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Falta a gobierno "mucho por hacer" con desapariciones, dice hija de Rosario Ibarra

17 de abril de 2022 22:53

Monterrey, NL. Rosario Ibarra de Piedra fue sepultada hoy, 17 de abril, 45 años exactos después de haber fundado el Comité Eureka, eje y corazón de su lucha por la justicia, contra la desaparición forzosa y la prisión política y contra la impunidad, en el panteón de Dolores de la capital neoleonesa. Mañana 18 de abril se cumplen 48 años de la detención-desaparición de su hijo Jesús.

Frente a la sepultura abierta, sus dos hijas le dieron el último adiós, acompañadas por un pequeño grupo de personas, entre antiguos presos políticos, algunas doñas del comité Eureka y activistas de derechos humanos.

Claudia Ibarra toma la palabra para expresar un amargo reclamo al presidente Andrés Manuel López Obrador. “Le queda mucho por hacer a este gobierno. Ha hecho mucho, pero no puede haber una transformación verdadera si sigue el problema de los desaparecidos”.

Hizo referencia a la carta que le escribió al mandatario cuando le fue otorgada en el Senado la medalla Belisario Domínguez, en la que lo llama querido amigo y le deja en prenda la presea hasta que se cumpla la promesa de encontrar a los desaparecidos políticos de la guerra sucia. “Ella le pidió al presidente que le entregara la verdad sobre el paradero de mi hermano Jesus y los demás desaparecidos y no ha cumplido.”

Antes, en plática con La Jornada, lamento que todo el apoyo que brindó su madre a las causas del hoy presidente no tuvo reciprocidad. El decreto con el que se creó la Comisión por el acceso a la verdad y la violación de los derechos humanos de 1965-1990 “es insuficiente”.

Habló también del impacto que la desaparición forzada tiene no sólo en las víctimas directas sino en toda la familia, “de generación en generación”. Rosario Ibarra dejó siete nietos y todos ellos vieron con mucho dolor como su abuela se fue agotando y apagando sin que llegara la respuesta que esperaba.

“Ante esto las autoridades han sido insensibles y las instituciones siguen actuando con impunidad”, dijo. Y se refirió a una carta que le escribió personalmente Rosario a López Obrador y que le fue entregada el día que tomó posesión en el palacio nacional. En esta, la defensora solamente le pedía al mandatario que le diera audiencia a las doñas del comité Eureka, que las escuchara. Han transcurrido más de tres años y esta reunión no se ha concretado. Solamente en lo que va de 2022 ya murieron tres de las madres fundadoras de la organización: Elisa Gutiérrez de Cortés, Catalina Castro de García y la misma Rosario.

El mensaje de Rosario Ibarra, la mayor, titular de la Comisión nacional de derechos humanos, atenuó la crítica: “Tenemos que exigirle a las autoridades, pero también tenemos que pedirle al pueblo de México que tome esa conciencia, La construcción de una sociedad sin desaparecidos y sin impunidad no se da por decreto, en eso es lo que tenemos que poner todos nuestro esfuerzo siguiendo el ejemplo de esta incansable luchadora”.

Por último, Laura Gaytán, quien integró las filas del MAR en Chih y estaba presa en el Campo Militar Número Uno — y que como tantos otros hubiera sido una desaparecida más si su madre junto con Rosario y las doñas de Eureka no hubieran luchado y reclamado su presentación con vida— también lanzó un duro reclamo a los antiguos presos políticos, más de 100, que recuperaron su libertad como resultado del trabajo del comité.

“Hoy deberían estar honrando su memoria, aquí. Por ella están en libertad y vivos. Fuimos cerca de 150 detenidos-desaparecidos y logramos sobrevivir por su lucha. Aquí habemos algunos honrándola, llorándola, agradeciéndole”. A esos ausentes que guardan silencio frente a la muerte de Rosario Ibarra los llamó “ingratos y desleales”.

Ni en el panteón ni en la modesta funeraria donde fue velada desde anoche hubo multitudes, ni discursos ni declaraciones de muchos políticos que dientes afuera expresaron sus condolencias pero que prefirieron, como lo hicieron durante la vida de Rosario, darle la vuelta. Flaca memoria en una ciudad y una sociedad que le deben a esta mujer la carta de naturalización que tiene en las instituciones el tema de los derechos humanos.

“No te olvides que esto es Monterrey, la cuna de la reacción”, dice Ricardo Morales Pinal, quien en 1971 era un joven profesor de química que se incorporó al movimiento armado conocido como los Procesos, que fue descabezado. Él cayó preso en 1972, junto con docenas de jóvenes. En la segunda huelga de hambre de Rosario Ibarra, en 1978, se logró la amnistía que otorgó la libertad a medio centenar de presos políticos.

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