Zacatecas. Durante las últimas dos décadas, –excepto en dos años-, Zacatecas ha tenido una declaración oficial de emergencia por sequía, en alguna región del estado, un hecho relevante en términos científicos, ya que este fenómeno climático se ha vuelto recurrente. Como consecuencia de esto, el agua subterránea, sobreexplotada, se bombea cada vez de mayores profundidades.
En el acuífero de la cuenca de Calera, la más importante del estado, antes se extraía agua a una profundidad de entre 20 y 30 metros. Por la sobreexplotación agrícola de riego y las actividades industriales, actualmente el vital líquido se bombea de profundidades hasta de 700 y 800 metros. Aunado a ello, gran parte de los suelos del territorio zacatecano, están en proceso de desertificación.
Ante este escenario, la coordinación del área de Ciencias Agropecuarias de la Universidad Autónoma de Zacatecas, está elaborando un plan estratégico, consistente en un decálogo con recomendaciones a todos los campesinos y ganaderos del estado, que les ayude a prevenir o atenuar los efectos de la sequía.
Informó a este diario Héctor Gutiérrez Bañuelos, doctor en ciencias pecuarias con especialidad en rumiantes por el Collague Station de Texas, quien advirtió que el 80 por ciento del territorio de Zacatecas –unos 7 millones de hectáreas-, está bajo la categoría, según la zona geográfica de que se trate, de árido, semiárido o muy árido.
“Lo que quiere decir que cuando se produce el fenómeno de sequía, cada año, a nosotros nos afecta más que a otros estados, y las consecuencias sociales y económicas son catastróficas”.
Sólo en los años 2015 y 2021, en Zacatecas se presentaron precipitaciones pluviales anuales, por encima de la media, según la medición de la Comisión Nacional del Agua y del Servicio Meteorológico Nacional.
El problema del cambio climático y las anomalías atmosféricas, han acentuado las sequías, y ha hecho más difícil predecirlas. Eso ocurrió en el año 2021, recordó el investigador con estudios también en la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro, de Saltillo.
Gutiérrez Bañuelos señaló que este escenario obligó a la UAZ, a través del área de Ciencias Agropecuarias, a elaborar un Plan Estratégico de Prevención y Manejo de Sequía, para el sector agropecuario de Zacatecas, con un enfoque multidisciplinario, ya que ahora se tiene la certeza, dijo, de que “la sequía tiene incluso un impacto psicológico, desde el productor que sufre depresión severa, por la pérdida de su cosecha, o el ganadero por la muerte de sus vacas. Es un serio impacto social”.
El especialista dijo que es un hecho que, cuando no llueve, los ciclos biológicos cambian. Las plantas y forrajes que debía crecer, no lo hacen. El ganado deja de producir, y empieza a haber consecuencias a partir de eso. Y en el caso de Zacatecas, ya se puede hablar de que hay un impacto demográfico en los últimos 20 años, por estas sequías recurrentes.
“Si se desfasan las lluvias, y baja su cosecha, o peor aún a veces no hay cosechas. Lo más grave es cuando se producen dos o tres años consecutivos con sequía. Es muy frustrante para el productor, porque la producción agropecuaria es muy cara, y la rentabilidad de las cosechas es muy baja. Y hay que pagar el costo de la luz eléctrica, la gasolina, el diésel, los fertilizantes, insecticidas, fungicidas… Por eso hay una alta emigración del campo a las ciudades, ante este fenómeno de la sequía”.
Como ejemplo, señaló Gutiérrez Bañuelos, durante la más aguda sequía de la época moderna, entre los años 2010 y 2011, el inventario de bovinos en Zacatecas cayó entre 40 y 60 por ciento. “De un millón 600 mil cabezas de ganado, cayó a alrededor de 650 mil cabezas de ganado. Pero actualmente se estima que el inventario es de 980 mil bovinos”.
La falta de lluvias y forrajes, generó la tragedia pecuaria: “entre 2010 y 2011 murió muchísimo ganado por inanición, es decir se murió por hambre. Se les recomendó a los ganaderos vender y no quisieron, porque les daban 2 mil pesos por cada animal. Y sus animales se les murieron de hambre”.
Sobre las técnicas para provocar lluvias, como el bombardeo de nubes con yoduro de plata, el investigador fue claro: “realmente no te ayudan mucho”, explicó, “primero porque hay cosas que no puedes controlar, antes que nada necesitas que haya nubes y en segundo lugar, las nubes no son estáticas, se mueven. Y puede llover donde no necesitabas que hubiera precipitación”.
Otro problema grave es el abatimiento de los mantos freáticos, indicó Gutiérrez Bañuelos. Un ejemplo, dijo, es la cuenca hidrológica más grande que tiene el estado, la cuenca de Calera, que comprende del noroeste de la capital de Zacatecas, cruzando los municipios de Morelos, Calera, Enrique Estrada y hasta el oriente de la ciudad de Fresnillo, en la que “el nivel ya ha bajado muchísimo, porque se extrae más agua de la que se puede captar”.
¿Qué tanto ha bajado ese nivel? Se le preguntó al especialista. Bueno –respondió-, son diferentes niveles, según el venero. Pero antes se extraía el agua a 20 o 30 metros de profundidad en algunas zonas de la cuenca de Calera. Ya quien la extraía a 40 metros de profundidad, ya era mucho.
“Pero ahorita estamos extrayendo en promedio a 350 metros, y hasta 700 y 800 metros en algunas zonas. Entones esto ya es mucho, imagínate el consumo de electricidad y combustibles para poder sacar esa agua a la superficie. Sigue entonces el abatimiento de los mantos freáticos y seguimos sin reaccionar”.
Frente a esta realidad, concluyó Gutiérrez Bañuelos, “deberíamos de tener un ruta crítica para el abastecimiento o la recarga de los mantos freáticos, de perdido darles más viabilidad, por más años. Porque al paso que vamos, no creo que nos queden muchos años de agricultura de riego y de industria (aquí se ubica la planta cervecera de Grupo Modelo, la más grande de América Latina hasta hoy), y ahorita estas son de las pocas actividades económicas con las que se levanta el estado”.