Atlante, un equipo de prosapia venido a menos, puso freno a los reflectores que por estos días enfocan a Alejandro Irarragorri, quien se quedó con el equipo de la Jaiba brava tras pleito contra su ex socio, Fernando San Román, de Grupo Tecamachalco. Fernando, contador de profesión, era dueño de 25 por ciento del Tampico Madero y también manejaba a los Alebrijes de Oaxaca cuando descubrió un faltante millonario y, con pruebas en la mano, confrontó a Irarragorri.
Tras la separación, que incluyó demanda en tribunales, San Román enfiló sus baterías hacia el Irapuato para apuntalar a la trinca fresera, que estaba a punto de perder la plaza. Fernando fungió como propietario y su hermano Javier como directivo. La labor fue intensa, valió la pena porque el éxito llegó y el club se coronó a mediados de año en la segunda división, llamada pomposamente Liga Premier.
Ahí fue donde Fernando corroboró su pesadilla. Alejandro ya estaba muy posicionado con los federativos, fue cercano a Decio de María y a Enrique Bonilla y, pese a que Irapuato ganó el título, no le permitieron ascender a la Liga de Expansión. Fue sometido a una auditoría que concluyó: había más ingresos que egresos... (Irarragorri) ha usado su poder de forma terrible contra mi persona y mi familia, es una película de terror
, describió San Román en julio pasado al Diario As.
Lo primordial es que el Atlas rompió un ayuno de 70 años, fue el primero que lo hizo sin ganar (con empate global) desde que se instalaron los torneos cortos, lo logró aunque sus directivos le van al Santos Laguna. La Jaiba llegó a la final y las rojinegras, equipo femenil, a la liguilla... Luego entonces, la receta perfecta es hacer intensa labor en la cancha, pero es imprescindible que esté bien sostenida con hábiles y audaces maniobras de escritorio.
Christian Bermúdez contorsionó por los aires –es uno de los futbolistas más pequeños, mide 1.59 metros–, buscaba rematar un centro pero su cuerpo se había adelantado demasiado, como pudo retrasó la cabeza y conectó el esférico para el 3-0 que desató la fiesta entre los atlantistas de cepa, concentrados en el estadio aledaño a la plaza de toros, al que jamás dejaron de nombrar estadio Azulgrana
. El apodado Hobbit lloró de felicidad en una noche gloriosa.
La nueva versión de los Potros surgió de la adicción de un empresario al club Atlante. Emilio Escalante no se dejó arrastrar por Gregg Taylor y sus socios, quienes pretendían ligarlo también a Gallos del Querétaro, prefirió cortar por lo sano y concentró energía y recursos en el equipo blaugrana. Incluso lo dejaron sin jugadores y debió arrancar desde cero con futbolistas desdeñados por varios clubes y ansiosos de una revancha. No hay ascenso, sólo un premio económico, pero nada impidió el festejo.
Stephany Mayor, atacante de las tigrillas de la UANL, es una gran jugadora, brillante, excelsa, su talento es tanto que no necesita de sucias patrañas para imponerse a sus rivales, superar pegajosas marcas y salirse con la suya. Merece el beneficio de la duda, aunque la agresión a la rayada Diana García existió, le rompió la nariz. Con el castigo se apaga una estrella en la constelación que los fanáticos esperan ver esta noche.
Gran reto para el estratega Roberto Medina, obligado al tricampeonato, a darle final feliz a un torneo en el que su equipo arrasó. Se verá de qué está hecho el cuadro felino, cuya supremacía se tambaleó en la liguilla, al punto de que sus pupilas debieron arroparse con su gran afición para avanzar los últimos peldaños.