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"Joy Division renovó el formidable espíritu de Manchester por medio de su música"

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La banda de post-punk inglesa, Joy Division, formada por Ian Curtis, Bernard Sumner, Peter Hook y Stephen Morris. Foto cortesía de la editorial Sexto Piso
07 de enero de 2022 09:25

Ciudad de México. Las biografías de los compositores e intérpretes suelen conceder excesiva atención a la música y muy poca a las propias memorias de los artistas; el resultado de este ejercicio es una comprensión extremadamente limitada sobre la vida, obra del artista y su circunstancia. Rara vez, el periodista transita más allá de las orillas de la investigación bibliográfica recurriendo a otras posibilidades que brinda el trabajo de campo –ya sea por medio del periodismo de investigación o vía la reveladora exhumación de los testimonios de otras fuentes que complementen la memoria selectiva del biógrafo o de su biografiado–. Por lo mismo merece ser comentada con detenimiento la noticia de la publicación en español de: Una luz abrasadora, el sol y todo lo demás, la lúcida historia sobre Joy Division, edificada por Jon Savage y, por mucho, una de las obras más completas hasta ahora escritas, o por escribirse. La riqueza del material y la información cosechada por el periodista inglés, así como muchas de las opiniones de sus entrevistados, forman un libro indispensable para los entusiastas sobre el tema.

Cansado de que todo lo que se cuenta sobre música sea en términos autobiográficos, en lugar de relatar, como establece el canon, el ascenso y declive del objeto de esta reconstrucción arqueológica, Savage propone otra aproximación: realizar un acercamiento a los protagonistas de la música inglesa de las pasadas cinco décadas, entre ellos: Bernard Sumner, Peter Hook y Stephen Morris, así como miembros clave de su historia como Tony Wilson, Rob Gretton, y por supuesto Deborah Curtis y Annik Honoré –todos ellos personajes que conocieron de primera fuente a Ian Curtis y fueron testigos directos del meteórico ascenso de la banda de post-punk inglés–. Invocación que fue posible gracias a las entrevistas realizadas por Savage desde 1989, cuando fue contratado por Granada TV para escribir sobre Factory Records, y por los trabajos realizados para la producción del documental Joy Division, a cargo de Brown Owl Films, en otoño de 2016.

Liberar al artista de las ensoñaciones

El gran acierto de Jon Savage está en el tratamiento y orquestación de esa diversidad. Poco importa si los puntos de vista se contraponen, si las historias no concuerdan, si el lector tropieza con alegatos contradictorios, el desafío era liberar al artista de las ensoñaciones y también del reduccionista estereotipo sobre el héroe romántico de la música pop que se nos ha vendido hasta el cansancio. Y eso es precisamente lo que logra el inglés, Una luz abrasadora sigue un curso equilibrado entre los puntos de vista de cada uno de los músicos dialogando entre ellos acerca de su obra, su vida, sus compañeros de equipo y, en general, acerca de cualquier detalle que ilumine su carácter o su personalidad artística. Lo que consigue Savage es un perfil informativo y esclarecedor del grupo. Es una recopilación imaginativamente articulada de recuerdos sobre distintos temas que orbitan alrededor de la música invitando al lector a extraer sus propias conclusiones.

No faltan ingredientes al recorrido que logra Savage para convertir a Joy Division e Ian Curtis en materia de un libro. El volumen comienza con una declaración extremadamente grande del cofundador de Factory Records, Tony Wilson, quien afirma que Manchester creó la Revolución Industrial con toda su grandeza y miseria, mientras que en el desesperado mundo posindustrial, Joy Division renovó el formidable espíritu de la ciudad por medio de su música. Acto seguido no tardan en aparecer los tres miembros supervivientes de Joy Division quienes sitúan las raíces de la banda en la perspectiva desesperada de trabajos sin salida, desempleo y delitos menores a los que su música les ayudó a afrontar y escapar. Bernard Summer habla de lo importante que fue ésta para todos ellos: ¿Qué vamos a hacer? Ya lo sé, vamos a casa de este o a la de este otro. Llevémonos un montón de discos y hablemos de música. Y aquello terminó evolucionando: Empecemos a hacer música.

