Ciudad de México. Juan E. Méndez, preso de conciencia para Amnistía Internacional durante la dictadura argentina, fue relator especial de Naciones Unidas sobre la Tortura. Como tal, visitó nuestro país en 2014 y el año siguiente presentó un informe que concluía que “la tortura es generalizada en México”.

El gobierno de Enrique Peña Nieto se le fue encima. Este jueves estuvo de nuevo en México, para presentar su libro Un puesto de lucha. Frente a un auditorio de defensores y estudiantes, con su hablar pausado, agradeció la solidaridad que recibió en aquel episodio, al tiempo que resumió la situación de nuestro país: “México comenzó hace 15 años con una crisis de seguridad muy seria, y la combatió con una crisis de derechos humanos”.

“Me parece muy irresponsable y muy poco ético que sobre la base de dichos, que no pudo sustentar, que no pudo documentar, concluya que hay una práctica generalizada”, fue la respuesta del gobierno mexicano en 2015, en voz del diplomático de carrera Juan Manuel Gómez Robledo, entonces subsecretario de Relaciones Exteriores.

Sobre ese episodio, Erika Guevara Rosas, directora para las Américas en Amnistía Internacional, escribió: “La respuesta gubernamental… no sólo fue imprecisa, agresiva y caprichosa, sino también una bofetada a toda la población mexicana, porque con su desdén se perdió la oportunidad de implementar serias recomendaciones de cómo poner fin a una de las practicas que más ensombrece a la justicia y a la posibilidad de acceder a ella”.

David Fernández, ex rector de la Universidad Iberoamericana, quien escribió el prólogo de la edición en español elogió la trayectoria de Méndez y se refirió ampliamente a la situación nacional: “No es verdad que hayamos callado como momias en otros momentos, más bien nunca hemos quitado el dedo del renglón”. Con casi medio millón de muertos y 100 mil desaparecidos, es preciso, subrayó, que la sociedad rechace “normalizar” las violencias.

En el libro, Méndez se refiere así a ese episodio mexicano: “Estoy particularmente contento con el impacto que mi informe tuvo en México, a pesar de que el debate público con las autoridades… por momentos tuvo aspectos personales y hasta ofensivos. Luego de mi visita tuve ocasión de discutir, ante legisladores de ambas cámaras, los muy buenos proyectos que finalmente se aprobaron en 2016 como Ley General sobre Tortura y Ley General de Ejecución Penal”.

Fernández afirma que no estamos frente a una obra para especialistas, porque se lee “como un manual de los derechos humanos ‘sin dolor’, hecho para dummies”. Es, sigue Fernández en el prólogo, “una llamada a la com-pasión, a la solidaridad, al compromiso con los derechos de los demás. Es la herencia de un defensor íntegro, no siempre triunfador, pero indudablemente consagrado a mitigar la crueldad, el dolor, la miseria de los seres humanos”.

Fernández señaló que la violencia criminal “no tiene freno” y que existe “una gobernanza criminal en la mayoría de los municipios del país. A la largo de tres sexenios hemos acumulado “casi medio millón de muertos y 100 mil desaparecidos”, lo que nos obliga a entender la necesidad de “deslegitimar todo tipo de violencia”, puesto que “el gobierno ha renunciado prácticamente a poner freno a estos grupos”.

Un Puesto De Lucha. Los Derechos Humanos en Evolución, fue escrito en coautoría con la poeta estadunidense Marjory Wentworth, y fue editado por la Oficina en México del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ONU-DH), la Universidad Iberoamericana (UIA) y el Fondo de Cultura Económica (FCE).

La coedición se inscribe, explica el boletín oficial, en “los mecanismos de colaboración que tienen por objetivo promover el conocimiento y la participación social a través de la lectura, así como sensibilizar a las y los lectores en torno a la defensa y promoción de los derechos humanos”.

La presentación de la obra se llevó a cabo en la librería Rosario Castellanos, del FCE, y tomaron parte el propio Méndez, el ex rector de la UIA David Fernández, la investigadora Sandra Serrano, y el actual rector de la institución jesuita, Luis Arriaga.

Los sobrios nombres de los capítulos dan cuenta de las preocupaciones y la trayectoria de Méndez: Detención, Tortura, Desapariciones, Migración, Solidaridad, Derecho, Guerra, Responsabilidad, Justicia, Genocidio.

En los inicios de su carrera, Méndez fue defensor de presos políticos, por lo que fue torturado y encarcelado durante 18 meses bajo la dictadura argentina.

El abogado ha narrado, en entrevistas, la tortura que sufrió cuando fue aprehendido en 1975: “Me ponían en una mesa, atado de pies y manos, pero estirado siempre y me aplicaban la picana”; “Mi mayor temor es que regresaran para volver a torturarme”.

Méndez ha sido miembro presidente de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y presidente del Centro Internacional para la Justicia Transnacional, además de asesor especial del secretario general de la ONU, Kofi Annan, sobre la prevención del genocidio. Actualmente es profesor residente en el Washington College of Law. Su coautora, Marjory Wentworth, es una poeta estadounidense que trabaja en organizaciones de derechos humanos.

“Más que un recuento biográfico", (es una) reflexión lúcida sobre los derechos humanos y su viabilidad en distintos contextos”, dijo en su turno Mariclaire Acosta, quien fue colaboradora de Méndez en organismos internacionales y se desempeñara como subsecretaria de Relaciones Exteriores en el gobierno de Vicente Fox.

Luis Arriaga, rector de la UIA, destacó el carácter pedagógico del libro de Juan E. Méndez, que es un “retrato doloroso y a la vez un clamor que nos conmueve”. Arriaga recordó que al sumarse al Centro Pro, el primer caso de tortura que le tocó documentar fue el de un hombre a quien “le incrustaron en el ano” una cruceta automotriz al rojo vivo. “Fue mi primer caso de tortura”.

En unos pases, Arriaga define a los defensores de derechos humanos como personas que tienen como bandera “no resignarse, no conformarse, no ajustarse a la comodidad de lo ya establecido”.

Sandra Serrano, investigadora de FLACSO, sostuvo que el de Méndez es “un libro que nos lleva del pesimismo a la esperanza. Y nos da esperanza porque justamente nos demuestra que los DDHH nacieron en la lucha, nacieron en el sufrimiento de las víctimas, no cuando se aplaude en convenciones internacionales”.