Ciudad de México. No fue una derrota más de Cruz Azul. El 1-2 contra Pachuca, en un estadio Azteca que se apagó como fuego bajo el agua, dejó al descubierto las carencias de un equipo que navega como puede entre problemas administrativos y la falta de refuerzos.

A la Máquina le falta algo más que buena actitud de sus jugadores. No tiene el futbol, intenso y frontal, que prometió el técnico Diego Aguirre a su llegada. Con dos chispazos en el primer tiempo, los Tuzos borraron sus aspiraciones del mapa.

Gustavo Cabral abrió el marcador, al 36, y Luis Gerardo Chávez siguió la fiesta silenciosa de los hidalguenses antes de irse al descanso (45). Lo que siguió, después de los silbidos de un público impaciente, fue la demostración de una Máquina a la que cuesta encontrar un jugador diferente.

La noche estaba servida para los creativos, porque precisamente eso le hacía falta a los celestes. Pero Ángel Romero y Uriel Antuna, que fueron figuras en otros escenarios, se extraviaron. El único que logró recortar distancias fue Santiago Giménez (90), llamado a ser el comandante del ataque.

Aguirre intentó una respuesta con sus hombres de banca, Carlos Rodríguez y el argentino Carlos Rodolfo Rotondi -quien hizo su debut en la Liga Mx-, sin encontrar una sola señal de esperanza. “¡Adelante, adelante!”, gritaba el cuerpo técnico de la Máquina sobre un costado de la cancha ante la falta de armas que exhibieron frente a los Tuzos.

El resultado, sin embargo, fue el mismo. Abucheos, reclamos con destino a la directiva y, específicamente, hacia Jaime Ordiales por la falta de refuerzos sirvieron como coro de despedida en la primera noche triste para la afición celeste. La recompensa por otro lado fue justa para los Tuzos, a los que les sabe poco el subcampeonato del torneo pasado.