Mosul. Khamis Ahmad Abbas, un agricultor iraquí que cultivaba trigo, lo perdió todo cuando la sequía le obligó a abandonar sus tierras y le dejó sin trabajo.
Los expertos advierten que la escasez de lluvias, agravada por el cambio climático, amenaza con provocar un desastre social y económico en Irak, asolado por la guerra.
"El cultivo de trigo y de la cebada es una lotería. Todo depende de la lluvia", dijo este padre de 42 años con nueve hijos.
Incapaz de llegar a fin de mes, Abbas abandonó sus tierras en las llanuras de Nínive, al noreste de Mosul, situadas en el llamado Creciente Fértil, donde la agricultura nació hace 12 mil años.
Con temperaturas que superan los 50 grados centígrados y poca lluvia, los campos de Abbas se secaron rápidamente.
Hace tres meses, junto a su familia -dos esposas y nueve hijos- se trasladó a Mosul.
"Ahora estoy desempleado", dijo a la Afp, mientras pasa el tiempo en una cafetería de la segunda ciudad de Irak.
Mosul, que en su día fue la sede del autodenominado "califato" del grupo Estado Islámico, sigue reconstruyéndose tras la devastadora batalla de 2017 que expulsó a los yihadistas.
"A veces consigo pequeños trabajos, lo justo para alimentar a mi familia", dice con amargura Abbas, que añora los tiempos en los que cosechaba trigo y cebada como su padre y su abuelo antes que él.
Su situación es parecida a la de muchos agricultores de las llanuras de Nínive.
Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), 447 familias que tuvieron que abandonar sus tierras en Nínive por el EI y que volvieron a ellas tras la derrota de los yihadistas, se vieron obligadas a marcharse de nuevo entre junio y julio de este año a causa de la sequía.
"Casi todas, si no todas, las familias fueron desplazadas debido a la incapacidad de alimentar a su ganado", dijo la OIM.