Madrid. Michelangelo Merisi da Caravaggio, artista volcánico y provocador, registró con su pincel uno de los pasajes metafóricos de los Evangelios que ha inspirado a numerosos artistas y escritores: el momento en el que Salomé reclama la cabeza de Juan Bautista, porque éste se negó a casarse con ella.
Después del baile y llegado el momento de la cena, sirven a Salomé la cabeza de Bautista en una bandeja. Que se sepa, Caravaggio pintó esa escena al menos en tres piezas, una de ellas se expone por primera vez y a partir de hoy en el Palacio Real de Madrid, después de haber sido sometida a una exhaustiva restauración que le permitió recuperar su luminosidad y exaltar aún más toda la carga dramática del momento.
Caravaggio nació en Milán en 1571 y murió en Porto Ercole en 1610. Durante su vida creativa se interesó por el mito de Salomé y Juan Bautista en el ocaso de su vida. Se tienen registradas tres obras del genial artista relacionada con este pasaje; el primero, fue pintado en el año 1607 y actualmente pertenece a la colección pictórica del patrimonio británico; la segunda, que tituló La decapitación de San Juan Bautista, que se encuentra en la catedral de San Juan de Valeta, en Malta, y la tercera, Salomé con la cabeza del Bautista, la cual pertenece al patrimonio nacional español y que hasta ahora no se había expuesto al público.
Se trata de una de las cuatro piezas de Caravaggio que en su día pasaron a formar parte de las llamadas Colecciones Reales del Estado español, que durante su florecimiento como imperio y como uno de los países más poderosos del mundo almacenó numerosas obras de los artistas más importantes de la época.
La directora de las Colecciones Reales de Patrimonio Nacional, Leticia Ruiz Gómez, explicó durante la presentación de la pieza que ahora mismo Caravaggio es objeto de renovado interés por la aparición de un nuevo ejemplar en las colecciones españolas. Tanto el público como los especialistas nos pedían volver a ver de forma tranquila y continuada un cuadro tan importante como éste
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La Salomé de Caravaggio es uno de los cuadros más relevantes de las Colecciones Reales y una pieza clave del acervo pictórico de Felipe IV, ya que se encuadra en la etapa estilística de los últimos años de producción del artista italiano, cuando ya se había convertido en uno de los grandes maestros del barroco.
Salomé con la cabeza del Bautista apareció documentada por primera vez en la colección de cuadros del segundo conde de Castrillo, García de Avellaneda y Haro, virrey de Nápoles entre 1653 y 1659. El virrey menciona una pintura, con una descripción idéntica a la obra expuesta, en un inventario de bienes que realizó en 1657. El cuadro entró en las Colecciones Reales en años posteriores. En 1666, la obra ya figuraba en el registro del Alcázar de Madrid como parte de la decoración, y se salvó del incendio que asoló el palacio madrileño en la Nochebuena de 1734. Tras pasar por diversos palacios y palacetes reales, su destino fue el Palacio Real de Madrid, como una de las piezas claves de la colección pictórica de Patrimonio Nacional.
La conservadora de Patrimonio, Carmen García Frías, resaltó que se trata de una obra extraordinaria por la disposición de las figuras y la manera de mostrar el tema en la que Salomé es la protagonista indiscutible con el rojo vivo de su indumentaria, cuadro en el que el autor deja vacía la parte izquierda para restarle atención
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Además, advirtió que es una imagen que desvela la indiferencia de la mujer hacia la cabeza del mártir, que no mira
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La restauración del cuadro, realizada en 2016, descubrió un tono verdoso en el fondo que permite que la volumetría de las figuras se haga más potente y la iluminación le confiere mayor dramatismo. También reveló mayor brillo en la espada del verdugo y mayor transparencia en el velo que cubre el escote de Salomé.
La pieza permanecerá expuesto en el Palacio Real de Madrid de forma permanente.