Ciudad de Mëxico. La erupción de un volcán submarino en Tonga hizo que la confusión y el miedo se apoderaran de miles de personas, entre ellos dos mexicanos, que buscaron refugiarse en el punto alto (el aeropuerto de la capital Nuku’alofa) ante la amenaza del tsunami.
En entrevista remota, Elisa y David, los biólogos mexicanos que desde hace dos años residían en aquella nación del Pacífico sur, narran a La Jornada la experiencia que vivieron. Fue caótico, pero nuestro objetivo, al igual que el de muchos otros, era mantenernos vivos.
Pasaban las cinco de la tarde del sábado 15 de enero. Los connacionales se preparaban para ir a una caminata en la isla Tongatapu, la principal de Tonga, cuando el volcán Hunga Tonga-Hunga Ha’apai hizo erupción.
Su primera sensación fue un cambio en la presión del ambiente. Segundos después devino la primera erupción y la tierra se cimbró.
Ni David ni yo entendíamos qué sucedía. Instantes después la presión volvió a cambiar y vino la segunda explosión. En ese momento supimos que era el volcán y que realmente algo muy grande pasaría
, recuerda Elisa.
De inmediato, ella buscó los documentos oficiales necesarios, pasaportes sobre todo, mientras él preparó algunos víveres para buscar dónde resguardarse. De pronto, se dio la tercera erupción y la intensidad incrementó su pánico.
Desde la terminal aérea de Dubái, donde ayer esperaban para abordar la última conexión rumbo a México, como parte de su repatriación auspiciada por la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), los dos mexicanos aseguran que su mayor miedo era no volver a ver a sus familias.
No sabíamos nada sobre la magnitud de la explosión y sus estragos, estábamos muy preocupados ante la posibilidad de que el tsunami llegaría hasta la zona en que estábamos. Realmente temimos por nuestra integridad.
Gracias al apoyo de un vecino, llegaron hasta el aeropuerto de la capital de aquel remoto país –donde eran parte de un equipo de investigación dedicado al cuidado y reproducción de coral y peces para el sector privado. A todos nos tomó por sorpresa, toda la gente se veía confundida, temerosa y muchos nos dirigíamos al mismo destino, que es la zona más alta.
Hallaron hospedaje en un hotel cercano a la terminal aérea, pero comenzaron a perder sus ahorros, pues ante la premura dejaron dinero y tarjetas en casa, además de que los precios de productos básicos se elevaron drásticamente.
Estuvieron incomunicados un día entero –con la erupción y el posterior tsunami, Tonga perdió comunicación con el mundo–, eso era desesperante. Hasta que gracias a un amigo británico la embajada de ese país les prestó un teléfono satelital.
Una vez ubicados, sus familiares se movilizaron para que la SRE pudiera apoyarlos. La embajada de México en Nueva Zelanda, concurrente en Tonga, los auxilió y el martes pasado abordaron el primer avión comercial que operó tras el evento.
Llegaron a Nueva Zelanda y de ahí rumbo a Dubái, donde ayer esperaban su último vuelo rumbo a México. Agradecemos a la embajada y la SRE todo el apoyo que nos dieron. Si no, seguiríamos varados.