Ciudad de México. En el marco del centenario natal de Héctor Xavier (1921-1994), artista veracruzano dedicado al dibujo, cumplido el 3 de diciembre, el Museo Nacional de Arte (Munal) abrió al público la exposición Señales de vida, compuesta de más de un centenar de piezas, 50 a la pared y las demás –ilustraciones hechas para libros, periódicos y revistas, y fotografías– exhibidas en ocho vitrinas a lo largo de la sala temporal.
La muestra se complementa con Centenario de Héctor Xavier, exhibición de alrededor de 70 piezas inaugurada el pasado 25 de septiembre en el Museo de Arte de Sinaloa. Se trata en su mayoría de obra íntima
, menos La ola, que mide 92 por 198 centímetros, ya que es un tríptico de tinta china sobre papel, perteneciente a la colección del Museo Universitario Arte Contemporáneo, expresa la investigadora Miriam Kaiser, curadora de am-bas exposiciones.
Entrevistada, Kaiser, viuda de Xavier, ideó dos muestras pequeñas
dada la situación de austeridad que se vive en la actualidad
, que afecta el traslado de la obra.
El nombre de Héctor Xavier tal vez resulte desconocido para el gran público, más porque su obra casi no se exhibe. Fue un artista que se opuso al tema nacionalista. En 1938, dejó su Tuxpan natal y se trasladó a la Ciudad de México, donde, a principios de los años 40, ingresó como oyente a la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda. Fue corta su estancia allí al no estar de acuerdo con los métodos de enseñanza.
Kaiser lo considera un artista autodidacta, que tuvo la fortuna de ser apoyado por el pintor dominicano Darío Suro, en ese entonces agregado cultural de la embajada de la República Dominicana en México: Tras conocerlo, Darío lo agarró bajo su sombra y lo puso a dibujar ocho o 10 horas diarias
.
En 1952, Xavier y el pintor Vladimir Kibálchick Rusakov, conocido como Vlady, abrieron la galería Prisse en la calle Londres de la colonia Juárez. Al poco tiempo se les unió Enrique Echeverría, luego Alberto Gironella y Artemio Sepúlveda. Fue el semillero donde nació la generación conocida como la Ruptura, porque los jóvenes artistas no querían ya hacer pintu-ra nacionalista, apunta Kaiser. “Héctor fue parte del movimiento de La Nueva Figuración, con Arnold Belkin, Francisco Icaza y Arte-mio Sepúlveda.
Durante una estancia en Europa, Xavier descubrió su gusto por el dibujo, al contemplar los trabajos en punta de plata realizados por figuras como Leonardo da Vinci, Filippino Lippi y Michelangelo Buonarroti. También, el dibujo de los chinos y los japoneses, como el sumi-e.
Lo que hizo fue tratar de encontrar la mayor cantidad de técnicas de dibujo y buscó la manera de expresarse con éstas, que presentan unos retos terribles porque no puedes borrar y componer nada, sino que es directo lo que vaya allí. Lo que le atrajo del dibujo fue justamente el reto de que en un espacio pequeño se pueden dar las proporciones, las sensaciones, el movimiento, por medio de las distintas técnicas y temas
, afirma la entrevistada.
La obra de Xavier va del realismo hasta la abstracción. También trabajó series hasta agotarlas
. En 1973 exhibió en el Palacio de Bellas Artes una de más de 120 dibujos eróticos llamada Tentaciones, que trabajó durante tres años, en distintos formatos, básicamente en tinta, pluma, sumi-e y acuarela.
También elaboró una serie de 24 animales para Punta de plata (1958), editado por la Universidad Nacional Autónoma de México, con textos de Juan José Arreola. Para Señales de vida, Kaiser pretendió mostrar casi todas las series a las que Xavier se dedicó, como los retratos de personalidades o de niños.
Fue en el desaparecido periódico El Nacional donde el artista hizo sus primeras ilustraciones en los años 40. Varios de esos dibujos se incluyen en la exposición. Posteriormente, trabajó para Excelsior, Unomásuno y Revista de la Universidad de México. Decía, no son viñetas, sino ilustraciones. Le mandaban los textos y los ilustraba
, acota Kaiser.
La exposición Héctor Xavier: Señales de vida permanecerá abierta hasta marzo de 2022 en el Museo Nacional de Arte, Tacuba 8, Centro Histórico. Cuenta con un programa de actividades paralelas.