Ciudad de México. Con el retiro hace unas semanas de la luminaria de seis metros del altura que separaba visualmente en dos la fachada de la emblemática casa del pintor Vicente Rojo frente al Parque Carranza, en el corazón de Coyoacán, se logró recuperar su esplendor, afirma en entrevista, Felipe Leal, el reconocido arquitecto que construyera la casa.

Felipe Leal asegura que la colocación de esta parte del alumbrado público “fue algo que finalmente yo reporté porque me pareció una agresión. De pronto apareció una lámpara a mitad de la fachada, colocada por la administración anterior de la alcaldía”.

“Esa fachada siempre se concibió como un lienzo, como si fuera una interpretación de una obra de Vicente Rojo, que yo hice en tercera dimensión. Es una fachada que tiene mucho tiro visual y se ha vuelto una referencia en Coyoacán. Entonces, haberle colocado, seguramente sin mala fe, un poste a que era innecesario por la cercanía que había de otros postes en propiedades cercanas, le provocó sin duda una agresión visual”.

Cabe recordar que por instrucciones del alcalde José Giovani Gutiérrez, el poste fue retirado, lo que, para el arquitecto Felipe Leal, habla de la sensibilidad del alcalde. “El hecho de que hayan retirado la lámpara me parece un gesto extraordinario de respetar el patrimonio artístico y cultural de Coyoacán”.

La importancia de la admirada pared exterior de la casa del pintor Vicente Rojo, se resume en la idea que le dio origen en los años 90, y que el maestro Felipe Leal narra de la siguiente manera: “Fue muy bello, porque cuando me pide Vicente Rojo hacer su estudio, esa fachada justamente da al sur. Entonces consideramos que las fachadas al sur son muy agresivas para un estudio pintura. Generalmente tienen que ganar luz del norte para que la luz homogénea no genere sombras. Entonces lo que decidimos Vicente y yo  fue  hacer una pared ciega totalmente. Pudo haber sido un cubo aplanado y nada más.

Le dije a Vicente Rojo: “Oye, yo admiro mucho una serie tuya que se llama México bajo la lluvia, que son unas pinturas cuadradas, que tienen unos triángulos diagonales, como vibrantes, como si fuese una lluvia  en diagonal. Entonces le comenté: quiero hacer un muro que sea un México bajo la lluvia. Dijo “pero cómo”. Mira, en vez de poner un tabique recto como en general se pone el paño, lo voy a girar para que tenga vibración. Y Vicente se asustó un poco, con todo y que su pensamiento como escultor era bidimensional”.

Felipe Leal, titular del Seminario de Cultura Mexicana y catedrático universitario, comenta que Vicente Rojo le respondió: “Bueno, bueno, pero hazme una muestra”. Entonces subimos un murete, digamos, hasta un metro, y se paró enfrente de la fachada unas once veces y me dijo pues sí, se ve muy bien. Y como era muy reflexivo  preguntó si no se vería muy grande arriba, y le dije no, se va a ver muy bien.

Lo subimos como a dos metros y me dijo se ve fantástico. Y ya sin con temor le dije ya no dudemos Vicente, vámonos hasta arriba, solo son seis metros. Y así surgió en la fachada que se volvió un símbolo de su trabajo. Venía de un estudio muy chico, precario. Aquí pudo realizar cuadros de gran formato.

La pared, concluye Felipe Leal, “es prácticamente un mural, es una obra plástica que mucha gente de Coyoacán y de fuera reconoce y ama”.