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La FILH rinde tributo a Carilda Oliver

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En la 30 FILH, Ediciones Vigía, de Matanzas, dedica su módulo a Carilda Oliver; ahí se entrelaza su figura con los símbolos de su ciudad natal. Foto tomada del sitio de https://es-la.facebook.com/PeriodicoGiron
25 de abril de 2022 09:24

La abogada cubana Carilda Oliver Labra tenía 27 años cuando decidió publicar un incendiario libro de poemas eróticos que en 1949 escandalizó a la conservadora sociedad de su época. Sin embargo, los versos, por otra parte, enamoraron a los jóvenes espíritus rebeldes que se gestaban en la isla.

En el centenario del natalicio de la poeta, la Feria Internacional del Libro de La Habana (FILH) que se desarrolla estos días en Cuba, rinde homenaje a la autora de Al sur de mi garganta, y recuerda aquel poemario en el que aún estremecen sus palabras: “Me desordeno, amor, me desordeno / cuando voy en tu boca, demorada; / y casi sin por qué, casi por nada, / te toco con la punta de mi seno.

Te toco con la punta de mi seno / y con mi soledad desamparada; / y acaso sin estar enamorada; / me desordeno, amor, me desordeno. / Y mi suerte de fruta respetada / arde en tu mano lúbrica y turbada / como una mal promesa de veneno; / y aunque quiero besarte arrodillada, / cuando voy en tu boca, demorada, / me desordeno, amor, me desordeno.

La escritora Carilda Oliver Labra nació en la ciudad de Matanzas el 6 de julio de 1922. Falleció a los 96 años, en 2018, en su ciudad natal, en la que encontró ese algo místico que le hacía escribir sólo ahí: Será su bahía, el valle del Yumurí, la ermita de Monserrate, sus playitas, sus puentes, no sé, el caso es que no tengo inspiración fuera de ella, confesó un día en entrevista con Prensa Latina.

Además de ejercer su profesión como abogada, fue bibliotecaria, profesora de inglés, dibujo, pintura y escultura. Publicó 40 libros, muchos de ellos traducidos al inglés, francés y alemán, reconocida por el gobierno de su país con el Premio Nacional de Literatura en 1998.

Canto a Fidel

En la década de 1940 coincidió con Fidel Castro en la Universidad de La Habana, cuando ambos estudiaban la carrera de derecho. Tiempo después, Oliver decidió de nuevo confrontar la censura y jugarse la vida al escribir Canto a Fidel, cuando él ya era un combatiente en la Sierra Maestra contra la dictadura de Fulgencio Batista:

“Gracias por ser de verdad, / gracias por hacernos hombre, / gracias por cuidar los nombres / que tiene la libertad… / Gracias por tu dignidad, / gracias por tu rifle fiel, / por tu pluma y tu papel, / por tu ingle de varón. / Gracias por tu corazón. / ¡Gracias por todo, Fidel!”

Al triunfar la revolución cubana, en 1959, la abogada fue despedida del ayuntamiento de Matanzas y tuvo que incorporarse a un despacho privado, además de que sus versos no se publicaban. Según relata la semblanza que hizo de la autora la agencia Dpa, en esos años, Carilda también afrontó “un desgarro familiar cuando sus padres se marcharon del país. Los acompañó al aeropuerto a despedirlos y fue tanta la emoción que sintió en aquel momento que años después reconocería que se quedó ‘sin hablar y sin oír’ durante varias horas. Ella prefirió quedarse sola a vivir en Cuba, siempre en su casa matancera de la calle Tirry 81, que daría incluso nombre a uno de sus libros, publicado en 1987”.

Los críticos reconocen que su obra no se apegó nunca a los cánones literarios del realismo socialista.

Como poeta experimentó con sonetos, redondillas, cuartetas, décimas, silvas y su característico verso libre.

Acerca de su popular poema Me desordeno, recordaba con humor que lo escribió de muy jovencita, y la gente siguió desordenándose por su cuenta, pero me han echado la culpa a mí de todo. Reacia a las ceremonias y actos institucionales, convirtió su casa en un salón literario al que acudían sus vecinos para escucharla declamar versos o poemas musicalizados en vivo.

En la 30 FILH, Ediciones Vigía, de Matanzas, dedica su módulo a Carilda Oliver, diseñado por Marialva Ríos, donde entrelaza la figura de la poeta con los símbolos de su ciudad natal, como los puentes y su catedral.

También están presentes elementos de la vida cotidiana de la autora, como los gatos y las flores, y se incluye en la composición visual, en la que predomina el color púrpura, uno de sus versos: Por poderosa sangre voy llamada / aun latido constante de temblores. / Me quedo en esa huida de las flores, con ese fin de soledad tocada.

Otras de sus obras son: Memoria de la fiebre (1958), Versos de amor (1963), La ceiba me dijo tú (1979), Desaparece el polvo (1983), Se me ha perdido un hombre (1993) y Libreta de la recién casada (1998), las cuales están disponibles en una antología en el módulo de Ediciones Vigía, en la FILH.

Muchacho

Muchacho loco: cuando me
miras
solemnemente de arriba
abajo
siento que arrancas tiras y
tiras
de mi refajo.

Muchacho cuerdo: cuando
me tocas
como al descuido la mano, a
veces,
siento que creces
y que en la carne te sobran
bocas.

Y yo: tan seria, tan formalita,
tan buena joven, tan señorita,
para ocultarte también mi
sed

te hablo de libros que no
leemos,
de cosas tristes, del mar con
remos;
te digo, usted...

Recado

Amor, amor de aquí: pásame
el brazo
por la cintura. Amor, toca
esta frente,
di una frase vulgar, casi
inocente,
ríe, ríe después... Tengo un
retazo

de sol bajo la tela de mi
hombro.
Arráncalo de ahí, dáselo a un
nido.
Llora como si ya te hubieras
ido,
y cállate en el punto en que
te nombro.

Amor, amor, ¡sujétame esta
gota!
(¿Verdad que se parece a la
mar rota?)
Mi corazón para la luz se
cierra.

Al sur de todo vengo
abandonada.
Deténme: estoy muriéndome
por nada,
arrepentida de mirar la
tierra.

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