Roosevelt sabía del fascismo no sólo por su expresión europea, sino también por lo que ocurría en su propio país, incluido un complot para un golpe de Estado contra su gobierno a mediados de los años 30 para intentar frenar su New Deal.
Hoy día, la supervivencia de la democracia estadunidense es tema central en el debate nacional cotidiano.
La estadunidense siempre ha sido una democracia en la cual no necesariamente impera el principio fundamental de tal sistema: la voluntad de la mayoría. Ni en sus elecciones presidenciales –como fue el caso de las de 2016 y las de 2000– ni en las políticas nacionales. Por ejemplo, la mayoría del pueblo estadunidense, según encuestas, favorece acciones para combatir el cambio climático, elevar el salario mínimo, invertir en infraestructura, una reforma migratoria que incluya una ruta a la ciudadanía para indocumentados y la legalización de la mariguana, entre otras cosas. Pero la cúpula política, bajo el consenso bipartidista neoliberal de las últimas cuatro décadas, ha logrado frenar, diluir e ignorar estas expresiones mayoritarias.
Ante ello, no sorprende el continuo deterioro de la confianza pública en las llamadas instituciones de la democracia. Según encuestas de Gallup en 2021, sólo 39 por ciento confía en el gobierno federal para abordar problemas nacionales; sólo 37 por ciento confía en el Poder Legislativo, sólo 40 por ciento –el peor nivel registrado– aprueba el trabajo de la Suprema Corte, y sólo 36 por ciento expresaban confianza en los medios de noticias (el segundo nivel á bajo jamás registrado por la encuestadora).
En estos últimos años, fuerzas neofascistas que subieron al poder con Trump en 2016 se han aprovechado del desencanto, corrupción y desesperación resultado de cuatro décadas de neoliberalismo, para profundizar la polarización social y política cada vez más marcada en el país, entre otras cosas con la estrategia antigua de enfrentar a jodidos contra otros jodidos. Ahora se están preparando para retomarlo, cueste lo que cueste, incluidos intentos de golpe de Estado (el próximo 6 de enero se marca el primer aniversario de la intentona de golpe de Estado que culminó con el asalto al Capitolio).
Todo esto ha opacado al faro de la democracia
. Según sondeos de Pew Research en 16 países el año pasado, sólo 17 por ciento opinaba que la democracia en Estados Unidos es un buen ejemplo a seguir para otros países, y 57 por ciento señaló que la democracia estadunidense antes lo era, pero ya no. Aún más sorprendente es que los estadunidenses están de acuerdo: sólo 19 por ciento cree que la democracia en su país es un buen ejemplo a seguir para otros países y 72 por ciento opina que la democracia estadunidense fue un buen ejemplo a seguir, pero que en los últimos años no ha sido así (https://www.pewresearch.org/global/2021/11/01/what-people-around-the-world-like-and-dislike-about-american-society-and-politics/pg_2021-11-01_soft-power_0-04/).
Pero mientras los expertos y los medios se enfocan en la polarización, resulta que existen algunos consensos democráticos sorprendentes: una encuesta el año pasado registró que 84 por ciento opina que entre lo que más ayudaría a resolver la polarización sería otorgar a la gente ordinaria mayor voz en las decisiones que afectan sus vidas
, y 83 por ciento dice que también ayudaría una mejora de la oportunidad económica y seguridad para todos sin importar raza, etnia o dónde viven
. De hecho, la mayoría de estadunidenses cree que las divisiones políticas son impulsadas más por políticos que por gente ordinaria
. (https://publicagenda.org/reports/overcoming-divisiveness-charting-a-path-forward/).
O sea, para rescatar la democracia se requiere el retorno al poder del demos.
Yo-Yo Ma, Edgar. Meyer, Chris Thile, Stuart Duncan. Fiddle Medley. https://www.youtube.com/watch?app=desktop&v=RLUyg173n_M