Luego de pasar un año y medio entre los tarahumaras, en las barrancas de la sierra de Chihuahua, la antropóloga Ana Paula Pintado comenzó a mantener un registro personal con su handycam, una especie de videodiario amateur, ya que pretendía elaborar un documental, así fuera a nivel aficionado. Esa fue la razón por la cual se acercó a la cineasta Ana Laura Calderón, dueña de una amplia trayectoria como editora cinematográfica para que calificara y midiera las posibilidades reales de armar una película con ese material.
“Suelo ser súper honesta y le dije, asombrada, que si bien entendía que la fotografía no era profesional había una emotividad y un feeling único para contar historias. Así que accedí a hacerlo, y el trabajo, titulado Entre Riosi y Riablo (México, 2012), ya supera las 882 mil visitas en YouTube. Entonces, dime si no es verdad que esta chica tiene una sensibilidad especial”, plantea la productora Ana Laura Calderón.
Unos años más tarde, las casi tocayas Ana Laura y Ana Paula, se reunieron con un equipo de cuatro antropólogos, investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), para realizar un registro etnográfico en varias comunidades de Sonora y de Sinaloa. Y fue justo al cerrar el trabajo con el pueblo mayo, que charlaron de las fiestas tradicionales con un bailarín de pascola quien les contó los elementos que conforman su fiesta ritual: el violín, el arpero, el danzante.
La directora, poco enterada de esta costumbre, le soltó una pregunta natural, casi ingenua, desde su poco conocimiento de las costumbres locales: ¿Y no hay mujeres que toquen el arpa o el violín?
.
Finalmente, ante su insistencia e inquisiciones, Chano le refirió que hacía muchos años, en tiempos de la Revolución, existió una mujer arpera, pero no en esa localidad sino en Pueblo Viejo. Eso era todo lo que el guardián de la tradición sabía. La idea le rondó durante toda la noche a Ana Laura, por lo que emprendió un periplo de pueblo en pueblo, a la mañana siguiente, aprovechando que tenían el día libre, hasta que dieron con las sobrinas nietas –unas mujeres mayores dedicadas a la cartomancia– de aquella mítica señora, quienes les contaron que murió aislada de la comunidad luego que la habían tildado de bruja.
Esta historia me retumbó en lo más profundo de mi ser y de inmediato le propuse a Ana Paula realizar una película sobre la arpera, pero sin abordar su trágico final solitario. Al final decidimos ubicarla en la época actual, actuada por una niña y dejar aquella leyenda como historia de fondo. Los personajes eran increíbles y el lugar, en el desierto sonorense, precioso
, rememora Calderón.
Retrato de una niña rarámuri y arpera
El resultado es Corazón de mezquite (México, 2019), segundo largometraje de ficción de Ana Laura Calderón, con guion de Ana Paula Pintado, filmada en La Bocana, Sonora, y que ha obtenido premios en Malmö, Suiza; en Glasgow, Escocia; Schlingel, Alemania; en San Diego, Estados Unidos; en Montreal, Canadá, y en Panamá, además de ser seleccionado en 35 festivales, que finalmente estrenó en la Cineteca Nacional y en varias ciudades con la cadena Cinemex, además de formar parte de la programación del 26 Festival Internacional de Cine para Niños (…y no tan Niños) de La Matatena y del primer Bajío International Film Festival, en Guanajuato, que arranca el 17 de noviembre.
Antropología y ficción
La herramienta de la antropología resulta muy útil para escribir historias, plantea Ana Paula con convicción. Cuando ella vivió con los rarámuri recibió muchas enseñanzas, la principal de ellas fue la de ponerme en mi lugar
, es decir salir de su zona de confort como mestiza y cómo ser privilegiado en la sociedad mexicana. El equipo de especialistas en tarahumaras, en mayos y guarijíos, sobre todo Hugo López y Pablo Sánchez, estuvo muy involucrado en la película, pues ayudaron a conseguir las locaciones, el elenco y, en general, fueron un ingrediente fundamental para realizarla.
No hubiera sido posible hacer la película así de rápido, ni que funcionara, si Pablo no hubiera tenido tan larga experiencia de 17 años con la comunidad y esa red de relaciones. Por ejemplo, don Julio Valenzuela, que sale como el abuelito Regino, es su amigo íntimo y aceptó hacer la película porque él estaba involucrado. Le debemos todo a la antropología porque no es tan fácil llegar y entrar así como lo hicimos nosotros. Esa es la realidad
, señala Pintado.
El elenco se conformó convocando a casting en las escuelas, en el caso de los niños, con quienes realizaron talleres que llamaron de sensibilización
, muy basados en juegos y en improvisaciones, y directamente con las comunidades, en el caso de la gente mayor. Y aunque una sexteta de niñas fueron recomendadas para el papel protagónico de Lucía, la niña arpera, que aprende el instrumento que sólo pueden tañir los varones –porque tiene cuerpo de mujer y a ellas no se les permite interpretarla–, porque tiene talento pero porque desea sanar a su padre, melancólico por la trágica muerte de su esposa, así sea en contra de sus deseos y de los usos y costumbres de la localidad, la elección de Mayrin Buitimea fue mágica.
La vi bajar de su casita, ya de noche, y se me enchinó la piel, de inmediato supe que ella era Lucía y daba igual que fuera tímida. Sus ojos, su carita, su cuerpo son muy expresivos aunque no sea tan extrovertida y creo que esa es la maravilla. Detrás salió su abuelita, Alberta Yocupicio, y nos faltaba el papel de Alejandrina, así que le propuse quería participar en la película. Así resulta que la abuelita y la nieta lo son también en la vida real y por eso se nota esa cercanía en la pantalla
, explica Calderón.