Si ellos pueden, nosotros podemos

Tres momentos importantes deambulan por las páginas de esta biografía coral: cuando los Sex Pistols tocaron ante una pequeña audiencia en el Free Trade Hall –el 4 de junio de 1976–, el encuentro entre Joy Division y Tony Wilson –el 14 de abril de 1978– y el día en que Curtis se quitó la vida –el 18 de mayo de 1980–. Tony Wilson una vez comparó el concierto de los Sex Pistols con la llegada de Lenin a la estación de Finlandia, por su parte Peter Hook y Bernard Sumner, que también estuvieron allí, pensaron que eran como un accidente automovilístico y su reacción fue: podemos hacer eso, y después comenzaron a ensamblar una banda.

En un conocido club de Manchester llamado Rafters, en abril de 1978, se llevó acabo el concurso Stiff/Chiswick Challenge. En él participaron un gran número de bandas locales con intención de conseguir contratos con las discográficas organizadoras y tras un altercado con Paul Morley y Kevin Cummins (ambos de The Negative) Ian Curtis logró que Warsaw –que poco después cambió oficialmente su nombre a Joy Division– lograra tocar esa noche. Después de observar como actuaban a lo largo de la noche, Wilson estuvo a punto de abandonar el local hastiado, pero la actuación de Curtis y compañía produjeron en él una grata sorpresa, más tarde comentaría sobre el concierto: Allí brillaba unas luz abrazadora, el sol, y todo lo demás no fue más que oscuridad en toda la velada.

Un grupo punk con pretensiones literarias

El trabajo de Jon Savage rastrea el desarrollo de la agrupación, su rápido progreso como músicos trabajando en estrecha colaboración y la creciente profundidad y elocuencia de las letras de Curtis, que se basan en su fascinación por escritores como Dostoievski, Ginsberg, Kafka, Burroughs y JG Ballard. Sobre la prematura muerte del cantante, los testimonios de Sumner, Hook y Morris, señalan con franqueza que no apoyaron lo suficiente al deprimido y alienado Curtis, pero también reconocen que eran jóvenes e inmaduros. Su testimonio es conmovedor.

Algo de lo más llamativo que dejan estas aseveraciones es la extrema seriedad con la que se habla sobre los nombres de la banda. Stephen Morris señala que Joy Division se inspiró en el libro La casa de las muñecas de Ka-tzetnik 135633 y que Ian estaba leyendo por esos días. Elegir primero Joy Division, el eufemismo nazi para los burdeles atendidos por reclusos en campos de concentración para el uso de guardias y soldados alemanes, después New Order, el término de Hitler para la reorganización nazi de Europa, es algo de lo que Bernard Summer señala: Yo no era un pronazi, sino todo lo contrario. Pensaba que la gente sencillamente no debería olvidar.

Un relato polifónico

Jon Savage es quizás el mayor experto en música de aquella época. Extremadamente conocido por su historia de los Sex Pistols y la música punk, nadie como él para salir airoso ante el reto de aportar algo nuevo en la materia. Savage optó por darles total protagonismo a los testimonios y estructuró su libro como historia oral, es decir una secuencia de textuales para formar un relato polifónico que convierte los recuerdos de sus invitados en un fragmentario tapiz que esboza la poliédrica imagen de un grupo de jóvenes –en el que siempre está presente Curtis con su inquietante mirada– cuyas voces no llegan a entrecruzarse pero cuyas conversaciones con el autor propician la transcripción de un luminoso torrente de recuerdos vertidos por periodistas, fotógrafos, cineastas, músicos, parejas, amigos y testigos que permiten leer entre líneas, interpretar pausas, repeticiones, desvíos y componiendo, en suma, un retrato necesariamente inacabado pero abierto a toda suerte de interpretaciones sobre el grupo que avanzó de la declaración habitual de los grupos punk habituales a ser el primero en decir: estamos jodidos.

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