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Nos encontramos gracias a ella / César Iglesias*

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Rosario Ibarra de Piedra. Foto José Antonio López / Archivo
17 de abril de 2022 09:25
La mañana del 2 de octubre de 2007, en el Casco de Santo Tomás, dentro del Auditorio Lenin de la Escuela Superior de Economía, bajo el liderazgo de doña Rosario Ibarra de Piedra y más de 150 organizaciones sociales, se refundaba el Frente Nacional Contra la Represión (FNCR).

El lugar escogido para dicho acto no fue fortuito. Hay que recordar que un grupo importante de politécnicos habían decidido entrar a la lucha política armada después de haber padecido la violencia del Estado en 1968 y 1971. Su consigna era clara, había que cambiar al mundo. Muchos de ellos fueron asesinados y desaparecidos durante la guerra sucia.

En el contexto de estos asesinatos selectivos y desapariciones forzadas, doña Rosario Ibarra de Piedra perdería a su hijo Jesús Piedra Ibarra, al ser detenido-desaparecido por elementos de la Dirección Federal de Seguridad.

La respuesta de doña Rosario fue emprender una búsqueda que nunca cesó. Su determinación incorruptible fue una clara guía para el movimiento social durante décadas. Su lucha por la justicia y en contra de la represión logró que muchos presos políticos de la época pudieran salir con vida de los campos militares. La ley de amnistía de 1978 permitió que mil 500 presos políticos recuperaran su libertad, ese fue uno de los logros más importantes que tuvo el FNCR en su primera etapa.

La refundación del frente en 2007 se dio en el marco del delicado y grave avance de la militarización del país y de la represión contra el movimiento social desplegado a partir del fraude electoral de 2006.

La brutal represión a los movimientos sociales se estaba agudizando a lo largo y ancho del país. El FNCR puso sobre la mesa las graves violaciones a los derechos humanos ocurridas en Oaxaca a los integrantes de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca; hacia los dignos campesinos de Atenco en el estado de México por defender su territorio; la detención-desaparición de los guerrilleros Edmundo Reyes Amaya y Gabriel Alberto Cruz Sánchez, militantes del Ejército Popular Revolucionario (EPR).

Al mismo tiempo, el balance para refundar el FNCR partía del hecho de que el Estado mexicano creó las condiciones para golpear tanto al movimiento estadocéntrico electoral como a la lucha social. Por una parte, se había cometido el golpe de Estado preventivo de 2006 contra el movimiento encabezado por López Obrador, y por el otro, se había asestado un golpe al proceso articulador de fuerzas sociales dentro de La Otra Campaña con la detención de Ignacio del Valle, líder del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra.

La propuesta de doña Rosario Ibarra de Piedra fue coordinar todas las denuncias de violaciones de derechos humanos contra el movimiento social desde el Senado de la República, pero también, y aún más necesario, partir del hecho de que para resistir debíamos estar organizados. La violencia del Estado debía ser detenida poniendo en el centro, no las diferencias políticas de cada organización, sino las coincidencias para exigir el respeto a la vida desde la disidencia, como un derecho humano.

Esta apuesta por el diálogo hizo avanzar una Comisión de Mediación entre el EPR y el gobierno federal en la búsqueda de sus detenidos-desaparecidos en Oaxaca, que estuvo integrada, además de doña Rosario, por José Enrique González Ruiz, Miguel Ángel Granados Chapa, Juan de Dios Hernández Monge, Gilberto López y Rivas, Carlos Montemayor y Samuel Ruiz García.

El FNCR impulsó una nueva ley de amnistía que fue retomada en su momento por el Frente Amplio Progresista dentro de la Cámara de Diputados. Todos estos esfuerzos se hacían para denunciar una y otra vez las arbitrariedades del Estado autoritario mexicano y evitar una barbarie más. Es claro que la veta autoritaria contra la que resistió el FNCR desembocó en el crimen de Estado de Ayotzinapa, con la detención-desaparición de los 43 normalistas.

Doña Rosario contaba que ella era un ama de casa más, que no tenía experiencia política alguna, pero el amor a su hijo la llevó en su búsqueda a ser la primera candidata a la Presidencia de la República, diputada, senadora, a organizarse con otras madres en el Comité ¡Eureka!, y sobre todo dar esperanza a todos los que sufrían la violencia política del Estado. Doña Rosario no encontró a su hijo, pero muchos de nosotros nos encontramos gracias a ella esa mañana en el Politécnico. Que la tierra le sea leve.

¡Vivos se los llevaron! ¡Vivos los queremos!

Profesor de la Escuela Superior de Comercio y Administración, Unidad Tepepan, del Instituto Politécnico Nacional.

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