Malas noticias para un pronto acuerdo que pueda poner fin a la guerra entre Rusia y Ucrania llegaron este domingo. Como un jarro de agua fría sobre el optimismo cayó la precisión que hizo el negociador jefe de los rusos, Vladimir Medinsky, en el sentido de que la posición de Rusia se mantiene invariable: no habrá paz si Ucrania no acepta que Crimea ya no le pertenece y tampoco reconoce la independencia del Donbás (las regiones de Donietsk y Lugansk).
Las negociaciones después del más reciente encuentro presencial de las delegaciones en Estambul se reanudaron, por videoconferencia, el viernes anterior y continuarán este lunes, pero todo parece indicar que para el presidente Vladimir Putin no es suficiente que Ucrania acepte ser “neutral, desnuclearizada y no alienada”, para ordenar un alto el fuego, reunirse con su homólogo ucranio, Volodymir Zelensky, y definir con él las condiciones de un pacto de paz.
El vocero del Kremlin, Dimitri Peskov, dijo este domingo que el proyecto de tratado de paz “todavía no incluye puntos fundamentales que hagan posible una cumbre de los presidentes” ruso y ucranio.
Lo mismo afirmó Medinsky, al declarar a la agencia noticiosa rusa Interfax, que no comparte el optimismo de David Arajamia, representante en las negociaciones del partido gobernante ucranio, Servidor del Pueblo, quien dijo que “el acuerdo de paz está listo para ser debatido por los presidentes” y que, a cambio de declararse neutral, Ucrania puede recibir garantías de no ser agredida por nadie.
“En relación con el proyecto de acuerdo que se dice listo para una cumbre presidencial, lamentablemente no comparto el optimismo de Arajamia. Todavía tenemos mucho trabajo por delante y veo que los servicios diplomático y militar de Ucrania, según aprecio, van muy por detrás de cumplir los entendimientos que se alcanzaron a nivel político (en el encuentro de Estambul)”, señaló Medinsky.
Rusia considera, en palabras de Medinsky, que en las negociaciones ha sido posible alcanzar demandas formuladas por Rusia desde 2014, en particular “el estatus neutral, no alineado y no nuclear de Ucrania, la prohibición de instalar bases extranjeras, de permitir la presencia de tropas extranjeras o de cualquier tipo de armamento ofensivo".
En ese sentido, subrayó, “vemos que la parte ucrania tiene ahora un enfoque más realista al respecto", pero enfatizó que "la posición de Rusia respecto a Crimea y el Donbas es invariable".
Escollos insalvables
Hasta el momento, por no decir para siempre, Crimea y el Donbas son controversias que el Kremlin considera resueltas de modo definitivo, sobre todo la pertenencia de la estratégica península a la Federación Rusa.
La disposición de Kiev de asumirse neutral, bajo ciertas garantías de seguridad proporcionadas por una decena de países, incluidos los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, lo que cerraría para siempre las puertas al hipotético ingreso de Ucrania a la OTAN y, por tanto, acabaría con lo que Moscú llama su principal amenaza, es vista como un éxito por Rusia y no se opone a que sea uno de los entendimientos que podrían quedar concretados, como obligación legalmente vinculante para ambas partes, en un acuerdo de paz.
Sin embargo, mientras Kiev no ceda en las demás exigencias rusas, Moscú tiene claro que la guerra no se detendrá. Y si eventualmente, en aras de sellar el fin del derramamiento de sangre, sería más fácil interpretar como objetivos cumplidos la “desmilitarización” y “desnazificación” de Ucrania, conceptos deliberadamente indefinidos, para el Kremlin es innegociable Crimea.
Por eso, es difícil que prospere la propuesta de Ucrania de declarar una suerte de moratoria durante quince años en la que ni Kiev ni Moscú tratarían de resolver el futuro de la península por la vía militar, mientras los presidentes de ambos países deciden qué hacer con Crimea, cuando Rusia ya ha dicho por activa y por pasiva que nada hay que discutir respecto a lo que defiende como entidad de la Federación Rusa desde 2014.
Tampoco puede satisfacer al Kremlin la idea de Zelensky de someter a referendo cualquier acuerdo que llegue a alcanzarse con Rusia y no sólo por el tiempo que llevaría organizarlo en todo el país y por la imposibilidad de celebrar una votación libre y democrática en medio de una guerra.
Zelensky es consciente de que “no se puede obligar a Rusia a devolver todos los territorios ucranios” (lo ha declarado en varias ocasiones), pero es “necesario encontrar una fórmula de compromiso” que permita encontrar una solución para el complejo problema del Donbas.
El mandatario ucranio, sin decirlo abiertamente, da a entender que si las regiones separatistas de Donietsk y Lugansk aceptaran seguir formando parte de Ucrania, como estaba estipulado en los ya enterrados acuerdos de Minsk, se podría negociar una variante de confederación. Por ahora, Rusia sólo quiere que el Donbás todo (no sólo el 30 por ciento que tenían las llamadas repúblicas populares el 24 de febrero cuando las tropas rusas invadieron Ucrania) sea considerado por Kiev como “territorio independiente”.
Si ello sucediera algún día, el Kremlin buscaría forzar que Kiev negocie directamente con los gobernantes de Doniestk y Lugansk –lo que en los ocho años recientes no ha sido posible por decir Ucrania que son impuestos desde Moscú– un pacto que rebasaría los límites del Donbas y, de hecho, partiría el país en dos.
Mientras tanto, toda vez que fracasó el plan inicial de derrocar el gobierno de Zelensky mediante una guerra relámpago, el repliegue de las tropas rusas de la región de Kiev y el norte de Ucrania apunta a una reagrupación de fuerzas en el frente del este del país para intentar unir por tierra el Donbas y Crimea, en una franja que quitaría a los ucranios la salida al mar, tanto el de Azov como el Negro.
De lograrse, aunque puede llevarse meses la campaña, Ucrania tendría que aceptar, como condición invariable para poner fin a la guerra, que Crimea no le pertenece y tampoco, ya no el Donbas, sino la mitad de las regiones del sureste que antes se creían pro rusas.