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Operativos de Profepa en conjunto con Guardia Nacional inhiben tala ilegal

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'La Jornada' recorrió los parajes El Marqués y el Frailes, en la alcaldía Tlalpan, en la Ciudad de México, junto con inspectores de la Profepa y la Guardia Nacional. Foto Víctor Camacho
22 de agosto de 2022 11:58

Desde inicios de este año, la Guardia Nacional (GN) y la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) realizan operativos conjuntos de manera permanente para inhibir la tala ilegal en la zona boscosa que se encuentra en los límites entre la alcaldía capitalina de Tlalpan, Morelos y el estado de México, lo cual ha logrado reducir la incidencia de este fenómeno delincuencial, de acuerdo con las autoridades.

Durante un recorrido hecho por La Jornada de forma exclusiva, representantes de ambos organismos alertaron que la tala es un problema “grave” para los ecosistemas forestales, en el cual están involucrados grupos de la delincuencia organizada, y mostraron las labores de reforestación que están llevando a cabo en zonas afectadas.

Alejandro Vallejo Reyes, inspector general de la GN, explicó en entrevista que aunque la presencia de este cuerpo de seguridad en la zona no es nuevo, “a partir de este año ya estamos de manera permanente desplegados en toda esta área”, con personal que realiza patrullajes para ahuyentar o detener a los talamontes.

En esta zona de bosque templado frío, en la cual predominan los pinos, oyameles y otras coníferas, se ha detenido en lo que va de 2022 a 17 personas supuestamente responsables de este delito ambiental, además de decomisar 20 vehículos y diversas cantidades de armas, motosierras y madera ya extraída de forma ilegal, abundó.

De acuerdo con Vallejo, en estos meses la presencia permanente de los efectivos de la GN ha logrado inhibir en gran medida la actividad de los talamontes, quienes al verse descubiertos simplemente huyen de la zona para evitar su detención, pero sin que hasta el momento hayan atacado a los uniformados que patrullan el bosque a pie en horarios y rutas diferentes.

Por su parte, Aarón Curtidor, inspector federal de la Profepa, señaló que la tala clandestina se incrementó durante la pandemia, por el menor tránsito de personas que pudieran avisar de este ilícito, y apuntó que los responsables del fenómeno son los mismos grupos del crimen organizado que incursionan en el huachicoleo y otros delitos.

De acuerdo con el funcionario, hay cálculos preliminares según los cuales la zona afectada por la tala en esta región boscosa es de unas 133 hectáreas, pero en estas semanas se hará un recuento para saber ese dato con mayor precisión.

Asimismo, detalló que la madera extraída ilegalmente suele transformarse en tablones, polines, tarimas y gualdras (vigas utilizadas como trabes de carga) y su valor económico en el mercado puede ser de mil 800 pesos por metro cúbico de madera en rollo, es decir, en su estado natural después de ser talado el árbol.

Angélica Romero, también inspectora federal de Profepa, destacó que la tala ilegal no sólo afecta la labor de captura de agua y carbono que realizan los árboles de esta zona del Corredor Biológico Chichinautzin, sino que también propicia el desgaste del suelo por el arrastre de los troncos, lo que a su vez genera erosión y deslaves.

Sumado a lo anterior, se destruye el hábitat de diversas especies silvestres, como el gorrión serrano y el teporingo, y se rompe la continuidad del bosque, con el surgimiento de áreas despejadas cuyo uso de suelo suele ser modificado después para “aprovecharlo” como tierras agrícolas o potreros.

“Hay una fragmentación del hábitat, porque van quedando relictos en medios y eso también va degenerando la genética del arbolado. Se llevan los mejores árboles y dejan los más débiles, que a la larga son los que procrean a las nuevas generaciones”, añadió por su parte el inspector de Profepa José Ignacio Martínez Olaya.

Al término del recorrido, la GN y Profepa mostraron los trabajos de reforestación que hacen en diversos terrenos forestales, en los cuales se siembran grupos de tres árboles juntos, separados por una distancia de 1.5 metros. En lo que va del año, especificaron, se han sembrado 5 mil 160 ejemplares de ocote blanco, pino Moctezuma y pino de altura.

“Primero se eligen semillas de árboles fuertes, se ponen a secar, se germinan en almácigo y, cuando ya creció la plántula, se pasa a contenedores de agua. Al estar madura, la planta es trasladada”, de preferencia desde viveros que queden cerca del área intervenida, explicó Angélica Romero.

De acuerdo con la especialista, poco antes de trasplantarla en la zona que se busca reforestar, se recomienda “castigar” a la planta, es decir, privarla un poco de riego y exponerla a condiciones más duras, para de alguna forma “curtirla” y prepararla para el entorno silvestre donde se busca que madure.

Las zonas reforestadas, abundó, deben alambrarse para evitar el paso de ganado que pueda comerse a las plantas y evitar incendios forestales. Si un árbol joven supera el año de vida, se considera que tiene un buen ritmo de crecimiento, y una tasa recomendable de supervivencia en estas tareas de recuperación es de 90 a 95 por ciento.

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