No, no es sólo Rock & Roll, pero nos gusta. Hace 26 años, cuando la colonia Roma, en la Ciudad de México, era un barrio semiabandonado, medio apestado, un proyecto cultural alternativo que nació de los escombros de los edificios derrumbados por los sismos de 1985. Desde entonces, han tocado allí 32 mil 715 bandas, se han impreso cerca de 6 millones de carteles y realizado 5 mil 631 actos.
El proyecto, escrito con la A de anarquía, fue bautizado como Multiforo Alicia, por la conjunción de la obra de Lewis Carroll y la lectura de la apasionante experiencia de Radio Alice en Bolonia, la primera radio libre en Europa. Su ideario forma parte de la Triple A: autonomía, apoyo mutuo y autogestión.
Si las cicatrices en el cuerpo son las señas de identidad que dan cuenta de la bravura en el campo de batalla, el Alicia tiene como marca de su travesía 24 clausuras, 4 robos y una estafa. Y como motivo de orgullo el que, quienes fueron sus primeras audiencias, ahora regresen acompañados de hijos y nietos.
En entrevista con La Jornada, sin quitarse el sombrero, Ignacio Pineda narra los vericuetos de esta aventura político-cultural de más de dos décadas y media de vida. A continuación, partes de esta conversación.
–¿Están de cumpleaños?
–Sí, en unos días cumplimos 26 años. Ya nos tocaba terminar esta aventura. Pero pasó lo de la pandemia y no quisimos que nos ganara. Hemos aguantado tanto... Estamos esperando a que venga el 22 para ver a dónde vamos.
–¿Cuántas generaciones de músicos han tocado aquí?
–Como tres. Cuando comenzamos, los jóvenes que venían tenían veintitantos años. Ahora llegan con hijos y hasta con nietos. Me dicen que vienen a enseñarles donde se divertían de jóvenes.
–¿Cuántas bandas habrán circulado por estas paredes?
–Hemos presentado 32 mil 715 bandas. Cuando iniciamos metíamos más porque ellas mismas nos lo pedían porque no los invitaban en otros lugares. Llegamos con la idea de no ser un bar, un antro de moda o una discoteca. Queríamos ser un espacio cultural y político de la resistencia.
–¿Resistencia a qué?
–Ante el sistema económico. Cuando iniciamos era el final del PRI en la Ciudad de México. Llegamos en noviembre de 1995 y en el 97 Cuauhtémoc Cárdenas ganó la capital. En esos años era bien difícil abrir un lugar.
–¿Sientes que ha florecido?
–Sí. Antes, los espacios que se dedicaban a hacer música eran bares, para que los chavos tomaran, se reventaran y no cuestionaran nada. Nosotros teníamos la idea de hacer un espacio político para incidir en su pensamiento. Queríamos que los jóvenes de la periferia, que estaban muy olvidados, tanto músicos como público, tuvieran un lugar para convivir y reunirse.
“No había muchos espacios para el ska, el punk rock, el surf, el hip hop, el reggae. No los programaban ni en la radio. Pero sabíamos que había un montón de grupos que querían tocarlos.
“Lo que hicimos fue como una historia de dos conejos. A uno lo mandamos a ver lo que pasaba en la ciudad. Al otro a escuchar. El primero nos platicó que los jóvenes se pintaban el cabello de color, usaban piercing, se tatuaban, usaban otro tipo de ropa, otro tipo de hablar. Y el otro nos contó que había un montón de bandas que nadie tomaba en cuenta en un submundo subterráneo. Lo que hicimos fue trabajar con ambos.”
–¿Se llama así por Lewis Carroll?
–Es por dos historias. Una, por Lewis Carroll. Fuimos a comer a una fonda y estaban pasando Alicia en el país de las maravillas. Dije: ahí está el nombre. Pero, poco antes, había leído la historia de Radio Alice en Bolonia. Nos movió todo. Nos mostró lo que se puede hacer con la radio y con la música en la ciudad, y cómo subvertir el orden que había en ese momento en Italia. Pensábamos que también se podía hacer en la Ciudad de México.
“El nombre del Alicia es Laboratorio de Culturas Subterráneas y Movimientos Aleatorios. Se trataba de darle cabida a lo que estaba pasando en la ciudad. Estaba naciendo el graffiti, el tatuaje, los nuevos diseñadores. Había una nueva estética.
En el nombre del Alicia, nuestro diseñador, que es Andrés Ramírez, nos puso Alicia con la A de anarquía. Trabajamos con tres premisas: autonomía, apoyo mutuo y autogestión. Ahora muchos las manejan. Fue un lenguaje que fue permeando, se fue metiendo y la gente lo fue haciendo suyo.
