Ciudad de México. En México hay cada vez más soberanía, al mismo tiempo que menos capacidad reguladora, opina el antropólogo social Claudio Lomnitz, como parte de su interpretación de la realidad violenta que atraviesa al país, donde desde hace décadas existen narrativas que suponen un Estado distinto del que realmente existe. El problema en que estamos no tiene que ver con la voluntad o las características morales de un sujeto, como el Presidente, sino con la forma del Estado, que no se corrige simplemente a voluntad. No basta con buenas intenciones y un poco de honradez; es una cosa mucho más complicada.

El catedrático en la Universidad de Columbia, en Nueva York, publicó recientemente el libro El tejido social rasgado, resultado del ciclo de conferencias que impartió como miembro de El Colegio Nacional durante 2021.

Su participación en el organismo colegiado, al que ingresó en marzo de 2021, me ofrece un podio donde puedo usar los saberes que tengo para dirigirme a temas de importancia pública desde la antropología. No es mi opinión, sino de trabajos de análisis, pero escritos para un público de no especialistas. Hay innovación en los textos, además procuro que sean escritos de forma clara y lo menos técnicos posible, señala en entrevista sobre los seis ensayos que aparecen publicados por Ediciones Era.

Libro oscuro

Desgraciadamente es un libro oscuro, no sé si en parte porque fue escrito durante la pandemia. Sin embargo, sí hay una preocupación mía porque ha habido una dificultad muy grande de nombrar cuáles son las opciones ante las que estamos, tanto en la época neoliberal como en la actual. Y hay una tendencia a plantearlas todas en términos de oposiciones que provienen de una historia que ya no corresponde a la realidad. Es oscuro, tal vez un poco duro, porque rechaza la antinomia política.

En El tejido social rasgado, Claudio Lomnitz (Santiago de Chile, 1957) reflexiona sobre la violencia en México, moneda común, que se ha interpretado como una crisis moral y se ha nombrado a la guerra contra las drogas como chivo expiatorio.

Aunque en diversas ocasiones otros analistas han hablado de un Estado fallido, el antropólogo propone que se trata de un nuevo Estado que se desconoce a sí mismo. Hay mucha soberanía, pero poca administración de la justicia. Se suma el hecho de que la violencia ha influido en las regulaciones comerciales de las economías ilegales e informales.

En el texto aborda breve, pero contundentemente, la desaparición de los 43 estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa. No soy experto. El caso ha sido tan social y políticamente importante, y ha generado tantos reportes, miles de páginas de expedientes. Apunta que, desde su perspectiva, en este caso se alcanza a ver en la sociedad, no sólo en el gobierno, un Estado coherente. Ese deseo a veces viene disfrazado de denuncia.

El grito indignado de ¡Fue el Estado! es el anhelo de que el Estado mexicano esté regido de arriba hacia abajo desde el gobierno federal, con el Ejecutivo a la cabeza. En su ensayo expone que “el caso de Iguala es también perturbador porque sugiere que la desaparición y asesinato de los normalistas fueron crímenes del gobierno municipal, capturado por una organización criminal, y el gobierno federal representado por el Ejército y la Procuraduría fueron incapaces de prevenir el crimen y hacer justicia.

Policías contra policías

“En el libro hablo del Estado extrañándose a sí mismo, y expongo algunos ejemplos dramáticos, como la policía municipal agarrándose a balazos con la Federal.

El Estado es un amasijo de instituciones, pero también la imagen de incapacidad de una decisión unitaria.

En las décadas recientes ha habido un desarrollo progresivo de invertir en la soberanía, es decir, volverse hacia el poder de la institución de la Presidencia de la República y sus alatares, por esa razón hay un proceso de militarización consistente.

En este sentido, aunque afirma no ser un oráculo, augura que el Ejército no va a tener una mejor capacidad de regular las economías ilícitas, las economías informales o proteger derechos de propiedad, que es donde está en juego el derecho de piso.

Claudio Lomnitz considera que todos los años que escribió como articulista en La Jornada le ayudaron mucho para elaborar estos ensayos. Cuando uno está muy metido en una disciplina científica, a veces no se da cuenta de lo que le cuesta a otra persona entender lo que uno está diciendo. El periódico es un espacio muy importante para crear vasos comunicantes entre la investigación y la discusión pública.