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Una guerra fría podría ser la mejor noticia / Michael Klare, II y última

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Un integrante de las Fuerzas de Defensa Territorial ucranias abraza a un residente que abandona su ciudad natal tras el bombardeo de la artillería rusa en Irpin, en las afueras de la capital Kiev. Foto Ap
10 de marzo de 2022 11:37
Desde 1900 en adelante, Estados Unidos ha buscado estrategias geopolíticas, aunque en lugares distintos de Euroasia. La relación con Europa se ha inspirado en gran parte en las ideas de Mackinder. Durante la Primera Guerra Mundial, y pese a muchas dudas a nivel doméstico, el presidente Woodrow Wilson fue convencido de intervenir en la discusión anglo-francesa y argumentar que una victoria de Alemania llevaría a que una sola potencia sería capaz de dominar al mundo, y que ello amenazaría los intereses estadunidenses vitales. Esa misma línea de razonamiento llevó al presidente Franklin Roosevelt a apoyar que Estados Unidos entrara a la Segunda Guerra Mundial en Europa, y a sus sucesores a desplegar cantidades importantes de fuerzas militares para impedir que la Unión Soviética (hoy Rusia) dominara el continente. Esta es, de hecho, la razón esencial de la existencia de la OTAN.

En el escenario Asia-Pacífico, sin embargo, Estados Unidos ha utilizado sobre todo el enfoque de Mahan al buscar el control de bases militares en islas y teniendo la más poderosa fuerza naval de la región. Sin embargo, cuando Estados Unidos ha estado en guerra con Asia continental, como fueron los casos de Corea y Vietnam, el resultado fue el desastre y la retirada. Como consecuencia, la estrategia geopolítica de Washington en tiempos recientes se ha enfocado en mantener bases militares en islas a lo largo de la región para garantizar que su país mantenga una avasalladora superioridad naval.

Competencia entre poderes en el siglo XXI

Durante este siglo, la cada vez más tensa guerra global contra el terror (GGCT) de ­Washington, con sus costosas y fútiles invasiones a Afganistán e Irak, fueron consideradas por muchos estrategas estadunidenses como distracciones dolorosas y erradas de una tendencia global geopolítica de largo alcance. Surgió el temor de que China y Rusia estuvieran aprovechando la oportunidad de avanzar en sus propias ambiciones geopolíticas mientras Estados Unidos estaba distraído por el terrorismo y la insurgencia.

Para 2018, el liderazgo militar de alto rango ya estaba al límite de su paciencia con la eterna guerra contra el terror, y proclamó una nueva doctrina estratégica de la gran competencia entre poderes, que es un eufemismo perfecto para la geopolítica.

En esta nueva era de competencia entre poderes, nuestras ventajas bélicas sobre las estrategias de nuestros rivales son desafiadas, explicó el secretario de Defensa Mark Esper en 2019. Indicó que mientras el Pentágono gradualmente dejaba de lado la GGCT, estamos trabajando para reubicar a nuestras fuerzas y equipos a escenarios prioritarios que nos permitan competir mejor con China y Rusia.

Explicó que ello requería acción en dos frentes: en Europa, contra una Rusia cada vez más asertiva y mejor armada, y en Asia, contra una China cada vez más poderosa. Ahí, Esper buscaba acelerar un despliegue de fuerzas aéreas y navales, además de crear una cooperación más estrecha con Australia, Japón, Corea del Sur –y cada vez más– con India.

A la luz de la derrota del país en la guerra en Afganistán, esa visión ha sido adoptada por la administración Biden, al menos hasta la actual crisis, pues siempre vio a China –y no a Rusia– como la mayor amenaza a los intereses geopolíticos de Estados Unidos. Debido a su creciente riqueza, capacidad tecnológica y a sus avances militares, China por sí sola era vista como capaz de desafiar el dominio de Estados Unidos en el tablero de ajedrez geopolítico. China en particular se ha vuelto rápidamente más asertiva, afirmó la Casa Blanca en su Guía Intermedia de Seguridad Estratégica de marzo de 2021. Es el único competidor potencialmente capaz de combinar su poderío económico, diplomático, militar y tecnológico hasta convertirse en un reto sostenido para un sistema internacional abierto y estable, agregó el reporte.

A principios de febrero, para dar una guía de alto nivel a la lucha de toda la nación para contrarrestar a China, la Casa Blanca difundió un documento titulado Estrategia Indo-Pacífico, al tiempo que Rusia movilizaba a sus fuerzas a lo largo de la frontera con Ucrania. Al describir a la región del Indo-Pacífico como el verdadero epicentro de la actividad económica mundial, la estrategia llamaba a hacer un esfuerzo multifacético para impulsar la posición estratégica de Estados Unidos y –para usar otra palabra de otra era– contener el surgimiento de China.

En una clásica expresión de pensamiento geopolítico, decía: Nuestro objetivo no es cambiar (a China) sino dar forma a un ambiente estratégico en el que podamos operar, construyendo un equilibrio de influencia en el mundo que sea favorable al máximo para Estados Unidos, nuestros aliados y socios.

