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Avala Putin que su canciller busque un pacto sobre Ucrania

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Anthony Ramírez, mexicanoestadunidense, de la 82 División Aerotransportada de Estados Unidos, muestra una bandera mexicana que empacó antes de partir a Polonia, desde Fort Bragg, Carolina del Norte, el 14 de febrero de 2022. Foto Afp
15 de febrero de 2022 08:39

Moscú. Semana decisiva –y no en el sentido de si habrá o no la guerra que anuncia Estados Unidos, que desmiente Rusia y que Ucrania no ve como algo inevitable–, sino debido a que en los próximos días Moscú tendrá que hacer pública su respuesta a Washington y sus aliados.

¿Está dispuesto el Kremlin a negociar medidas, que si bien no satisfacen sus exigencias principales en materia de seguridad, pueden reducir la tensión, alejar el riesgo de un conflicto devastador y sentar las bases para establecer un nuevo equilibrio estratégico?

Es la pregunta que tiene que contestar Rusia porque el sábado y el domingo siguientes terminan sus maniobras militares –las navales en el Mar Negro, y las terrestres en Bielorrusia– y, si es cierto lo que han dicho por activa y por pasiva los distintos voceros rusos, los buques de guerra, las tropas y el armamento desplegados deberían regresar a sus bases permanentes.

Si no lo hace, Moscú quedará como alguien que promete mucho y no cumple su palabra, por más pretextos que intenten justificar su repentino cambio de opinión. Pero como el repliegue no puede parecer que Rusia tiró la toalla por las advertencias de Estados Unidos y aliados, los estrategas del Kremlin tratarán estos días de dar la vuelta a sus razones para iniciar la desescalada en la frontera con Ucrania.

Y lo primero será explicar que –aunque Occidente no aceptó cerrar la puerta a nuevos miembros en la OTAN, ni instalar armamento ofensivo cerca de sus fronteras ni desmantelar la infraestructura militar noratlántica a niveles anteriores a 1997–, sólo gracias a que el Kremlin formuló exigencias incumplibles ahora será posible discutir iniciativas rusas que habían sido rechazadas (entre otras, nuevo tratado de misiles de corto y mediano alcance, alejamiento de las fronteras de armamento ofensivo, medidas de transparencia e inspecciones recíprocas).

Al menos, el Kremlin comenzó la semana con claras señales que apuntan a que, en su opinión, merece la pena seguir negociando.

El titular del Kremlin –sentado a muchos metros de distancia para evitar los contagios en tiempos de ómicron, tan lejos o más de lo que estuvo la semana pasada el presidente francés, Emmanuel Macron, versión que confirmó su vocero, Dimitri Peskov, diciendo que es una medida de precaución en plena pandemia que no impide una conversación fluida– escuchó de su canciller, Serguei Lavrov, que es posible llegar a acuerdos con Estados Unidos y la OTAN.

La pregunta de Putin era directa: ¿Hay alguna posibilidad de llegar a un acuerdo sobre los asuntos claves que nos preocupan, o sólo es un intento de hacernos perder tiempo con un proceso de negociación interminable?

La respuesta de Lavrov dio algunas pistas: aunque (Estados Unidos y aliados) no atienden nuestras demandas esenciales en materia de seguridad y les advertimos que no estamos dispuestos a conversar indefinidamente sobre cuestiones que requieren solución hoy, como titular de la cancillería debo decir que siempre es posible llegar a algún acuerdo.

Agregó: “tengo la impresión de que nuestras posibilidades están lejos de agotarse… y sugiero que en esta etapa debemos seguir insistiendo, así como intensificar los contactos”. El mandatario le dio luz verde.

Poco después, Peskov confirmó que Putin ya aprobó conceptualmente la respuesta rusa sobre las garantías de seguridad, que ocupan unas 10 hojas y se harán públicas en su momento.

El presidente ruso recibió también a su ministro de Defensa, Serguei Shoigu, quien expuso los detalles de la expulsión de un submarino estadunidense que hace poco intentó adentrarse en aguas territoriales rusas en el extremo oriente y le presentó un informe sobre las distintas maniobras que realizan el ejército y la armada rusas en estos momentos.

Y para no bajar la guardia en el terreno de las presiones a Estados Unidos, la OTAN y Ucrania, se informó que la Duma va a discutir este martes qué resolución aprobar, de las dos que consensuaron sus diputados: una, a iniciativa de la bancada minoritaria comunista, pedir al presidente Putin que reconozca ya la independencia de las provincias de Donietsk y Lugansk que no se supeditan a Kiev, y la otra, menos radical y que cuenta con el apoyo de la bancada oficialista mayoritaria, enviar esa petición a la cancillería y otras dependencias gubernamentales para que emitan un dictamen sobre su procedencia.

Además, el presidente bielorruso, Aleksandr Lukashenko, por iniciativa propia o azuzado desde Moscú, saltó ayer al ruedo de las declaraciones para decir que aún no está decidido cuándo Rusia va a retirar los soldados que están en Bielorrusia. Afirmó: lo haremos cuando queramos porque están en nuestro territorio y no hemos escuchado cuándo ellos (Estados Unidos y la OTAN) van a retirar las tropas y el armamento que nos amenazan.

Sin embargo, la opinión de Lukashenko importa poco: las decisiones las toma, se comenta aquí, quien tiene las armas nucleares. En todo caso, esta misma semana Putin hablará con su colega bielorruso para anunciar si las tropas rusas se van o se quedan en Bielorrusia.

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