Hoy viene a mi casa Lázaro Castillo quien en La Habana trabaja con Miguel Barnet y alegra sus mañanas mientras ordena sus papeles y los miles de volúmenes de su extensa biblioteca. Todas las tardes desde hace 10 años, Lázaro Castillo regresa a su casa por el malecón de La Habana. Muchas olas se le vienen encima y mientras me lo platica, la salada atmósfera caribeña invade la sala en el número 10 de Chimalistac.
Hace más de 10 años que Lázaro es miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) que creó Miguel Barnet con Armando Hart en 1995.
En la Fundación, que se entregó al pensamiento y a la obra del antropólogo Fernando Ortiz y sus contemporáneos, Miguel Barnet siguió estudiando las raíces africanas, chinas, españolas que componen la cultura cubana, así como la Fundación en sí misma resguarda los instrumentos musicales que tanto llaman la atención de los visitantes sin desdeñar la herencia hispana de transculturación.
–Lázaro, ¿no es difícil trabajar con Miguel? Hice varios viajes con él a diversas ciudades de Alemania y aprendí muchísimo de su buen humor, su erudición y su encanto… A ambos nos interrogaban sobre la literatura testimonial, a él por su Biografía de un cimarrón y La canción de Rachel y a mí por Hasta no verte Jesús mío…
–Para mí –explica el joven y jacarandoso Lázaro Castillo– ha sido importantísimo tratar a Miguel Barnet, escucharlo, transcribir sus ensayos; he aprendido muchísimo de él durante los últimos 10 años. Incluso, el libro que tiene usted en sus manos, lo trabajé con él y entre los dos le pusimos el título: Yo soy la página que escribo
, sus memorias escritas en forma de viñetas. Contribuí a organizarlo con él y con las personas que le dieron entrevistas. En cuanto a la totalidad de su obra, me he encargado de protegerla, cuidarla, difundirla y contribuir a su divulgación, aunque como todos lo saben ya es muy conocida.
–Lázaro, ¿estudia usted cada libro de Barnet?
–Me dedico a ser vicepresidente de la Fundación Fernando Ortiz, que es una fundación creada por Miguel Barnet con el ministro Armando Hart Dávalos en 1995. He escrito sobre Fernando Ortiz, el antropólogo y pensador cubano y sus contemporáneos. Son muchos los jóvenes historiadores y antropólogos cubanos que estudian los orígenes de la cubanidad que, como sabes, proviene de la cultura africana, la hispana y la china que a su vez componen nuestra nacionalidad. Ortiz también estudió los instrumentos musicales, los que tienen que ver con la danza, el vudú, los ritos, las herencias, así como la gran influencia de España que fue transculturándose
hasta formar parte de nuestra nación.
Miguel Barnet es el autor cubano más reconocido en Latinoamérica (después de Alejo Carpentier) y todos los visitantes a la isla que se dedican a la sociología y antropología lo buscan apenas llegan a La Habana.
Miguel siempre quiso escribir a mano. Odia las máquinas de todo tipo.
–Ha sido importantísimo para mi formación tener esa conexión de primera mano con él y con su obra desde hace más de 10 años. Le he tecleado todos sus manuscritos, sus últimos libros de poesía, incluso el libro, Elena, que tiene ahora en sus manos, contribuí esencialmente a organizarlo.
–¡Qué gran suerte para Barnet!
–Ahora me responsabilizo ante todo, de proteger su obra, difundirla y estudiarla. Usted sabe que él tiene un género literario único: la novela testimonio que empezó a trabajar en los 60 y ha enriquecido a lo largo de los años. Personalmente he abrazado toda su obra desde la primera Biografía de un cimarrón, La canción de Rachel y Gallego, y analicé las tres novelas por su aportación a la teoría de la cultura y la subalternidad en nuestra literatura. Usted sabe que Gramsci fue quien primero habló del subalterno en Los cuadernos de la cárcel. Siguiendo su ejemplo, un grupo de historiadores cubanos trataron el tema de los personajes marginales, los que no tienen voz. Miguel es uno de los grandes promotores de esa literatura…
–Aquí en México, el iniciador fue Ricardo Pozas quién escribió Juan Pérez Jolote
, publicado en 1948, antes de que apareciera el antropólogo estadunidense Oscar Lewis con su extraordinario Los hijos de Sánchez…
–Exacto. Yo trato de estudiar cómo Miguel les da vida y sobre todo reconocimiento a los olvidados. El Cimarrón es un esclavo fugitivo cuya vida gusta mucho; lo mismo La canción de Rachel, una vedette que nunca cumplió su sueño y nunca se dio por vencida. Gallego es un personaje que desembarca en Cuba y ejerce todos los oficios posibles. Es un sobreviviente. Con estas tres novelas Miguel Barnet arranca toda su inmensa obra, que ha sido traducida a todos los idiomas y festejada en los cinco continentes.
–Y usted, Lázaro, ¿qué escribe?
–Lo hago a partir de mi memoria afectiva. Nací en el campo, viví entre las aves, los animales, las plantas, me refugio mucho en estos recuerdos y a partir de ellos creo mi poesía. Mi infancia es mi inspiración. Reflejo elementos de lo cotidiano, trato de alcanzar un lenguaje que no sea ni vulgar ni chabacano, quiero que lo puedan leer niños y adultos. Uno de los elementos que me apasionan en mi literatura es el erotismo fino escrito de manera muy sustanciosa.
“La vida literaria en Cuba es muy rica, muy poderosa, baila sobre los océanos y llega a todos los continentes. ¡Piense en José Martí, en Carpentier, en Leonardo Padura, en Fernández Retamar, en Dulce María Loynaz! Ahí está Nancy Morejón, quien sigue escribiendo poesía, ensayo como a los 20 años. Colabora en Casa de las Américas e hizo una aportación notable a los estudios del Caribe. Nancy publicó poesía, crítica, análisis, prosa crítica. Prologó recientemente el libro El poeta en la isla de Miguel Barnet para sus 80 años, e hizo la selección de poemas. Antonio Arrufat todavía está produciendo. Recientemente, perdimos a Sigfredo Ariel, quien perteneció a una generación excepcional en la literatura cubana. Entre los jóvenes contamos con Alaíde Fernández Retamar, la hija de Roberto y de Adelaida; Virgilio López Lemus, Francisco López Lemus, Senel Paz, que sigue siendo profesor en escuelas de cine. Colaboró mucho con mi generación y contribuyó igual que Miguel Barnet a visibilizar a la cultura cubana en el mundo. Las editoriales acuden a la celebridad de un Miguel Barnet o un Senel Paz para lanzar a un nuevo autor cubano porque una palabra de esos autores es un ‘ábrete, Sésamo’ para nosotros.”