A veces se necesita poquito para rescatar el mundo, por un instante, por una o dos horas, para regresar a las esencias diversas, antiguas y recién descubiertas, que conforman todo momento.
“Imaginen un mundo sin rejas, sin fronteras, sin naciones… de eso se trata el son jarocho, porque todos son invitados a un fandango, ahí es donde ocurre el saneamiento”, cuenta O’ Farrill al frente de su Orquesta de Jazz Afro-Latino (18 músicos) que en conjunto con varios músicos del colectivo de son jarocho Conga Patria, entre ellos Ramón Gutiérrez Hernández, Patricio Hidalgo y Jorge Francisco Castillo, y a veces acompañados de dos mujeres zapateando, regalaron sus versiones de El Siquisiri, El Cascabel y La Bamba y una oda a Las Patronas, las mujeres que dan de comer a los migrantes que pasan en La Bestia, entre otras, con cada verso delicado y firme, elevando la dignidad de la vida, con humor, con amor y con sabiduría popular, invitando a algo tan antiguo y profundo, a bailar.
Los hermanos Villalobos, tres violinistas feroces y felices, cautivaron al público que inundó un campo en el Parque Brooklyn Bridge, con sonidos tradicionales y contemporáneos, mientras de repente hubo respuesta de dos músicos iraníes –un maestro del oud iraquí-estadunidense y una virtuosa relajada del setar iraní.
El fandango continuó con el son jarocho abrazado de repente por sabores cubanos, y viceversa, e invitando a múltiples sonidos a nuevos síntesis con metales y percusiones a la vez precisos y libres, estallando en crescendos que de repente fueron seguidos por algunos duetos delicados, un poco de poesía de palabra hablada, un poco de rap, todo parte de un proyecto de resistencia y rebeldía contra muros, divisiones, odios.
El proyecto Fandango en el Muro empezó en 2018, cuando O’ Farrill buscó y se reunió con Castillo para armar un concierto binacional de más de 50 artistas en la línea fronteriza en Tijuana/ San Diego, como acto contra las políticas simbolizadas por el muro (https://fandangowall.com). Eso continuo aquí el sábado en una de las ciudades más diversas del mundo que de puro milagro inexplicable vive lo que cantaron y contaron en el concierto todos los días, así comprobando que a pesar de sus violencias y disputas un solo mundo es posible.
Aquí sí se conoce la letra de los versosmensajes que llegaron a través de este jazz africano-latino y del son, del Medio Oriente, y de otros lugares, algo que se puede ver, sentir y escuchar –si es que los ruidos metropolitanos se silencian de vez en cuando– cotidianamente. Saliendo del concierto y caminando por el parque, en la zona de pic-nic
, decenas de familias y/o grupos de amigos estaban cocinando, comiendo, charlando, jugando, algunos con aparatos proyectando música mexicana, otros con rap afroestadunidense, un grupo de jóvenes musulmanas hablando en árabe, todo parte de la gama de múltiples acentos en idioma, aromas, cocina, baile.
Una noche de un verano en esta babel, pero a diferencia de lo que cuenta la Biblia –y el mensaje básico del fandango multinacional– es que aquí, abajo del puente, de la estatua, de los rascacielos de lujo, nos entendemos, o por lo menos existe la posibilidad de no sólo entendimiento, sino de la solidaridad necesaria para rescatar el mundo.
Tal vez ayudaría enseñarle zapatear a la Estatua de la Libertad e invitarla al fandango.
https://www.youtube.com/watch?v=skMcKWbF3Jg
Fandango at the Wall:
Las Patronas. https://open.spotify.com/track/1fDvr8qyLK1AuBQRCLRjM1?si=e01e419807324dbe;
Xalapa Bang. https://open.spotify.com/track/79Y6GITEx2G44qovq0WEYX?si=5bca968000224fba