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Rosana Vivanco, Museo de Muñecas / Elena Poniatowska

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El Museo de la Muñeca en CDMX ofrecerá una nueva oportunidad de diversión y aprendizaje a la niñez mexicana. Foto María Luisa Severiano/Archivo
14 de noviembre de 2021 09:40
Hasta que Rosana Dufour Vivanco decidió dar a la Ciudad de México un Museo de Muñecas, no teníamos sino el Museo Antiguo del Juguete Mexicano, en la colonia Doctores, y tres museitos en Coahuila, Amealco y Querétaro, pero el de Rosana Dufour Vivanco atraerá a toda la niñez de México a la capital. El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia nos advierte que en México hay casi 40 millones de niños, niñas y adolescentes, 35 por ciento de la población. Aunque tenemos un espléndido Museo del Niño, que dirige Dolores Beistegui, el Museo de Muñecas, regalo inesperado, les ofrece una nueva posibilidad de entretenimiento y aprendizaje.

De niña, Rosana, sobrina de la escritora Paloma de Vivanco, autora de la novela El amante de mi abuela, amó a su muñeca que todavía conserva. Su abuela se la trajo de Italia, y Rosana la llamó Susana. Desde niña, de la mano de su abuela, Rosana viajó a Europa y conoció museos de juguetes, casitas de muñecas y bazares de antigüedades en Inglaterra, Francia y Alemania.

Su abuela no sólo le compró en cada país una muñeca, sino que le añadió un extraordinario ajuar: sombreros, camisones de encaje y jueguitos de té.

Muy pronto nos hallaremos frente a frente con este tesoro: un Museo de Muñecas en la esquina de avenida Chapultepec y Valladolid.

Una mañana, Rosana se preguntó: ¿Por qué las tengo guardadas? Primero, las resguardó de las manitas de su hija, porque no quería que las rompiera. Muchas eran de porcelana, de biscuit, pero con el tiempo reflexionó. ¡Qué tristeza que nadie pueda ver lo bonitas que son! Ese día nació el Museo de la Muñeca en México.

¡Que yo sepa, no hay ningún Museo de Muñecas en nuestro país! Tomé un diplomado en el Museo de San Carlos y empecé a investigar cómo levantar y dirigir un museo de dos pisos, uno de muñecas mexicanas y otro de muñecas del mundo entero. Tenía yo una casa porfiriana, perfecta para ello, en avenida Chapultepec esquina con Valladolid, y me preparé durante años para hacerlo bien.”

Hoy por hoy, ya cerró el Museo de la Muñeca en París, pero prácticamente todos los países europeos presumen de uno. Por eso se me hizo importante que México tuviera uno y trabajo en él desde hace 12 años, dice Rosana Dufour Vivanco.

“En la planta baja del recinto expondremos la historia de la muñeca y de las casitas de muñecas mexicanas. El segundo piso está dedicado a la historia de la muñeca en el mundo. Para quien guste, tenemos un museo pequeñito de hadas y de duendes. En una sala de exposiciones temporales, que se renovará cada dos o tres meses, enseñaremos muñecas prestadas, porque en México todavía hay coleccionistas que ahora (siguiendo mi ejemplo) quieren exhibirlas. Ya está casi lista la cafetería, la tienda y el espacio para fiestas infantiles.

Muchos tenemos muñecas preciosas. Contamos con un Museo del Juguete, de un señor japonés, en la colonia Doctores, pero exhibe todo tipo de juguetes y el mío sólo es de muñecas. En Tlaxcala existe uno de títeres, pero el mío va a tener tal variedad de muñecas que no quiero meterme en ese ramo, porque ya no me daría tiempo.

(Las muñecas fueron muy importantes a raíz del terremoto del 19 de septiembre de 1985. Las costureras que perdieron todo –muchas murieron– en los edificios de San Antonio Abad recurrieron a pintores para que les diseñaran una muñeca que pudiera exhibirse en el Museo Carrillo Gil. Recuerdo especialmente las de Vicente Rojo, quien creó a Lucha Victoria, dos muñequitas tomadas de la mano. Esta exposición resultó clave para la recuperación de las costureras y la participación de la llamada sociedad civil, que reaccionó de forma admirable ante la tragedia de las costureras olvidadas por el gobierno.)

