Bucarest. Cuando Anzhela Gordienko cruzó la frontera ucranio-rumana se le partió el corazón. Ponerse a salvo tuvo un alto precio: abandonar su tierra natal. Aunque lo más duro, dice, fue dejar a su padre y hermano, los dos en edad de ser reclutados para el combate ante la invasión rusa.
Anzhela, de 27 años, es una de las ucranias que abordará el segundo avión enviado por el gobierno mexicano para rescatar a personas que han huido de las regiones en conflicto y que de una u otra forma tienen relación con nuestro país.
Decir adiós es algo que no quería hacer. Fue una decisión muy dura. No puedo explicarlo, algo dañino. Dejar a toda mi gente, mi familia, y entender que no puedo ayudar en nada es doloroso. Sólo (pude) salir del país para tratar de salvarme
, dice en entrevista con La Jornada.
Está casada con Ismael Torrentera, tlaxcalteca de 39 años que hace ocho migró a Ucrania para remprender su proyecto de vida. Él habló con este diario vía remota el 24 de febrero pasado, el día que inició la invasión, y entonces aseguraba que no abandonarían el país.
Hoy todo ha cambiado. Saben lo que es la guerra, vivieron ese terror
durante once días refugiados en su departamento, en Kiev: el permanente miedo; los inesperados aullidos de las sirenas que alertan de posibles bombardeos; esconderse en oscuros, incómodos, húmedos y hediondos sótanos y, sobre todo, la inestabilidad emocional que causa una crisis de emergencia de esta magnitud.
Anzhela se resistía a huir, sabía el dolor que conllevaría, e Ismael la acompañaba en esa trinchera. La mujer lo decidió porque su padre –tras varios ataques rusos– le suplicó que dejara el país y se llevara a su mamá. Ha sido como si alguien hubiera venido a mi tierra y lo hubiera destruido todo
.
Esta familia buscó todas las formas posibles para salir. Recibieron el apoyo de la embajada de México en Ucrania y, a bordo de una camioneta en la que viajaban varias personas más, emprendieron la travesía que millones han hecho: desplazarse a alguno de los puntos fronterizos de occidente. Cruzaron el 8 de marzo.
La guerra es terrible. Cuando ves a tu familia en peligro vienen el miedo, la alarma, la incertidumbre. Entra un temor por tu vida. Escuchar una sirena por primera vez perturba y estás en alerta constante de que en cualquier momento te puede caer (una bomba). No nos tocó ver la parte más terrible de esta historia, pero con lo que vivimos fue suficiente para cambiar de opinión y mejor huir
, confiesa Ismael.
Anzhela y su madre viajarán a México. La idea no las hace felices, pero por el momento es su única opción. Pese a todo, mantiene la esperanza de volver y de encontrar a su país en pie. Es lo único que hay en mi cabeza
.
Mitzy es sobrina de Ismael y llegó a Kiev hace seis meses en búsqueda de un nuevo proyecto de vida. Lo poco que construyó en este breve tiempo ha desaparecido. Reprocha que aún haya personas que trivialicen la guerra. “En México no hay idea de esto. Ver los tanques, escuchar las primeras explosiones, era horrible. Nos refugiábamos en el baño –la estructura central del departamento– o en el sótano y yo temblaba de miedo. No sabíamos qué hacer, qué podía pasar. Había escuchado noticias de Siria, de Palestina, pero sólo se comprende hasta que lo vives. Esperas que pase lo peor”, afirma la joven de 29 años, que también regresará a México.
El gobierno mexicano ha dispuesto dos vuelos para repatriar a mexicanos y sus familias como parte de la Misión Rescate. El primero retornó a nuestro país el 4 de marzo con 81 evacuados: 44 mexicanos, 28 ucranios, siete ecuatorianos, un peruano y un australiano, además de una perrita. El segundo despegará de Bucarest mañana martes y se prevé lleve a unas 60 personas.
2.7 millones de refugiados
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) actualizó ayer la cifra de refugiados ucranios a raíz del conflicto bélico. Estimó casi 2.7 millones en esta condición. Más de la mitad han huido por Polonia, un millón 655 mil 503; 246 mil 206 por Hungría, 195 mil 980 por Eslovaquia, 105 mil 897 hacia Rusia, 104 mil 929 rumbo a Moldavia, 84 mil 671 hacia Rumania, además de 304 mil 156 hacia otros países de Europa y 938 a Bielorrusia..
En la Gara de Nord (estación de trenes del norte) de Bucarest, las imágenes de la crisis siguen: niños, mujeres y ancianos se resguardan y tratan de darse consuelo en los albergues dispuestos en esta central.
Alexei, de 72 años, descansaba en uno de los albergues de paso dispuestos en esta central de ferrocarril. Junto a su esposa Tatiana, permanecía en silencio, sólo observando el ir y venir de los desplazados. Su semblante no transmitía expresión alguna. Salieron hace varios días de Jarkov, una de las ciudades más golpeadas por los ataques rusos. Está muy enfermo, pero no puede atenderse. Por ahora, lo importante es huir.
Sobre una colchoneta en el piso, una mujer trata de confortar a su pequeña hija. Juguetean, ríen, se abrazan. Es un intento por olvidar los peligros en Ucrania y la odisea que las ha traído hasta aquí. Su marido se quedó a cumplir con las obligaciones de guerra requeridas por su país. Ellas sólo hacen un alto en Bucarest para después dirigirse a Viena, Austria, donde ya las esperan familiares.