Moscú. Tras semanas de arduos combates, el ejército ucranio se retiró este sábado de la ciudad de Severodonietsk, informó su alcalde Aleksandr Striuk, al tiempo que se libran combates en las afueras de Lisichansk, en la otra orilla del río Seversky Doniets, la última ciudad importante en poder de las fuerzas ucranias en la región de Lugansk.
Striuk hizo el anuncio en una conexión en directo del canal de televisión ucranio 1+1 y dijo que “nuestros combatientes se replegaron a una posición más preparada, en la ciudad sólo quedan civiles, (los rusos) están imponiendo sus reglas, nombraron a un alcalde en funciones”.
Por las informaciones que llegan de ambos bandos, para las tropas ucranias concentradas en la zona de Lisichansk se mantiene el riesgo de quedar rodeadas por las unidades rusas, mientras la artillería pesada y la aviación castigan sus posiciones, sobre todo por el flanco sur que el ministerio de Defensa ruso asegura tener bajo su control.
Autonombrado vocero oficioso del ejército ruso, el gobernante de Chechenia, Ramzan Kadyrov, compartió este sábado por Telegram que ”la zona industrial y el aeródromo de Severodonietsk ya fueron liberados por completo”. La parte ucrania informó que aún se producen combates esporádicos en sus calles.
Los efectivos que había en Severodonietsk se repliegan desde el viernes hacia otra línea del frente fortificada, en cumplimiento de la orden del ministerio de Defensa ucranio, que concluyó que ya no tenía sentido defender la ciudad. Destruidos sus tres puentes era muy complicado evacuar a los pocos civiles que no han podido salir.
De los 160 mil habitantes que tenía antes de la guerra, quedan ahora sólo 12 mil y la devastación alcanza 90 por ciento de las casas, señaló el gobernador de la región de Lugansk, Serguei Gaidai.
“La situación es seria”, desde su cuenta en Facebook advierte Anna Mailiar, viceministra de Defensa ucrania, y explica: “Rusia continúa su guerra de desgaste y hará todo lo posible por tomar Severodonietsk y Lisichansk para poder decir que ha cumplido el objetivo de ‘liberar’ el Donbás (del que forman parte Donietsk y Lugansk)”.
Al mismo tiempo, las autoridades ucranias no creen que la caída de Severodonietsk y la ya inminente pérdida de Lisichansk sean un punto de inflexión en esta guerra y sostienen que sus tropas lograron frenar al ejército ruso y ganar tiempo para que lleguen los armamentos pesados prometidos por Estados Unidos y sus aliados, con lo cual están convencidos de que podrán contrarrestar la superioridad de Rusia en materia de artillería y aviación.
Desde hace tiempo, se tiene conocimiento de que el mando militar de Ucrania tiene preparada una segunda línea de defensa en la zona que va de la ciudad de Seversk a la de Bajmut, en la cual se concentra un número importante de tropas de reserva y adónde intentan llegar los soldados que estaban en Severodonietsk y, según los reportes más recientes, también una parte de quienes defendían Lisichansk.
No será un repliegue fácil y presumiblemente el número de bajas ucranias puede ser considerable, bombardeados por la artillería y la aviación rusas. A la vez, parece muy lento el avance de las tropas rusas por tierra, que como reportan TASS y otras agencias noticiosas de este país ya comenzaron a cruzar el río en balsas para entrar en la zona urbana de Lisichansk.
En el camino de la persecución se interpone una nueva zona industrial, la refinería de Lisichansk, presumible refugio de saldados ucranios y de habitantes de la ciudad que huyen, lo cual hace más complicado que pueda cumplirse el plan de rodear al ejército ucranio en esa región.
Durante los combates que se dieron en 2014 y 2015, en dos ocasiones el ejército ucranio quedó atrapado en cercos, lo que obligó al entonces presidente Petro Poroshenko a sentarse a negociar los llamados acuerdos de Minsk, ya enterrados definitivamente, en condiciones adversas que se tradujeron en la pérdida de facto de territorio (una tercera parte de las regiones de Donietsk y Lugansk, que no se subordinaron a Kiev y acabaron proclamándose independientes).
Es difícil saber si estamos en la antesala de que se repita la historia, cuando una eventual situación desesperada de un número elevado de soldados, que todavía es una posibilidad que no se ha dado, podría influir en que el presidente Volodymir Zelensky tire la toalla y pida negociar un alto el fuego bajo condiciones que no son las que él quisiera. O no hacerlo y sacrificar a sus soldados rodeados, presionado por Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte, cuyos dirigentes no tienen empacho en afirmar que esta guerra terminará sólo con el triunfo de Ucrania.
Pero si la mayor parte de las tropas ucranias que se repliegan consiguen llegar a la nueva línea de defensa, junto con las esperadas partidas de armamento occidental, Kiev no va a renunciar a la tentación de iniciar una contraofensiva, según se desprende de numerosas opiniones de políticos y militares que pueden encontrarse estos días en los medios de comunicación de ese vecino país.
Para decirlo de otra manera, todo indica que la guerra no concluirá en Severodonietsk y Lisichansk, incluso en el poco probable escenario de que el presidente Vladimir Putin anunciara que, con la “liberación del Donbás”, ya se cumplió una de las principales metas de su campaña militar y, por tanto, propone negociar un cese de hostilidades, si Ucrania acepta ceder esa parte de su territorio, así como “desmilitarizarse y desnazificarse”.