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Chile define este domingo acerca de su nueva constitución de derechos sociales

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Una simpatizante por la aprobación de la nueva Constitución chilena posa con marionetas de la popular serie de televisión 31 Minutos, durante el cierre de campaña a favor del texto constitucional en la capital, Santiago, a celebrarse el 4 de septiembre. Foto Afp.
03 de septiembre de 2022 18:00

Santiago. Día decisivo en Chile: hasta 15 millones de electores resolverán este domingo si ratifican o no la nueva constitución chilena, producto y único resultado concreto del estallido social de octubre de 2019 (18-O). Es un punto de inflexión porque, en síntesis, se juega una propuesta de país inclusivo basado en un Estado proveedor de derechos garantizados, versus el sistema híper mercantilizado que prevalece, herencia de la dictadura de Pinochet y de 30 años de escasas reformas a medias tintas.

Si es aprobada comenzará a entrar en vigencia prácticamente de inmediato al derogarse el actual texto, el Tribunal Constitucional quedará impedido de conocer nuevas causas y la paridad de género será aplicable a todos los órganos colegiados. Al tiempo que deberán redactarse y tramitarse alrededor de 70 leyes transitorias hasta 2026.

Pero si es rechazado, lo único cierto es que la constitución de 1980 sigue imperando y que no hay de momento camino institucional definido para reemplazarla, si bien se considera que está socialmente derogada y que casi todos los sectores políticos han prometido continuar el proceso constituyente.

"El resultado está abierto, la clave radica en quién será capaz de movilizar más a sus electores, si votan más de 12 millones puede haber una sorpresa en la medida que entran nuevos votantes", dice a La Jornada el analista político Marco Moreno, director de la Escuela de Gobierno y Comunicaciones de la Universidad Central, que responde acerca de cómo llega Chile a esta cita con su futuro.

"Llegamos con divisiones que deberán asumirse a partir del lunes 5, independientemente de que gane el apruebo o el rechazo por uno o por diez puntos de diferencia, habrá una fractura de la que tendrá que hacerse cargo la clase política y los propio ciudadanos", responde.

También "con una discusión menos centrada en el contenido del texto constitucional y mucho más en las emociones y sentimientos que provocó el proceso, con una dificultad en la ciudadanía para separar los excesos y complicaciones del resultado; un fuerte foco en el proceso de redacción y menos en los contenidos".

No es todo, pesa "un clima fuertemente marcado por las encuestas que simplifican la realidad" y que le han dado ventaja al "rechazo".

"Las elites, los centros de poder y los medios de comunicación se dejaron arrastrar por el espejismo de las encuestas"; también la ciudadanía que "hizo un cierre cognitivo y usó las encuestas como placebo de certidumbre", dice el experto.

De modo que "está por verse si las encuestas van a ser un buen predictor, tengo mis dudas, porque en ambientes de incertidumbre donde la variables se comportan inesperadamente, las encuestas tienen a equivocarse".

Acerca de las predicciones de resultados a favor del "rechazo" dice que "se construyeron climas de opinión pública a partir de estudios que no son encuestas electorales, sino de clima, y podemos llegar a una situación parecida a la del Reino Unido con su plebiscito del Brexit o Colombia en 2006 respecto de los acuerdos de paz, con todas diciendo que gana una opción y con un resultado que fue lo opuesto. No sabemos si ocurrirá el domingo pero es una posibilidad".

 

¿En los electores prevalecerán las desprolijidades de la Convención o se votará por el contenido?

"En una parte importante sigue siendo muy fuerte lo que fue el proceso. Hubo demasiado de imponer al resto una visión identitaria: veganismo, animalismo, plurinacionalidad, aborto, etc., son legitimas pero parciales. Y la forma en que se hizo, discursos muy duros y enfrentamientos, horadaron el contenido y eso va a influir. Además el resultado tuvo apenas dos meses para difundirse y hubo una disputa por la interpretación. La gente se fue distanciado de esa discusión que es más bien técnica y complicada de entender".

Pero las normas se aprobaron en promedio con el 80 por ciento de los convencionales, eso es contradictorio con que se vea como identitario.

"El texto se aprobó al menos por dos tercios de la Convención, pero es expresión de lo que ocurría allí dentro, no necesariamente del país. La Convención y los convencionales son el producto de un momento de la historia de Chile, el post estallido social, y sus decisiones son expresión de ello. Pero hubo una desconexión, cierto aislamiento, estaba muy enfocada en su trabajo mientras el país evolucionaba en un sentido distinto, Gabriel Boric ganó la presidencia con un discurso más al centro".

