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En tierra de Zapata se abrió el último plantel

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Escuela Normal Rural de Amilcingo, Morelos. Foto Luis Castillo
22 de mayo de 2022 10:29

Amilcingo, Mor., Ubicada en medio de sembradíos de maíz y amaranto, la Escuela Normal Rural Gral. Emiliano Zapata es fiel a la historia de resistencia y lucha que no sólo sus estudiantes y egresadas han dado, también de las batallas que los pobladores de esta región protagonizaron durante la Revolución Mexicana, al lado del Caudillo del Sur, y recientemente por la defensa de su territorio.

Desgraciados los pueblos donde la juventud no haga temblar al mundo y los estudiantes sean sumisos ante el tirano, se lee a pocos metros de la entrada de esta histórica institución, que en 1974 se creó por decreto presidencial, tras una intensa lucha de campesinos, profesores rurales y jóvenes que demandaban educación.

El rostro de Ernesto Che Guevara, pintado en una pared de las aulas centrales del plantel, acompañado de la leyenda asesinaron tu cuerpo, nunca lograron con balas acallar tu ejemplo. Hasta la victoria siempre, sigue el paso de decenas de futuras maestras rurales que, presurosas, acuden desde las primeras horas de la mañana a las aulas para cumplir largas jornadas de trabajo y estudio de lunes a viernes.

En este internado femenino, a las siete en punto, tras un rápido desayuno, comienzan las clases que concluyen a las cinco de la tarde. A esa hora, sus 374 alumnas acuden por sus alimentos al comedor de la escuela. Lapso que también aprovechan para hacer tareas y destinar, al menos una hora, para la limpieza del plantel.

La Escuela Normal Rural de Amilcingo “es resultado de la lucha del pueblo para que se fundara aquí esta escuela –la última de este tipo abierta en el país hace ya 48 años–, de la cual seguimos muy orgullosas, porque es un fiel reflejo de los principios que nos han dado origen”, apuntan alumnas de segundo año de la licenciatura en Educación Primaria.

Somos la escuela más joven de las 17 normales rurales que aún existen (incluida la Escuela Normal Indígena de Cherán, Michoacán), y seguimos resistiendo, afirman las futuras maestras con un claro brillo de orgullo en sus ojos.

La historia de su lucha está –narran– en sus muros. En la barda perimetral, pintada de blanco y azul, se plasman los escudos de otras escuelas normales rurales que recuerdan los objetivos de libertad, estudio y trabajo de los próximos profesores, así como los anhelos de justicia social: Nuestras raíces vivirán por siempre, destaca en otro de los muros del plantel.

Juliana y Mariela, a punto de cumplir su primer año en el plantel, saben que su formación se acompaña de una serie de estigmas. Nos tachan de criminales, guerrilleros, delincuentes, revoltosos y flojos. Es difícil cambiarle a alguien la ideología que tiene de una normal rural, pero lo más importante es saber qué pasa aquí adentro: conocer por qué desde hace años estamos en un movimiento de resistencia y cambio; marchamos porque luchamos por la educación y por justicia social, explica Mariela, originaria de Villa del Carbón, en el estado de México, quien dejó su casa y familia a los 18 años, por el sueño de ser maestra rural.

Iniciar el sueño

Los salones de clase están rodeados por extensas áreas verdes con decenas de árboles frutales, sobre todo de mango, que se consumen en el comedor escolar o se ponen a la venta en las comunidades aledañas. Lo mismo pasa con las parcelas donde las futuras profesoras cultivan maíz y cacahuate.

Acompañada de sus padres y un bebé de menos de un año, Esmeralda llegó el viernes al plantel desde el municipio de Acatepec, en la región de la Montaña de Guerrero, para concursar por uno de los 92 lugares para alumnas de nuevo ingreso.

Les tomó un día de viaje trasladarse desde su comunidad, denominada El Aguacate. Por poco y no llegamos, está muy lejos, y nos quedamos sin dinero, comenta su padre Clemente Jesús, humilde trabajador del campo, quien finca sus esperanzas en que Esmeralda sea maestra rural.

Más que nada para que se sepa defender, con tantas cosas que pasan hoy en día, muchas injusticias y violaciones de derechos, pero nos tuvimos que venir acá, porque Ayotzi (Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, Guerrero) es para varones, agrega don Clemente.

A su vez, Elvia, su esposa, cuenta cómo logró convencer a su hija de la importancia de este viaje. Ella me decía que ya no quería estudiar, pero nosotros queremos hacer la lucha para que sea alguien en la vida, que no se vaya a quedar como nosotros. Para que tenga un futuro distinto, y no se quede sólo en la cocina, quemándose, que sea alguien en la vida. Esmeralda asiente con la cabeza mientras escucha lo dicho por su madre.

Teniendo como fondo la leyenda seguiré sembrando rebeldía, hasta cosechar libertad, Juliana y Mariela resaltan, que como ellas, muchas compañeras llegan a la normal con el compromiso de formar a los niños más pobres del país, en medio de muchas carencias.

Aquí nos enseñan lo necesario para ir a comunidades incluso muy lejanas. Cuando egresamos no sólo somos docentes, también sabemos hacer otras cosas, como cultivar la tierra para autoconsumo. De aquí nos llevamos valores como la responsabilidad y la honestidad, mismos que transmitiremos en las aulas más olvidadas de México.

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