Ciudad de México. La deuda de empresas privadas es un riesgo creciente para la recuperación de los países en desarrollo tras la crisis desatada por el coronavirus, advirtió el Banco Mundial.
De acuerdo con encuestas, 46 por ciento de las empresas consultadas durante la pandemia preveía caer en mora: “El nivel de incumplimiento de los préstamos podría ahora aumentar considerablemente, y la deuda privada podría convertirse con rapidez en deuda pública, a medida que los gobiernos brinden apoyo”, agregó la institución en un reporte.
En un recuento de los impactos que han tenido las crisis de deuda privada en varios países, incluida la de 1994 en México, el organismo recalcó que las naciones en desarrollo enfrentan riesgos crecientes a causa de la fragilidad financiera generada por la crisis de la covid-19 y por la falta de transparencia en el endeudamiento.
“Existe el riesgo de que la crisis económica que conllevan la inflación y el aumento de las tasas de interés se extienda debido a la fragilidad financiera. La mayor rigidez de las condiciones financieras mundiales y la escasa profundidad de los mercados de deuda interna de muchos países en desarrollo ahuyentan la inversión privada y entorpecen la recuperación”, explicó David Malpass, presidente del Banco Mundial.
El organismo agregó que en el sector financiero “los riesgos pueden estar ocultos, dado que los balances de los hogares, las empresas, los bancos y los gobiernos están estrechamente interrelacionados”; mientras los altos niveles “de préstamos dudosos y deuda oculta obstaculizan el acceso al crédito y reducen desproporcionadamente las posibilidades de los hogares de bajos ingresos y de las pequeñas empresas de obtener financiamiento”.
En el Informe sobre el desarrollo mundial, el Banco Mundial puntualiza que pese a la fuerte contracción de los ingresos de los hogares y las empresas derivada de la crisis, la proporción de préstamos dudosos sigue sin reflejar el impacto y es inferior a lo esperado. Advierte que, si bien esta tendencia puede obedecer a las políticas implementadas por gobiernos para evitar los impagos, también puede ocultar “riesgos significativos” cuándo terminen los apoyos.
El riesgo se vuelve problema porque dada la pandemia, y los apoyos fiscales que varios países desplegaron, pocos tienen margen fiscal para asumir también problemas financieros del sector privado.
El organismo exhibe que México tuvo una de las respuestas fiscales más bajas en el marco de la crisis, pero también acota que “en la crisis de 1994, el efecto tequila, las debilidades del sector financiero sistémico, incluidas las de la ley de quiebras, prolongaron y frustraron los repetidos esfuerzos del gobierno para estabilizar y reducir la morosidad”.
“En última instancia, desde un máximo de 30 a 45 por ciento en 2002, las tasas de préstamos morosos solo comenzaron a disminuir significativamente un año después de que se adoptaran reformas integrales en materia de insolvencia. Casi al mismo tiempo, el crédito interno comenzó a aumentar nuevamente como parte del producto interno bruto, después de haber tocado fondo fuera del 12 por ciento en 2001”, abundó.