Madrid. En torno a la tragedia en la frontera de Melilla se impuso la ley del silencio, tanto en España como en Marruecos. Más aún: el régimen alaui prohibió acercarse a periodistas, curiosos o voluntarios al hospital y la morgue de la ciudad marroquí de Nador, donde algunos testimonios advierten que el “olor a cadáver es insoportable”. Pues a día de hoy, dos días después del intento de entrada masiva y la brutal represión ejercida por las policías de Marruecos y de España, no se sabe a ciencia cierta cuántos han fallecido, cuántos están al borde la muerte, cuántos siguen hospitalizados. Las organizaciones no gubernamentales que trabajan en la zona advierten que la cifra de muertos crecerá, incluso alguna ya sostiene que hay al menos 45 muertos, cuando ayer eran 37. El gobierno marroquí mantiene que son 23 y que entre ellos no hay ningún agente de policía.
A pesar de que hay algunos videos y fotografías sobre el drama ocurrido en la frontera de Melilla durante la madrugada del viernes, lo que estado pasado en las horas posteriores se mantiene en secreto. De hecho varias organizaciones denunciaron el supuesto plan secreto del gobierno marroquí de enterrar a los fallecidos en un sitio desconocido, sin informar a nadie, ni siquiera a sus familiares, y sepultarlos en una fosa común. El secretismo aumenta si alguien intenta conocer la situación clínica de los heridos; el cordón policial alrededor del hospital y de la morgue impide acercarse a periodistas y curiosos, y tampoco se conoce el paradero de los centenares de migrantes subsaharianos que fueron retenidos en condiciones infrahumanas y durante horas en la zona fronteriza.
La Asociación Marroquí de Derechos Humanos de Nador informó que, según sus informes, aún no se han realizado las autopsias a los cadáveres y que, por tanto, no se ha emitido la orden de apertura de una investigación oficial. Lo que sí han podido constatar sus voluntarios es que hay “al menos 15 cadáveres tirados en suelo de la calle del hospital de Nador, con olores, hay mucha sangre y el deposito de cadáveres de la morgue se encuentra saturado”. Eso explica que casi nadie crea en la versión oficial, que apunta a 23 muertos.
También se informó de que la policía marroquí había realizado un nuevo operativo anti-migrante en la ciudad de Ceuta, donde se habrían detenido a 59 personas y que se desconoce su paradero.
El gobierno español, del socialista Pedro Sánchez, tampoco informó sobre los pormenores de la intervención. Más aún, después del elogio a la intervención de las policías española y marroquí en la crisis por parte del mandatario, en su formación política, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), se cerraron filas. Mientras que en su socio de gobierno, Unidas Podemos (UP), hubo algunas reacciones críticas, casi todas suaves, como pedir que se abra una investigación para que se depuren responsabilidades o que lo ocurrido en Melilla “es una vergüenza y nos abochorna”. El gobierno de coalición se comprometió a su llegada al poder, hace ya cuatro años, a eliminar las vallas fronterizas de Ceuta y Melilla, que están electrificadas y con alambres de púas, pero hasta el momento no se ha hecho nada al respecto. Más aún, la altura de las vallas se incrementó un par de metros y se fortaleció el sistema de vigilancia y detección de “amenazas”.
Mientras que desde los partidos de oposición, encabezados por el Partido Popular (PP), se exigió la apertura de una investigación ante los hechos más trágicos de la frontera en décadas, además de que otras formaciones de izquierda y críticas con el gobierno, como la valenciana Compromís, exigió la dimisión del ministro de Interior, Fernado Grande-Marlaska, y de Exteriores, José Manuel Albares.
En la crisis también intervino Argelia, cuyo gobierno tiene actualmente una dura disputa con el español y el marroquí por el conflicto del Sáhara Occidental. En un duro comunicado, Argelia calificó lo ocurrido en Melilla de “matanza” y reclamaron una investigación internacional, ya que “las imágenes de esta matanza son extremadamente impactantes; aportan información sobre la brutalidad extrema y el uso desproporcionado de la fuerza que son similares, dadas las circunstancias, a verdaderas ejecuciones sumarias”.