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Pandemia y educación escolar / Elena Poniatowska

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En imagen de archivo, Ciudad Universitaria. Foto Roberto García Ortiz / Archivo
18 de septiembre de 2022 10:31

Ciudad de México. Hace años, gracias a Marta Bórquez, conocí a doña Clementina Batalla de Bassols por conducto de la ilustre familia Concheiro. Cuando a media avenida Coyoacán Marta me aclaró que ella era comunista, me di la asustada de mi vida, porque me persignaba en la mañana y en la noche y enseñaba catecismo en L’Èglise Française. También era intendente en los campamentos de los Scouts de Francia. Repartía espaguetis que terminaban como engrudo, así que el comunismo era el coco: equivalía a achicharrarme como los fideos de los scouts.

A la esposa de Narciso Bassols, doña Clementina, se le ocurrió enviarme con doña Eulalia Guzmán (quien descubrió los huesos de Cuauhtémoc) a un congreso feminista en Viena, Austria, por consejo de Marta Bórquez, y por eso mismo entrevisto a Luciano Concheiro, a quien conocí muy pequeño y es ahora subsecretario de Educación Superior.

–Luciano, ¿la pandemia no fue un corte bárbaro en la educación de los niños?

–Brutal. Tenemos una tasa de abandono enorme…

–¿Niños que no quieren regresar a la escuela?

–No solamente que no quieren regresar... Hay una generación que se está acabando por el bono demográfico. Tenemos ahora cada vez menos niños en la primaria. En la secundaria, en la colita de la secundaria y en la media superior se fue a las nubes y, de alguna manera, en la superior tenemos una gran exigencia. Ese cambio demográfico también trajo consigo a muchos niños que no quisieron volver o a los padres temerosos que ya no los llevaron. La crisis económica pegó muy duro también. Me contaron de una madre que murió, dejó encargado a su hijo con su padre, se muere el padre, se mueren los hermanos mayores, el niño queda solo; viene una maestra, lo rescata y comenta: ¡Qué duro ser madre y maestra a la vez! La pandemia fue una tragedia gigantesca. Hicimos un estudio a nivel superior de sus consecuencias y el capítulo de pérdida, además del sustento familiar, es elevadísimo. Uno puede hacer de la pandemia estadísticas, pero, perdón, cuando la estadística toma forma humana resulta verdaderamente terrible.

–¿Cómo llegaste a ser subsecretario?

–Todos tenemos defectos, yo soy economista; estudié en la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), cuando don Pablo González Casanova era rector. Después vino Guillermo Soberón... En ese tiempo me incluí en la lucha agraria de la Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos, además de trabajar con Ramón Danzós Palomino.

–¡Hijos, eras muy joven para hacer tantas cosas!

–Entré a la UNAM a los 19 años, en 1972. De ahí pasé a la lucha agraria y participé muy intensamente en las grandes marchas campesinas de Tlaxcala y Puebla. Estudiaba e iba a las marchas. Después hice una especialización en economía agrícola y política, en el Instituto Gramsci, en Roma. De Italia regresé a la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, la Flacso... Vino el golpe de Chile y entré a una facultad que, como su nombre indica, es latinoamericanista, con René Zavaleta Mercado, su director. ¿Recuerdas al boliviano maravilloso que fue ministro de Minas, gran marxista, gente muy sólida y maravillosa?

También estudié con Enrique Semo, el gran autor del libro sobre la catástrofe de los pueblos originarios con la Conquista. Lúcido a morir, Enrique Semo nos dio una cátedra de historia de México.

–¿Cuántos doctorados más lograste?

–Después hice uno en economía, otro en ciencia política y acabé en desarrollo rural en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) Xochimilco. Coordiné el posgrado durante los años que dediqué a las cuestiones del campo. Llevo 40 años de profesor en la UAM Xochimilco, primero en ciencias biológicas y de la salud, en el diseño de las carreras y de los posgrados con Cati Eibenschutz. Más tarde estuve en el Departamento de Producción Económica.

“En la Subsecretaría de Educación Superior analizamos todos los posibles sistemas de ese nivel, que en México son muchos. Tenemos más de 5 millones 100 mil estudiantes y cerca de 450 mil trabajadores. Es un mundo; las universidades autónomas estatales, las de apoyo solidario, las interculturales que nacen de los pueblos y se organizan para colocar en el centro su cultura, sus lenguas, sus conocimientos, dialogar con los otros conocimientos –los científicos, los técnicos– y formar jóvenes. Por ejemplo, la medicina tradicional recupera la partería, las hierbas curativas, los tés y ven su principio activo. Hacen pequeñas farmacias comunitarias y te dan la dosis exacta del medicamento... Otra de nuestras interculturales funciona en conjunto con la medicina alópata, la homeópata, hasta la acupuntura, tenemos cuatro medicinas y la gente escoge. Se trata de un diálogo de saberes muy valioso. En vez de negar los conocimientos que no han sido sistematizados en términos científicos, los utilizamos.”

–Parece que es muy fuerte el énfasis en carreras en lengua y literatura náhuatl y maya.

–Una de nuestras universidades es hermosísima y está cerca de Carrillo Puerto, en Quintana Roo. Cuenta con un gran laboratorio para meliponas, las abejitas sin aguijón. Los mayas no sólo las cuidan: investigan sus enfermedades, sus necesidades, su migración, las flores donde liban y las mieles que producen. Con ese conocimiento, nuestros investigadores apoyan su exportación y el consumo nacional.

“La miel melipona es sumamente curativa. Trabajamos con las comunidades indígenas y las apoyamos generalizando su forma de cuidado, aprendiendo de la meliponicultura prehispánica. Con Layda Sansores vamos a inaugurar la Intercultural Maya de Campeche.

En Cuetzalan, en la sierra nororiental de Puebla, los campesinos hicieron un gran trabajo con los niños. Como no tienen el peligro de que los piquen, los niños cuidan a las abejas; en 2012, Andrés Manuel López Obrador quedó asombrado con su pericia. La secretaria de Medio Ambiente, María Luisa Albores, trabajó en el proyecto de Tosepan Titataniske, Unidos Venceremos, organización cooperativa entre nahuas y tutunakus.

–¿Cómo logra la subsecretaría que encabezas atender tantos proyectos?

–Contamos con apoyo de universidades estatales, las interculturales, tenemos la dirección de universidades politécnicas y tecnológicas. Las politécnicas tienen una similitud grande con la estructura de las politécnicas francesas, muy ligadas a la empresa. También contamos con una dirección dedicada a las normales, que dependen de la subsecretaría de la que me responsabilizo: 265 normales en el país, con 18 programas distintos: educación básica, prescolar, formación en matemáticas, en física, cuyos planes y programas de estudio totalmente nuevos presentamos el 22 de agosto en Tuxpan, Veracruz, con la asistencia de todas las normales. En educación básica, el gran cambio va a llevar un año de formación de profesores y actualización de programas.

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