra mundial– sacudió su obra. Modificó la serie de Ritmo en líneas rectas (1935-1940), traídas de Londres, dinamizando la composición con “correcciones”. Aunque el boogie-woogie, un género del blues que lo apantalló, fue un himno a la vitalidad, sustituyó las clásicas líneas negras por líneas de color compuestas por pequeños rectángulos en Broadway boogie-woogie (1942) y en la inconcusa Victoria boogie-woogie (1942-44), [ninguna de las dos presentes en la muestra].
Un proyecto de conservación iniciado en 2019 para estudiar las siete obras de Mondrian de la colección Beyeler, confirmó la hipótesis de que realizó sus obras neoplásticas sin una planeación, libremente, y sólo raramente hizo dibujos preparatorios. Emergió además su impecable perfección técnica y peculiaridades como la variación de matices de algunos colores aparentemente homogéneos y la superposición de color en las líneas negras para dotarlas de un efecto plástico.
La muestra Mondrian Evolution está realizada en colaboración con el Kunstsammlung Nordrhein-Westfalen Museum de Dusseldorf en Alemania, donde continuará del 29 de octubre al 12 de febrero de 2023. Cuenta además con el apoyo del Kunstmuseum Den Haag, que resguarda trescientas obras del artista; la mayor colección en el mundo. Lo homenajea separadamente en una exposición en curso hasta el 25 de septiembre, dedicada a la influencia de Mondrian en el arte, para lo cual ha adoptado desde hace años una política de adquisiciones.