–¿Quiénes vienen aquí?
–Principalmente jóvenes de 18 a veintitantos años. También hay un público adulto cuando hacemos otro tipo de música, como blues, rupestres, progresivo. A las conferencias o charlas vienen de todas las edades.
–Tienen una producción sobresaliente.
–Es enorme. Muchos de los grupos con los que iniciamos son ya muy famosos: Panteón Rococó, la Sekta Core!, Lost Acapulco, Gallo Negro, Austin Tv. Son los que van tirando línea y van punteando. Pero, por lo regular, trabajamos con quienes quieren iniciar. Les pedimos una grabación. Las vamos escuchando y ahí vemos cuál es el perfil para el Alicia.
Los vamos trabajando, metiendo, les damos cierta confianza. Cuando hay oportunidad, los grabamos. Tenemos un estudio donde se han producido 117 discos, nueve viniles y 11 cintas normales. Es el sonido Alicia.
–¿Cómo enfrentaron la pandemia?
–Ha sido terrible. Había un poco de dinero ahorrado. Al cuarto mes se nos acabó. Nos propusieron una campaña económica en apoyo al Alicia
. No quería, pero la hicimos. Mucha gente cooperó. Después vendimos carteles, discos, volantes guardados a lo largo de 25 años.
–Se ha dicho que es un lugar inseguro, un templo del mal.
–Pues sí. Desde que llegamos tuvimos nuestra primera clausura en la administración priísta de Óscar Villareal. No nos querían, nos veían raros. Ver punks, metaleros, skaperos no les gustaba.
“Con Cuauhtémoc Cárdenas llegó a la delegación el arquitecto Legorreta, y las cosas cambiaron. Nos dijo: ustedes trabajen. Yo no los voy a molestar. Lo que están haciendo a mí me gusta mucho.
“Ya después tuvimos algunas clausuras: 24. A veces, el poder político que administra la ciudad te da tus apretones. Te dicen: o trabajas con nosotros o te cerramos. O colaboras en las campañas o te clausuramos.
“La última vez fue hace como seis años. Les dijimos: no hay motivo para que nos cierren. Tenemos los papeles. Siempre nos han dicho que no tenemos uso de suelo. Lo tenemos desde el 95 hasta la fecha. La Jornada nos apoyó.
Al piso le pusimos una placa de hierro. Arriba hay láminas de fibra de vidrio. Hemos pasado terremotos fuertes y no ha pasado nada.
Con la ley de espacios culturales estamos fuera
–¿Qué tal la nueva alcaldía?
–Ha sido respetuosa con los espacios culturales autogestivos independientes, no ha clausurado ninguno. Nos tenemos que sentar a platicar con ella. Hay que contarle qué es lo que hacemos, cuál es nuestro trabajo dentro de la ciudad, que nos conozca. Tenemos que reguralizarnos. Con la pandemia nadie pudo sacar los permisos. Están muy elevados los costos.
“El Congreso aprobó la ley de espacios culturales independientes, pero no cabemos allí. Hay un articulito que dice: los espacios que vendan bebidas alcohólicas, alimentos no pueden ser considerados espacios culturales, se tienen que normar con la norma vigente y actual.
Los que hacen este tipo de actos y de cultura, menos el Alicia, tienen que vender alcohol o alimentos para poder pagar. Los grupos no vienen gratis. Las rentas están elevadísimas. ¿Cómo pagar los sueldos, los permisos, el equipo, a los artistas? A fuerzas, tienen que vender bebidas alcohólicas y alimentos. Es una ley inconclusa. Nos dejaron fuera.
–¿Cuál es el futuro del Alicia?
–La pandemia ha sido muy pesada. No entendemos por qué tanto desprecio por parte de las autoridades culturales. Jamás nos voltearon a ver. Nunca nos mandaron llamar. La mitad de los lugares independientes cerraron. Al Alicia le está llegando su tiempo. Creo que el 22 es como nuestra despedida. Vamos a pagar nuestras deudas, hacer los actos que nos gustan, trabajar con las bandas con las que iniciamos, cerrar el círculo y despedirnos.
Pero, a mí me gustaría que las autoridades nos voltearan a ver. Que miren cuál es nuestra situación, nuestro trabajo. Aparte de hacer música, organizamos charlas, conferencias, talleres, hacemos discos, prestamos el espacio a otros colectivos.
No, no es sólo Rock & Roll, pero nos gusta.