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American curios 21 años después / David Brooks

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Fuerzas progresistas en Estados Unidos invitan a jóvenes a la rebelión antineoliberal que se manifiesta en apoyo a causas de las mayorías multirraciales, que son el futuro demográfico del país. Nuevas generaciones participan en movimientos como Ocupa Wall Street o Black Lives Matter. Foto Afp / Archivo
12 de septiembre de 2022 08:32
A 21 años del atentado del 11-S, las fuerzas progresistas estadunidenses tienen más poder político real y potencial que en cualquier momento en décadas, y a la vez enfrentan una ofensiva neofascista sin precedente que amenaza el futuro de la república estadunidense.

El centro político, el llamado“ mainstream”, admite que ya no tiene el control absoluto sobre el manejo de la política ni el consenso suficiente que había garantizado la estabilidad política durante las últimas décadas. Ahora se habla diariamente, y en los más altos niveles del poder, sobre amenazas sin precedente al sistema democrático y hasta de guerra civil.

En el 21 aniversario de los atentados terroristas en Nueva York y Washington y la declaración de la aparentemente infinita guerra contra el terror, parte del saldo son las incontables muertes, masivas violaciones de derechos humanos y la destrucción de varios países mientras un complejo militar-industrial estadunidense goza de presupuestos anuales que están por llegar a unos 850 mil millones de dólares anuales, gasto superior al total combinado de los siguientes nueve países con los más grandes presupuestos militares en el mundo.

Vale recordar que Noam Chomsky comentó a La Jornada inmediatamente después del 11-S que ese atentado beneficiaría sobre todo a la derecha mundial, y a la vez era un golpe severo contra las fuerzas progresistas, los inmigrantes y con terribles consecuencias en particular para el pueblo palestino.

Es posible que entre las víctimas, ahora se tendrá que incluir la misma democracia estadunidense.

Esa guerra antiterrorista aparentemente no contempló a terroristas domésticos, componente de esa derecha beneficiada, que no tenían que cruzar fronteras, ya que fueron hechos en EU y que hoy día se han convertido en lo que el Departamento de Seguridad Nacional califica de la mayor amenaza doméstica a la seguridad nacional.

Parte de lo que nutre a esos movimientos extremistas, muchos de corte neofascista, es la devastación de las vidas de trabajadores y granjeros blancos en sectores rurales e industriales tradicionales, empezando en los años 70 junto con las consecuencias de la imposición del neoliberalismo durante los últimos 40 años. Fuerzas de la derecha, muchas financiadas por multimillonarios, lograron canalizar la ira y desesperación para lograr, entre otras cosas, el triunfo de Donald Trump.

Al mismo tiempo, fuerzas progresistas ofrecieron a esos mismos sectores y a los jóvenes una invitación a una rebelión antineoliberal que en los años recientes se manifiesta, entre otras cosas, en un apoyo electoral masivo para políticos como el senador Bernie Sanders y otros que se identificaron como socialistas democráticos –sigue asombrando que una mayoría de jóvenes en Estados Unidos hoy dicen favorecer al socialismo– o defensores de la causa de las mayorías multirraciales que son el futuro demográfico del país. Esta expresión fue nutrida por nuevas generaciones que participaron en movimientos altermundista y más tarde Ocupa Wall Street, Black Lives Matter y del renovado movimiento ambientalista, entre otros.

Hemos repetido que intentar reportar objetivamente sobre la pugna política en Estados Unidos durante los últimos seis años se ha tenido que recurrir a dos palabras que casi nunca se habían usado en décadas: fascismo y socialismo.

No es que haya desparecido la cúpula política, pero todos los días esa misma es obligada a reconocer que está enfrentando una crisis existencial.

Algunos se preguntan, 21 años después del 11-S, si aún existe la democracia en Estados Unidos.

Hay un desconecte fatal entre un sistema político que promete igualdad democrática y libertad mientras lleva a cabo injusticias socioeconómicas que resultan en una desigualdad de ingreso grotesca y el estancamiento político. Logrado durante décadas, este desconecte ha extinguido a la democracia estadunidense, concluye el periodista Premio Pulitzer y analista Chris Hedges.

Y ahora, 21 años después, ¿qué sigue?

The Raconteurs. Old Enoughhttps://www.youtube.com/watch?v=1qahZ-whM6o

Trombone Shorty. Everybody in the Worldhttps://open.spotify.com/track/70RbQvnu8FCOQmzViUfDue?si=a814d34e1f66401d

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