Necaxa tuvo buen desempeño y gran actitud en la cancha, confirmó su progreso bajo las órdenes de Jaime Lozano; no obstante, todo se decidió en la ronda de tiros penales, donde el guardameta Luis Malagón perdió la partida, a pesar de que los auxiliares Édgar Hernández y Ryota Nishimura –cuando llegó la hora de resolver el juego en esa instancia– lo asistieron con el clásico acordeón para orientarlo, pero ni así...
Otro tanto pasó en Monterrey. El portero de los Rayados, Esteban Andrada, lleva por apodo Sabandija, así debió sentirse con la eliminación. En realidad, el Atlético de San Luis, cuyo timón conduce desde febrero el brasileño André Jardine, lució como un equipo con mejor empaque y se sobrepuso, además, a un arbitraje localista. Instalados ya en los envíos desde el manchón de penal, Marcelo Barovero detuvo los disparos de Vincent Janssen y Maxi Meza, para silenciar al Gigante de Acero con gran entrada por la venta de boletos al 2x1.
Los Rayados, equipo de gran poderío económico, suman otro gran fracaso en el torneo, aunado a su triste presentación en el Mundial de Clubes, pues mientras América, Chivas y el mismo San Luis tuvieron un envión luego de los relevos en la dirección técnica, Víctor Vucetich no logró infundir nuevos bríos al cuadro norteño, por lo que el Rey Midas asumió la responsabilidad de la derrota... Una buena dosis de culpa corresponde al directivo Duilio Davino, quien no ha podido darle la estructura ideal.
Antony Silva, guardameta del Puebla, también fue decisivo para que tras la ronda de penales su equipo se instalara en cuartos de final. No sólo debió superar al aguerrido Mazatlán, sino también al prepotente y errático árbitro César Ramos. En Chivas, que por fin amarró a Alexis Vega, las palmas son para el técnico interino Ricardo Cadena. El Rebaño dio cuenta en tiempo regular del menguado Pumas que tuvo un torneo ajetreado en exceso y, a su vez, renovó contrato al técnico Andrés Lillini e intenta retener a Alfredo Talavera.
Múltiples análisis fluyeron por doquier tras la derrota de los Pumas a manos del Seattle Sounders de la MLS en la final de la Concachampions. Genios devanándose los sesos y exponiendo los motivos del estrepitoso revés... Nadie debe rasgarse las vestiduras; al contrario, era el paso lógico, quizás culminante, de una serie de conquistas importantes que el futbol estadunidense ha logrado, aprovechando el entreguismo de los federativos mexicanos, siempre ansiosos por complacer a sus vecinos del norte a cambio de puñados de dólares.
Varios jugadores y estrategas enfatizan que la Liga Mx es aún mejor en calidad y atractivo, el caso es que la estadunidense ni siquiera tiene que ser de excelencia para maximizar logros, no lo necesita porque el futbol mexicano se autosabotea desde hace años con medidas como la escandalosa extranjerización: hay cantidad, no calidad. La atención a las fuerzas básicas es simulada, pocos trabajan seriamente y las opciones para jóvenes se dan a cuentagotas, incluso eliminaron la regla 20/11, que era un diminuto resquicio para dar salida al talento.
El puntapié que lanza la liga al abismo de la ignominia es la eliminación del ascenso y descenso que va para largo, así como la ridícula implementación –con el pretexto de la pandemia– de la repesca que premia la mediocridad. Gracias a esas acciones antideportivas, México tiene una liga de futbol intrascendente, pero es innegable, adquiere un irresistible brochazo de morbo en el repechaje, nomás por esa ansia loca de ver tropezar a los grandes a manos de los coleros.