A través de su mirada diversa, la fotógrafa Lourdes Grobet (Ciudad de México, 1940) ha demostrado que la identidad única, originaria, auténtica y homogeneizante sólo sirve a las redes de la desigualdad.
Pertenece a esa clase de productores de imágenes que nos han mostrado la imposibilidad de una identidad única, impuesta sobre la riqueza y complejidad de la cultura mexicana
, resaltó el artista y curador Víctor Muñoz.
“En las imágenes de Grobet no encontraremos indigenismo, pero sí los diferentes sentidos de lo propio. De las fotografías de los actores del Laboratorio de Teatro Campesino e Indígena (LTCI), de los protagonistas de la doble lucha en las arenas, se integra un rostro de lo próximo; dicho con sus palabras: ‘la energía y la vitalidad de la cultura mexicana’, como lo postulan en su obra desde hace poco más de 100 años Saturnino Herrán y Ramón López Velarde.”
El especialista participó en el homenaje que la Secretaría de Cultura federal realizó ayer a la también documentalista y cineasta mexicana, quien el próximo 25 de julio cumplirá 82 años y cuya línea de trabajo más conocida son sus imágenes en torno a la cultura de la lucha libre.
En el acto, efectuado en la Casa Miguel Alemán del Complejo Cultural Los Pinos, se le entregó en ausencia la Medalla Bellas Artes, el máximo galardón conferido por el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal), en reconocimiento a su extensa trayectoria y su trabajo comprometido con las diversas culturas de México.
Estamos aquí convocados por ti y esa capacidad de diálogos, de construcción colectiva que siempre arrojaste y también por esa entereza y energía crítica con la cual has hecho la conducción de todo tu trabajo artístico
, destacó Lucina Jiménez, directora del Inbal, quien se dirigió a la fotógrafa a sabiendas de que seguía la transmisión en directo de la ceremonia a través de Internet, ya que no pudo asistir.
Agradezco que te hayas sumergido en esas arenas de donde emergieron siempre estas posibilidades de entender las metáforas de la vida y las de un país que se debate justamente entre esos dilemas humanísticos en los cuales tú siempre recogiste ese espíritu ético y esa posibilidad de construir un mejor país, pero un México que nace de la tierra, de las culturas, donde el teatro se convirtió precisamente en esa semilla.
En representación de Lourdes Grobet, la medalla fue recibida y agradecida por su hija Ximena, quien aseguró que el mejor homenaje para la artista fue la publicación del libro Laboratorio de Teatro Campesino e Indígena: medio siglo de historia, el cual fue presentado como parte del acto, además de inaugurarse en la otrora residencia presidencial una muestra homónima integrada con una selección del material fotográfico incluido en ese volumen.
Este libro lo empezamos hace ocho o nueve años y en ese tiempo ha pasado un equipo infinito. Todos han sido importantes para lograr esto, que es un tributo de un amor y una entrega de mi madre hacia el laboratorio, que se lo merece, porque si algo ama es el teatro, y del teatro campesino ya sabemos lo que le ha significado
, dijo la diseñadora.
Su verdadero homenaje es este libro. Gracias a todos los que participaron, a todas las autoridades que han hecho posible no sólo esta publicación, sino este evento, porque mi madre, cuando le diagnosticaron su enfermedad, lo primero que me dijo fue que no quería morir sin tener este libro en sus manos. Con ello nos puso un estandarte y una meta muy grandes a todos los que estuvimos involucrados en este proyecto.
Esa obra editorial es resultado de una serie de circunstancias fortuitas y afortunadas que se remontan a 1983, cuando Lourdes Grobet conoció en Tabasco a la creadora del LTCI, la dramaturga y directora escénica María Alicia Martínez Medrano (1937-2018), y desde entonces documentó de forma gráfica la vida y trayectoria de esa agrupación, logrando reunir a lo largo de los años más de 25 mil negativos, según contó Delia Rendón, actual directora del laboratorio.
Autora de la investigación que se incluye en el volumen, Luz Emilia Aguilar Zinzer resaltó al LTCI, que crearon juntas Martínez Medrano y Cristina Payán, como ejemplo de lo poderoso que puede ser el arte teatral que desenmascara contradicciones, que produce y comparte conocimiento para la dignidad, además de promover pluralidad y no visiones únicas, excluyentes y centralizadoras del mundo.
El teatro que interesa es el que verdaderamente transforma en el desafío de todo intento de ejercicio arbitrario del poder. Esa posibilidad de teatro es la que encontré en el Laboratorio del Teatro Campesino e Indígena: la que impulsa el pensamiento crítico, la unión, y celebra las singularidades y las diferencias
, sostuvo la especialista en teatro.
Por esas características, los integrantes del laboratorio, si bien han sido apoyados, también, y sobre todo, han sido perseguidos, humillados y difamados. La historia del laboratorio está atravesada por la discriminación, el racismo y diversas formas de represión.