Al implementar este esquema, el equipo de seguridad nacional de Biden considera claves las islas y los pasajes marítimos para una estrategia de contención ante China. Los altos mandos enfatizaron la importancia de defender lo que llamaron la primera cadena isleña, incluyendo Japón y Filipinas, que separa a China del Pacífico. Justo en medio dedicha cadena se encuentra, desde luego, Taiwán, que es reclamado por Pekín como su territorio y que ahora es considerado por Washington esencial para la seguridad de Estados Unidos, en un típico precepto de Mahan.

En este contexto, el asistente de la Secretaría de la Defensa para asuntos del Indo-Pacífico, Ely Ratner, dijo al comité de Relaciones Exteriores en diciembre: Quisiera comenzar con un panorama de por qué la seguridad de Taiwán es tan importante para Estados Unidos. Como saben, Taiwán se ubica en un nodo crítico dentro de la primera cadena isleña, y sirve de ancla para una red de aliados y socios de Estados Unidos que es crítica para la seguridad de la nación y para la defensa de los intereses vitales de Estados Unidos en el Indo-Pacífico.

Desde el punto de vista de Pekín, sin embargo, esos esfuerzos para contener su crecimiento e impedir el ejercicio de su autoridad sobre Taiwán son intolerables. Sus líderes han insistido repetidamente en que la interferencia de Estados Unidos violaría una línea roja y que ello llevaría a una guerra.

El tema de Taiwán es la más grande caja de yesca entre China y Estados Unidos, dijo recientemente Qin Gang, embajador chino ante ­Washington. Si las autoridades de Taiwán, envalentonadas por Estados Unidos, siguen en el camino por su independencia, esto muy probablemente acabaría en un conflicto militar entre China y Taiwán, dos países muy grandes, agregó.

Con aviones chinos volando repetidamente en el espacio aéreo de Taiwán y buques de guerra estadunidenses patrullando el estrecho de Taiwán, muchos observadores esperaban que Taiwán, y no Ucrania, fuera el lugar donde estallaría un conflicto militar mayor surgido de la competencia entre poderes en esta época. Algunos sugieren ahora de manera ominosa que el no responder en forma efectiva a la agresión rusa en Ucrania podría provocar que los líderes chinos lancen una invasión a Taiwán.

Otros puntos álgidos

Desafortunadamente, Ucrania y Taiwán no son en la actualidad los únicos sitios de conflicto en el tablero del ajedrez global. Dado el impulso que tiene la competencia entre poderes, existen otros puntos álgidos que han surgido debido a su posición estratégica o su acceso a materias primas o ambos. Entre ellos los siguientes:

–La zona del mar Báltico contiene a las tres repúblicas ex soviéticas de Estonia, Letonia y Lituania, todas hoy miembros de la OTAN. Vladimir Putin idealmente quisiera quitarles su membresía y ponerlas de nuevo bajo la hegemonía de Rusia.

–El mar del Sur de China, que rodea no sólo al gigante asiático sino a Brunei, Indonesia, Malasia, Filipinas y Vietnam. Pekín reclama para sí casi todo este territorio marítimo y las islas que ahí se encuentran, y mediante la fuerza evita que otros países ejerzan derechos de desarrollo en el área. Bajo las administraciones Trump y Biden, Estados Unidos prometió ayudar a a esos países a defenderse de la intimidación china.

–El mar del Este de China cuenta con islas deshabitadas reclamadas tanto por esa nación como por Japón. Cada uno de esos países ha enviado aviones de combate y barcos al área para hacer valer sus intereses. A fines del año pasado, el secretario de Estado, Antony Blinken, le aseguró al ministro japonés del Exterior que Washington reconoce su reclamo sobre las islas y apoyará a su país militarmente si China las ataca.

–La frontera entre India y China, que ha sido lugar de enfrentamientos periódicos entre militares de ambos países. Estados Unidos ha expresado su apoyo por la posición de India, y busca estrechar los nexos militares con ese país.

–El Ártico es reclamado en parte por Canadá, Groenlandia, Noruega, Rusia y Estados Unidos; se cree que en él hay enormes reservas de petróleo, gas natural y minerales valiosos. Algunas zonas son reclamadas por dos o más países, pero también es considerado por Rusia un sitio seguro para sus submarinos nucleares lanzamisiles, y por China como una potencial ruta comercial entre Asia y Europa.

En años recientes ha habido enfrentamientos y choques menores en todos estos lugares, y cada vez son más frecuentes. Ante la invasión rusa a Ucrania, las tensiones se incrementarán globalmente, así que estemos atentos a lo que ocurre en estos sitios. La historia sugiere que la geopolítica global rara vez termina de manera pacífica. Bajo las circunstancias, una nueva guerra fría –con ejércitos literalmente congelados– podría ser buena noticia, lo cual es la más deprimente de todas las posibilidades.

Copyright 2022 Michael Klare

Traducción: Gabriela Fonseca

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