Los repartidores de comida que trabajan por medio de aplicaciones digitales fueron fundamentales y nunca dejaron de trabajar durante la pandemia; sin embargo, 20 meses después de ésta, sus condiciones laborales siguen siendo precarias, carecen de derechos e incluso enfrentan discriminación.
“Te voltean a ver como si hubiera algo malo. Los restaurantes y las plazas comerciales ya no te permiten ingresar por los pedidos porque damos ‘una mala imagen’”, cuenta Nathan López, abogado de profesión que se emplea en la plataforma Rappi.
Inestabilidad, extenuantes jornadas, ausencia de seguridad social y exposición a riesgos sanitarios y de trabajo son algunas condiciones que enfrentan y que los llevaron a salir a las calles de la Ciudad de México la semana anterior para exigir que se reconozcan los derechos “al gremio de repartidores (de las plataformas Rappi, Uber Eats, Didi Food y Postmates), en el que hay profe- sionistas”, quienes encontraron en esta actividad un ingreso tras el desempleo ocasionado por la emergencia sanitaria.
Se sumaron al quinto Paro Internacional de Repartidores. Ésta no es la primera vez que recurren a la movilización para mostrar la precariedad laboral en que se desempeñan y, en el caso de las mujeres, el acoso sexual.
Contabilizan a 350 mil repartidores en todo el país
Según información de las propias empresas, hasta el tercer trimestre de 2021 se contabilizaron 350 mil repartidores en todo el país.
Saúl Gómez, fundador del movimiento Ni Un Repartidor Menos, indicó que una vez que comenzó a reactivarse la economía, “algunos restaurantes y plazas se volvieron muy déspotas”, por no permitirles ingresar a sus establecimientos “por el solo hecho de ser repartidor”, aunque la mayoría “son comprensivos”.
Comentó que en centros comerciales, como el de Viaducto y avenida Cuauhtémoc, “implementaron la entrega de pedidos en las zonas de descarga de materiales y de basura, que son insalubres. No dejan pasar a la zona de restaurantes”.
Otro reclamo recurrente es poner fin al acoso hacia las repartidoras, como el caso de Betania, de 36 años, quien relata que en las ocho horas diarias que trabaja para obtener un promedio de 300 pesos ha sufrido esta agresión.
Narró que un cliente pidió que dejara su pedido dentro del apartamento y “opté por dejárselo en la puerta” aunque reportaran que no se entregó, aunque “me cobraran el pedido más vale mi vida”.
De acuerdo con el colectivo, estiman que ocho de cada 10 mujeres son han sufrido acoso sexual o violencia por parte de restauranteros, personal de seguridad de las plazas y algunos clientes
Nathan expresó que el propósito de movilizarse es “un trato digno. Las plataformas digitales sólo buscan aumentar la capacidad de repartidores disponibles, sin importar que podemos tener sólo dos pedidos con una ganancia de 60 pesos en todo el día”.
Según un estudio de la Organización Internacional del Trabajo, quienes trabajan en el reparto de alimentos y otros insumos, en el caso de los hombres perciben un ingreso semanal alrededor de 2 mil 227 pesos, en tanto que las mujeres es reciben 400 pesos menos en promedio.
Los repartidores entrevistados refieren que sus ganancias oscilan en promedio entre 200 y 300 pesos diarios, además de que es necesario trabajar en dos o más aplicaciones, ya que “hay tiempos muertos”, para completar sus ingresos.
De acuerdo con un estudio del Colegio de México –donde se entrevistó a mil repartidores– arrojó que más del 40 por ciento de ellos ingresó a esta labor durante los primeros meses de pandemia y para ocho de cada 10 es su único empleo.
Alberto, quien trabaja en Postmate desde hace cuatro años, refiere que antes de la pandemia “estaba un poco mejor porque pagaban mil pesos por 25 pedidos diarios; ahora son 500 pesos. Rebajaron las tarifas para nosotros, pero a los clientes les siguen aumentando”.
Respecto al pago de propinas, comentó que son pocas las ocasiones en que los clientes dan propina, sin embargo “luego nos las roban las aplicaciones” porque no las reciben. Por ello, algunos clientes han optado por dárselas al momento de la entrega.
Añadió que quedan vulnerables frente a accidentes viales, son víctimas de robos, asumen los costos de reparación de sus bicicletas y motos y no proporcionan ningún insumo para poder laboral. Tan sólo icónica mochila de color verde o naranja en donde depositan los alimentos, tienen que comprarla en precios de alrededor de 500 pesos.
El repartidor acusó incluso que policías de la ciudad de México “nada más andan cazando a los motociclistas para ponerles la araña mientras estacionan su motocicleta al recoger algún pedido”.
El colectivo Ni Un Repartidor Menos tiene un registro de 56 repartidores que han fallecido por accidentes viales, violencia y asaltos durante su desempeño laboral desde marzo de 2020, cuando empezó el confinamiento en México por la pandemia.
Saúl, Nathan y Betania insistieron en que el objetivo de salir a las calles es que las personas “empaticen con nuestro gremio”, que se les reconozca como trabajadores con derechos laborales y mayor seguridad vial “porque estamos muriendo durante nuestro trabajo”.