Un hombre envejecido sumido en la más extrema soledad celebra su cumpleaños siguiendo su hábito de grabar sus impresiones sobre lo vivido; sin embargo, en esta ocasión busca las cintas grabadas de otros aniversarios, de tal manera que se embarca en un viaje de la memoria.
Durante esa travesía reflexiona, ríe y dialoga con el hombre que fue en el pasado al escuchar a su yo más joven en una grabación en la que narra momentos cruciales de aquella época.
Tal es la historia que aborda la obra de teatro La última cinta de Krapp, escrita por el dramaturgo irlandés Samuel Beckett, cuyo protagonista es interpretado por el maestro Luis de Tavira.
Con dirección de Sandra Félix, La última cinta de Krapp es un melancólico monólogo
en el que vemos a un hombre mayor escudriñar en sus recuerdos, sin poder reconocerse en aquel joven que fue. Durante la interlocución consigo mismo transita por tres planos temporales: su juventud, su adultez y su vejez.
“Es un hombre que indaga, navega y naufraga en los testimonios de la memoria, que comienza a buscar lo que él llama ‘el grano entre la paja. Lo que ahí se descubre es que el viaje de la memoria no se trata del pasado, sino del futuro, sobre lo que perdura en el presente de aquello que ha sido. La cuestión: ¿qué es lo que perdura? es lo que marca el viaje y los pensamientos del personaje”, comentó el maestro Luis de Tavira en entrevista con La Jornada.
En esta pieza, Beckett retrata la vulnerabilidad y la fragilidad humana, el paso del tiempo y la crudeza de la vejez, a través de un hombre mayor que se confronta con sus imperfecciones, tanto las de entonces como las de su presente. Nos habla sobre las aspiraciones y los sueños incumplidos de una persona envejecida, sobre la conciencia de un rotundo fracaso, respecto de aquello que en la vida importa. La memoria se convierte en una especie de tribunal despiadado
.
Hoy día, continuó el maestro De Tavira, “Samuel Beckett se ha convertido en un clásico; sin embargo, su obra en su momento fue exactamente lo contrario. Fue disruptiva, escandalizaba y provocaba los valores de una supuesta civilización que respiraba optimismo después de la Segunda Guerra Mundial. Como dramaturgo, Beckett hace la crítica más profunda a la deshumanización del modelo de la vida social, que hoy día es un diagnóstico verificado.
Poner en escena hoy a Beckett es comprobar que aquello que profetizaba se ha cumplido con creces, pues vivimos una crisis civilizatoria que nos muestra cada vez más el grado al que ha llegado la deshumanización, de ahí que el reto de todos los días es preguntarnos cómo hacer para ser menos inhumanos de lo que somos. Muestra de ello es la violencia, la incomunicación, la desaparición de la conciencia y el valor que se tiene por la vida y la muerte.
Pulsión de apego al pasado
La última cinta de Krapp reflexiona sobre esa pulsión que tiene el ser humano por preservar el pasado, para evitar que el tiempo se extravíe. Lo paradójico es que esta pulsión existe por la conciencia de la finitud, por sabernos finitos a nosotros y a nuestros momentos vividos, por saber que nuestro tiempo se acaba como la vida en la vejez. En otras palabras, no podría existir el deseo de recordar si no existiera el peligro de perder esos recuerdos. Lo que aquí se trata de decir es que somos mortales, aunque en el camino vamos con el corazón enfermo de infinito
.
Beckett, concluyó De Tavira, cuestiona qué sentido tiene la memoria. Sin duda, el olvido en la vida es imprescindible, pero la memoria también. La memoria tiene la capacidad de inventarnos la vida; dicho de otra manera, la vida es un invento de la memoria
.
La última cinta de Krapp, escrita por Samuel Beckett, con dirección de Sandra Félix y la actuación del maestro Luis de Tavira, se presenta sábados y domingos a las 18 horas en el foro La Gruta del Centro Cultural Helénico (avenida Revolución 1500, San Ángel). Concluye temporada el 11 de septiembre.