San Felipe, BC. En el Alto Golfo de California, surge una esperanza para la supervivencia de la vaquita marina, después de que en últimas expediciones para estudiar a esta marsopa han tenido como resultado el avistamiento de siete a ocho ejemplares adultos y la existencia de dos crías.
La noticia es alentadora, aunque este mamífero marino aún corre peligro de extinción porque queda expuesto a las redes agalleras que colocan pescadores furtivos para capturar al pez totoaba, especie codiciada porque su vejiga natatoria o “buche” se vende en miles de dólares en el mercado chino.
Un grupo de científicos e investigadores, entre ellos Armando Jaramillo y Lorenzo Rojas, zarparon en octubre del año pasado en los barcos Sharpie y Narval del Museo de la Ballena, para realizar un estudio en la zona cero y ubicar a vaquitas marinas. Durante la expedición hicieron ocho avistamientos y “la buena noticia es que hay dos crías, es un grupo sano, lo cual hace una esperanza muy grande”, aseguró Chuck Lindsey, director ejecutivo de Sea Shepherd.
“No quiere decir esto es todo lo que hay, puede haber más, no lo sabemos; pero lo que sí sabemos es que logramos identificar a esas ocho, sabemos que la vaquita sobrevive. La buena noticia es que la vaquita sigue aquí y la mejor noticia es que éstas acciones que estamos tomando ahora, están siendo realmente efectivas y de ahí viene la esperanza”, expresó Pritam Singh, presidente de Sea Shepherd.
El Mar de Cortés, región considerada de alta biodiversidad, es el único hábitat para el cetáceo más pequeño del mundo. La organización medioambiental Sea Shepherd y la Secretaría de Marina (Semar) pusieron en marcha su octava campaña de la Operación Milagro e intensificaron las acciones para preservar la vida de la vaquita marina.
También participan otras seis dependencias federales; la finalidad es eliminar las redes de enmalle grande prohibidas dentro del refugio de la vaquita marina denominada Zona de Tolerancia Cero, polígono de 225 kilómetros cuadrados en el Alto Golfo de California donde la pesca está prohibida al igual que el acceso a cualquier embarcación. En las redes también quedan atoradas otras especies como tortugas, ballenas, delfines y tiburones.
A bordo de los buques Sharpie y John Paul DeJoria, de Sea Shepherd, y de la patrulla oceánica Sonora de la Semar, las tripulaciones de ambas instancias realizan operaciones de vigilancia las 24 horas del día en los límites de la zona cero.
Desde enero pasado comenzaron un nuevo protocolo de información y respuesta que ha resultado –aseguran– en una reducción sustancial del número de pangas y del tiempo que permanecen las redes ilegales en el agua. En lo que va de 2022 han recuperado 70 con una longitud de 9 mil 353 metros, la mayoría de ellas en las costas del mar.
El trabajo coordinado consiste, por ejemplo, si una embarcación rebasa o está cerca del polígono de reserva de la vaquita marina, Sea Shepherd vuela un dron y se cerciora si están pescando ilegalmente. De confirmarse, envían la información a la Marina quienes a su vez envían lanchas interceptores para realizar las labores de disuasión o retirar las redes prohibidas.
Al sur de Mexicali, se ubica la comunidad pesquera de San Felipe. En este puerto, a las 5:30 de la mañana un grupo de trabajadores de dependencias federales y personal de infantería de Marina inicia labores de inspección –apoyados por un binomio canino capaz de detectar buche de totoaba– en el muelle Fondeport, única rampa autorizada para que los pescadores ingresen al Mar de Cortés. Remolcadas por camionetas, las lanchas que tienen sus papeles en regla pasan por este punto y logran su objetivo de salir pescar curvina, chano, cabrilla, sierra o camarón.
En un recorrido de La Jornada por este puerto, organizado por Sea Shepherd y Semar, se constató que mientras personal de la Secretaría de Agricultura federal lleva un registro a través de cédulas de verificación por cada embarcación (registra su número de permiso, matrícula y nombre del capitán), Conapesca y Profepa sólo realizan una inspección visual y se limitan a solicitar no rebasen el área de refugio de la vaquita marina, delimitado por boyas amarillas.
Alejandro, pescador de la región mexicalense, durante su revisión reclamó que mientras ellos cumplen con los requisitos y les imponen reglas, cerca del malecón de la comunidad, hay pangas ilegales que hacen la faena y se adentran al mar en el hábitat de la vaquita marina, “sin ser molestados”.
Para disuadir la pesca furtiva, se realizan operativos aleatorios por tierra, aire y marítimos a lo largo del día, dijo el contralmirante Luis Javier Robinson Portillo.
A las 8:30 de la mañana en un recorrido en la costa de las playas azul turquesa de San Felipe, personal de la Semar y Conapesca retiraron un par de redes de pesca de luz de malla delgada, encalladas entre piedras que dejó la primera bajamar del día y en la que murieron enredadas un par de jaibas polveadas de arena.
El largo camino para proteger a la vaquita comenzó desde la décadas de los 90 y se iniciaron acciones para protegerla, pero la población de la marsopa ha ido en descenso. En 1997 se reportaron 567 ejemplares, para 2012 eran 245 y dos años después se contabilizaron sólo 97, según las últimas estimaciones de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).