Ciudad de México. Durante las vacaciones, principalmente decembrinas y de verano, las personas suelen aumentar de tres a cinco kilos de peso e incrementan sus niveles de colesterol y ácido úrico, debido al descontrol en la dieta y al mayor consumo de alimentos ricos en grasas y carbohidratos, señaló el académico del posgrado de la Facultad de Medicina de la UNAM, Sergio Alberto Mendoza Álvarez.
Un parámetro que ocupamos, dijo, es la hemoglobina glicosilada que se ve alterada, pues las vacaciones de verano son, incluso, una temporada más larga (de asueto), puede ser un mes o dos. Esta prueba mide el nivel promedio de glucosa o azúcar en la sangre durante los últimos tres meses.
“El otro factor es la hiperuricemia, que es la elevación del ácido úrico en la sangre, también por el alto consumo de carne. La gente está acostumbrada a que en las vacaciones hace carne asada en el jardín, sale con los amigos y la familia, comen la cecina con alto contenido de sodio, la arrachera, entre otras”, expuso el especialista en Medicina Interna.
Indicó que en México las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de muerte –incluyen la diabetes, hipertensión, insuficiencia renal crónica-, razón por la cual es importante que la población conozca sus riesgos y, sobre todo, tener buenos hábitos alimenticios.
Explicó que luego de los periodos de descanso, es frecuente que lleguen al consultorio pacientes que normalmente controlan su glucosa –en niveles de 100 a 120– con parámetros de 180 o 200.
Refirió que en esta temporada aumenta el consumo de carbohidratos -pan, tortilla, harinas, pastas-, licuados, agua de fruta, jugos, cerveza y demás bebidas alcohólicas altas en calorías. Asimismo, se comen papas, postres, tacos y alimentos fritos, capeados, ahumados y rostizados.
“Muchas veces se piensa que por el consumo de carbohidratos o grasas solamente sube la glucosa, pero también se incrementa el colesterol o los triglicéridos, pues el cuerpo ya no digiere, no metaboliza los carbohidratos y empiezan a acumularlos en forma de triglicéridos”.
Ante este escenario el experto propuso que se eduque en el hogar y las escuelas para tener buena alimentación, a fin de contrarrestar el “bombardeo” que hay sobre comida chatarra en los medios de comunicación y redes sociales.
“Así como se les enseña a respetar el medio ambiente y tienen educación cívica, que tengan educación para su sana alimentación, pues la obesidad infantil es un problema de salud pública”, subrayó.
Además, se debe acabar con mitos como que los infantes pueden y deben alimentarse de todo. “Eso es falso, se les tiene que enseñar a comer y formar hábitos”. Un menor obeso puede mantenerse así en su adolescencia y juventud, lo cual lo predispone a sufrir diabetes e hipertensión.
De acuerdo con Mendoza Álvarez, durante vacaciones se debe promover que al igual que adolescentes realicen actividades físicas, preferentemente 45 minutos al día: caminar, correr, jugar fútbol, básquetbol, por ejemplo; y acudir al pediatra para una evaluación de peso y talla, revisar si esta corresponde a lo esperado para su edad.
Las personas, sugirió, deben tener una dieta balanceada siempre, no sólo en vacaciones. “La recomendación es la prevención: comer verduras al vapor, zanahoria, pepino, jícama, en lugar de botanas como papas. En cuanto a bebidas alcohólicas, pueden ingerir dos copas diarias, pero si se exceden, la cantidad de calorías ocasiona que los triglicéridos se incrementen”.
Realizar ejercicio después de consumir alimentos altos en grasa, no propicia que se queme el 100 por ciento de calorías. “Una persona que se come una hamburguesa necesita unos cinco días o hasta una semana para poder perderlas”.