 

¿Qué tan distintos son los escenarios en caso que gane una u otra opción?

"Gane el "apruebo" o el "rechazo", vamos a tener un país dividido, fracturado, sea cual sea la diferencia. El presidente Boric deberá hacer muchos esfuerzos para restañar las heridas y retomar la iniciativa. Muchos piensan que de ganar el "rechazo", una buena manera de enfrentar esa derrota -el gobierno asoció su gestión equivocadamente al proceso constituyente- es convocando a un acuerdo nacional acerca de lo que hay que hacer en adelante.

"El escenario en ambos casos estará radicado en el Congreso, esa será la arena de la disputa: si gana el "rechazo" el Congreso, el Ejecutivo y el presidente, tienen que decidir un nuevo proceso constituyente; y si gana el "apruebo" es el Congreso el que debe implementar la nueva constitución, especialmente las leyes transitorias, cerca de 70 hasta el 2026".

¿Cómo ve usted la seriedad de la derecha respecto de continuar el proceso constitucional?

"Ese es un problema que la gente no ha dimensionado; el rechazo significa que la cuestión constitucional no se cierra -está abierta desde hace 42 años-; continúa sin que haya acuerdo sobre un nuevo proceso y el mecanismo sobre el cual se haría. Hay opiniones divergentes: el presidente dice que debe hacerse una convención elegida por ciudadanos, sectores de la derecha dicen que debería ser el Congreso, otros dicen que el Congreso con expertos.

"La derecha no ha sido clara, no hay un compromiso explícito respecto de qué significa un nuevo proceso y tiene la llave porque es mayoría en el Congreso, son sectores que históricamente no han tenido disposición para resolver lo constitucional. En cambio, el "apruebo" significa cerrar, bien o mal, la cuestión constitucional."

 

¿Observa una tentación en la elite de arrebatarle a la sociedad civil el proceso; hay un riesgo de que se vea defraudada una vez más por la clase política?

"Hay un riesgo porque seguimos teniendo en Chile y Latinoamérica un serio problema de desconfianza en las elites políticas, hay una crisis de representación de larga data. Con todo, los partidos son un mecanismo efectivo para resolver incertidumbres, eso es lo que hicieron las elites en 2019 cuando suscribieron el acuerdo que permitió encausar la crisis. La política es la única herramienta que nos puede permitir llegar a una solución, pero ojalá que participen otros actores porque tenemos una pugna entre los movimientos de todo tipo y la institucionalidad, no conversan, pero aquí se necesita más política de la buena".

 

¿Se viene una reconfiguración del naipe político?

"En 1990, tras el plebiscito del "sí" y del "no", la transición fue posible no sólo por el triunfo del "no", sino porque hubo acuerdos entre moderados de ambos bandos. Aquí va a ocurrir lo mismo; los sectores hegemónicos del pacto de gobierno que son el Partido Comunista y del Frente Amplio, están compitiendo con el denominado "socialismo democrático" por quién tiene mayor nivel de influencia en adelante.

"El presidente es un reformista y está complicado porque deberá decidir e independientemente del resultado tendrá que modificar su gabinete porque el gobierno está teniendo dificultades para llevar adelante su programa, él va a tener que optar".

 

Boric desde que era candidato llama al dialogo a los mapuche pero no encuentra respuesta. ¿El nuevo gabinete debería estar orientado a hacerse cargo del conflicto?

"El tema mapuche esta indexado a un problema mayor que es la agenda de orden público y seguridad. Si bien el asunto de fondo no tiene nada que ver con eso, sino que es un tema de tierras y autonomía, sí está asociado a acciones de violencia que es lo que la gente percibe. Creo que el primer problema del gobierno es la agenda de orden público y de seguridad, una de cuyas aristas tiene que ver con la violencia en la macrozona sur, pero también con el narcotráfico y el crimen organizado en el norte del país. Son aristas que se desprenden de un problema mayor que es el de la inseguridad.

"El Estado de Chile en 200 años no ha resuelto nuestra relación con los pueblos originarios, el gobierno creía que lo podría resolver pero no es así porque no tiene que ver con la cuestión ideológica, sino con políticas públicas, con transferir poder y autonomía; creo que estuvo mal enfocado y siendo un problema relevante no puede concentrar su atención sólo en este.

"La gente también va a evaluar al gobierno el domingo, de modo que el tema mapuche hay que abordarlo pero no es el principal, hay mucha otras prioridades y problemas, desde luego hay que hacerse cargo y producir un gran acuerdo que nunca hubo".

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