Moscú. El ministerio de Defensa ruso trató este miércoles de restar importancia a las cerca de doce potentes explosiones que se escucharon el martes anterior a muchos kilómetros de distancia del aeródromo militar de Saki en las afueras del poblado de Novofiodorovka, en Crimea, sin que se sepa que ocurrió en realidad, pues no es la primera vez, ni será la última en esta guerra, que Rusia y Ucrania ofrezcan versiones que sólo generan más confusión.
Lo único cierto –según se puede ver en las imágenes y videos que circulan por las redes sociales– es que numerosos testigos por el estruendo de las detonaciones salieron corriendo desde la playa en esa parte de la costa occidental de la península anexionada por Rusia en 2014, mientras grababan con sus celulares las columnas de humo que aparecían en el horizonte.
El vocero del ejército ruso, Igor Konashenkov, aseguró este miércoles que “no hay indicios de ningún ataque” y la explicación más probable es que “explotaron varios proyectiles” almacenados por “no observar las técnicas de seguridad”.
Aunque desde la posición más cercana del ejército ucranio en Jersón hasta Novofiodorovka hay más de 200 kilómetros, y se supone que Estados Unidos y sus aliados se resisten a entregar a Ucrania misiles que pudieran tener ese alcance, no tardaron en aparecer voces ucranias que dieron a entender que las explosiones en el aeródromo no fueron un accidente.
El propio presidente Volodymir Zelensky contribuyó a generar los rumores al afirmar poco después de las explosiones, en su habitual mensaje nocturno, que “esta guerra comenzó con Crimea (en 2014) y debe terminar con la liberación de Crimea”, irreflexiva frase de efecto que, a la vez, no significa que Ucrania tenga como nueva meta atacar una península que Rusia considera su territorio y quiera darle al Kremlin el pretexto para usar armas nucleares en su contra.
Yuri Mysiaguin, vicepresidente del comité de defensa y seguridad nacional de la Rada, el Parlamento ucranio, no tardó en publicar en Facebook: “Hoy es un día histórico. Hubo explosiones en el aeródromo militar en la Crimea ocupada, el mismo aeródromo que protegen los famosos sistemas antiaéreos rusos SS-400 y donde se concentra un gran número de aviones”.
Se llegó a decir, desde Kiev, que “saltaron por los aires nueve aviones de combate Su-24, Su-30 y Su-33”, causando un elevado número de bajas entre los militares rusos.
Anton Geraschenko, asesor del ministro del Interior, lanzó a través de su cuenta en Telegram dos preguntas sin otro sentido que sembrar más dudas: “¿No será que Ucrania ya tiene los misiles ATCMS para los lanzadores móviles Himars con hasta 300 kilómetros de alcance? Y, si no es así, ¿qué tal si ya empezaron a actuar nuestros destacamentos de guerrilleros?”.
Pero este miércoles, en Copenhague, donde este jueves en la capital de Dinamarca participará en una conferencia de donantes de ayuda militar, el ministro de Defensa ucranio, Oleksy Reznikov, negó que el ejército de su país haya tenido algo ver con las explosiones del martes.
Declaró, en tono burlón, que “no hay que fumar en sitios peligrosos”, atribuyendo las explosiones a un descuido de los militares rusos que pudieron causar el estallido de los proyectiles al tirar una colilla.
Tanto Rusia como Ucrania suelen minimizar sus propios yerros y atribuirse bajas imaginarias del enemigo. Todo apunta a que las explosiones en el aeródromo de Saki podrían merecer, en futuros manuales, un par de párrafos como ejemplo del anterior aserto.