–Rosana, ¿vas a mostrar a la China Poblana, a Sor Juana Inés de la Cruz, a Frida Kahlo, a la Corregidora, a Leona Vicario, a Rosario Castellanos, a Ruth Rivera, a la bailarina Elisa Carrillo, a la gimnasta Alexa Moreno, a Ofelia Medina, a la Chachita, a la India María?

–El Museo va a dividirse; uno, la historia de la muñeca mexicana, y dos, la historia de la muñeca en el mundo. Hace años me vendieron una colección de muñecas mexicanas que van de los años 30 a los 40. Su dueña las vistió con el traje típico de cada provincia y exaltó, por ejemplo, a la primera aviadora de la década de 1920, Amelia Earhart. Me propongo destacar la historia de México a través de sus pioneras para transformarlas en muñeca-emblema.

–Rosana, cuando uno llega por mar a Nueva York, lo primero que aparece es la Estatua de la Libertad. En México tenemos a la China Poblana...

–Voy a exhibir muchas Chinas Poblanas... También en Puebla, a finales del siglo XIX y principios del XX, los artesanos hicieron unas casitas de muñecas increíbles.

–Carlos Monsiváis compró en ese estado una colección de casitas que se exhiben en El Estanquillo. Tuve el gusto de verlas cuando Carlos todavía las tenía en su casa de San Simón... También se aficionó a las miniaturas. En tu caso, ¿de dónde provienen las muñecas?

–De muchísimos países que las elaboraron a lo largo de la historia. En México, las de las niñas ricas provenían de Alemania, Inglaterra, Francia y Japón.

A Rosana le comunico mi rechazo por las Barbies con sus pechitos puntiagudos, y me responde: “Curiosamente, las primeras muñecas en la historia fueron mujeres. La venta de muñecas empezó en la Edad Media. Antiguamente, las mamás las cosían con sus hijas. Francia creó ‘muñecas-señoritas’ vestidas a la moda y sólo hasta 1880; también un francés, hizo la primera ‘muñeca-niña’, de 10 años, con varios cambios de ropa en un baúl que traía sombreros, paraguas, bolsas, guantes, mascadas, todo lo que se te ocurra. Esa francesita fue la pionera. En su época se desconocía la mercadotecnia, pero por primera vez tuvo su marca: Hurret.

Más tarde se inventaron los bebés realistas que chupan biberones y lloran. En Europa, después de las dos guerras mundiales, esa moda impulsó el amor materno. Primero, las muñecas fueron mujeres y los bebés aparecieron en 1908. Ahora, el esposo de la Barbie, Ken, es un super héroe. Elena, no fue una muñeca la que cambió la historia, pero en 1908 los muñecos bebés sí lograron cambiarla. Representaban el futuro, la vida en vez de la muerte en el campo de batalla. Para esos bebés se crearon pañales, ropones, carriolas, cunas, colchas, mamilas. Para niños sin recursos se hicieron muñecas con materiales más baratos. Nacieron las muñecas de cartón, de terracota, de tela, que confeccionaban algunas madres de familia.

–¿Crees que las muñecas fomentan el amor materno de sus dueñas?

–El instinto materno es inherente al ser humano. Actualmente, hay experimentos donde se ve que los changos, los chimpancés y los papiones sagrados juegan a la muñeca. Es algo genético que traemos desde el nacimiento. Jugar a la muñeca también gusta a muchos niños...

–Y los tildan de homosexuales…

–A principios del siglo XX se hizo ley que los hombres ‘no juegan’ a las muñecas, pero en la era victoriana sí hubo muñecas para varones. Si me lo preguntas, creo que un niño que juega a las muñecas será un mejor papá. La preferencia sexual no la determina ni el cochecito ni la muñeca.

Mira, Elena, me he preparado durante más de 12 años. La casa en avenida Chapultepec fue mía, ahora es del museo. Para asegurar su futuro cobraré la entrada; tenemos una cafetería, una tienda y un espacio para fiestas infantiles. El chiste es que el museo perdure. La madre de Amélie News escribió una historia de las muñecas del terremoto de 1985, y mi tía, la escritora Paloma de Vivanco, hizo el catálogo.

En este año de pandemia, el Museo de Muñecas de Rosana Vivanco, apoyada por su esposo Tetzu Sashida, es una espléndida realidad que cura nuestras heridas. Dispondrá de facilidades para niños en silla de ruedas. Incluso niños ciegos podrán tomar en brazos a una muñeca y agradecer la generosidad de una extraordinaria familia mexicana: la de Vivanco Sashida.

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